domingo, 26 de agosto de 2018

MILAGRO : CAPITULO 32





Ya en el hospital comprendió que tal vez no. 


Paula siguió con contracciones y a última hora de la tarde estaba agotada. Y Pedro también. 


Había estado con ella en la sala de dilatación, frotándole la espalda y dándole trocitos de hielo para chupar. Al poco de empezar el proceso había aprendido, de la manera difícil, a no darle la mano cuando llegara una contracción. Paula nunca le había parecido una mujer fuerte, pero cuando sus dedos aferraron los suyos como una tenaza, le había costado no gemir y caer al suelo de rodillas.


—¿Eso ha sido para compartir un poco de dolor? —había bromeado cuando ella lo soltó.


—¿Qué? —Paula lo había mirado confusa.


—Nada —había sacudido la mano con discreción, esperando que volviera a circular la sangre.


El doctor entró poco antes de las siete para comprobar sus progresos. Pedro se entretuvo ahuecando las almohadas durante el examen, sintiéndose un poco incómodo.


—Todavía tardará un rato. ¿Por qué no das un paseo por el pasillo? —sugirió el doctor—. Volveré dentro de una hora; con suerte habrá progresos para entonces.


Así que pasearon por el pasillo, con la esperanza de que eso acelerara el parto. Pero cuando el médico volvió, poco antes de las nueve, Paula sólo había dilatado medio centímetro más. Iba a ser una larga noche. Los signos vitales del bebé estaban siendo monitorizados y el médico no parecía preocupado. Pero Pedro sí lo estaba. Hizo un aparte con una de las enfermeras.


—¿Cuánto tiempo va a durar esto? Paula ya ha aguantado mucho. No sé si podrá soportar mucho más —tampoco sabía cuánto podría aguantar él. Era un infierno verla retorcerse de dolor y no poder hacer nada para ayudarla.


La mujer sonrió y le dio una palmadita en la mano.


—Podría ser una hora, dos o incluso tres. Es difícil saberlo. Los bebés siguen su propio ritmo. Pero no se preocupe. Su esposa lo está haciendo bien. Muy bien. Y su hijo o hija estará aquí antes de que se dé cuenta.


Las palabras causaron tal anhelo a Pedro que no se molestó en corregirla. Él deseaba lo que la enfermera creía que ya tenía. Quería a Paula como esposa. Quería que su hijo fuera el suyo.


Se prometió que así sería, antes o después.


Serían una familia.


No estaba medio enamorado de ella. Estaba enamorado del todo, sin haber tenido siquiera una cita formal con ella. Sin haber hecho más que darle la mano, acariciarle la espalda y besar sus labios. Era muy distinto de cómo había sido con Helena, pero aun así se tomaría su tiempo.


Paula necesitaba acostumbrarse a su maternidad y seguía estando el tema de su marido. Ella había sido herida y maltratada emocionalmente por Lucas y por sus padres. Ya había avanzado mucho, pero él quería que todas sus heridas cicatrizaran, igual que lo habían hecho las de él en gran medida gracias a Paula.


Entretanto, él tenía que hacer planes para su futuro.



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