sábado, 29 de septiembre de 2018

A TU MERCED: CAPITULO 30





Paula estaba frente al espejo de su habitación, desolada.


Bueno, se lo merecía por perder la concentración mientras estaba cortando una tela.


La seda azul seguía siendo tan fantástica como el día anterior, pero el vestido le había quedado demasiado ajustado y con un escote que era casi indecoroso.


Al menos había transformado la bata en un vestido de noche, pensó, intentando animarse.


Y, después de haber visto a las mujeres que rodeaban a Pedro durante el descanso del partido, iba a tener que animarse. Se había acercado a él para decirle que se marchaba pero, al final, no se molestó. Había sido una bobada pensar que él notaría su ausencia.


Paula se sobresaltó al oír un golpecito en la puerta y, cuando abrió, Giselle estaba al otro lado, tan alta y esbelta como siempre.


—Esto es de parte de Pedro —anunció, mirándola con curiosidad—. Me ha pedido que te diga que… lo siente.


—Gracias —Paula tomó la bolsa y cerró la puerta sin decir una palabra más. No pensaba mostrarse amable con alguien que se había mostrado tan descortés desde el primer día.


Pero, con el corazón acelerado, apartó varias capas de papel cebolla hasta tocar una pieza de tela. Era como si, de repente, hubiese aparecido el hada madrina para convertir los harapos de Cenicienta en el vestido de sus sueños. La seda de color esmeralda caía en diminutos volantes desde los hombros y Paula admiró el corte exquisito y la originalidad del diseño, encantada… Durante dos segundos.


Porque enseguida la realidad cayó sobre ella como una ducha de agua fría. No tenía mangas.


Cenicienta iría al baile con harapos después de todo.



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