viernes, 14 de septiembre de 2018

AÑOS ROBADOS: CAPITULO 10




Pedro suspiró y por fin fue capaz de apartar los ojos de la pista de baile. ¿Qué le había pasado? 


Le dio un trago a su botella de cerveza.


Había visto a una mujer bailar antes, pero no de ese modo que parecía indicar que era una mujer que disfrutaba del sexo. Se le habían endurecido los pezones.


¿Habría estado húmeda?


Y cuando esos largos y finos dedos habían acariciado su cuerpo, lo único en lo que Pedro había podido pensar había sido en sacarla de allí lo antes posible y llevarla a… ¡a cualquier parte, siempre que estuvieran solos!


Paula Chaves era una mujer sexy, además de tener un cuerpo fantástico. Pero también estaba su actitud, esa confianza en sí misma, la naturalidad con la que hablaba con él. Y cuando sus miradas se encontraban, él se veía perdido. 


Esa mirada de Paula, como si se encontrara en medio de una fantasía sexual y él fuera el protagonista, le impedía pensar con claridad.


Pedro deseaba a Paula Chaves y estaba dispuesto a recuperar el tiempo que había perdido al centrarse únicamente en sus hijas y en su trabajo.


Durante un segundo, la adrenalina sacudió su cuerpo y le embargó la satisfacción de saber que una mujer tan ardiente y sexy lo deseaba.


Pero se trataba de Paula Chaves y esa mujer en particular arrastraba consigo muchas complicaciones. El pasado de los dos. La promesa de él. La lista era interminable.


Se había liberado de las complicaciones cuando su mujer lo había abandonado.


Era necesario. Tenía dos hijas pequeñas que dependían de él y de que tomara las decisiones correctas en la vida. Les debía eso y mucho más.


Por eso, simplemente se regocijaría en el placer de que una mujer así lo deseara y dejaría las cosas como estaban.



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