sábado, 11 de agosto de 2018

LA AMANTE DEL SENADOR: CAPITULO 15




Veinte minutos después Pedro apagaba su teléfono móvil y regresaba con Paula. Estaba deseando contarle la noticia que le había dado Marcos... y también acabar lo que habían empezado. Todavía estaba excitado por el modo en que había respondido a sus besos y sus caricias. Sin embargo, cuando llegó junto a la cama la encontró arropada y profundamente dormida. El vestido que él le había dejado a medio quitar estaba colgado sobre una silla, y a juzgar por el hecho de que se hubiese acostado sin ropa, como sugerían sus hombros desnudos, y de que hubiese dejado encendida la luz de la mesilla de noche, lo había estado esperando.


Pedro suspiró y se pasó una mano por el cabello. Parecía exhausta, y sería un cavernícola si la despertase sólo para satisfacer sus apetitos.


Inspiró profundamente y soltó el aire muy despacio. Habría otras ocasiones, se dijo, y apagó la lámpara de la mesilla.


Paula se despertó temprano a la mañana siguiente. Rodó sobre el costado, esperando encontrar a Pedro junto a ella, pero no estaba allí. Frunciendo el entrecejo se estiró, intentando recordar qué había ocurrido la noche anterior después de que se lavara los dientes, y se acostara a esperarlo, pero de lo único de lo que se acordaba era de lo cansada que estaba y de cómo había intentado con todas sus fuerzas permanecer despierta.


Según parecía no había superado aquella prueba de resistencia, pensó decepcionada. Oyó que llamaban con los nudillos a la puerta de Pedro, luego un murmullo de voces, y llegó hasta ella un olor a café y beicon que hizo que se le revolviera el estómago.


Al cabo de un rato Pedro apareció en el umbral de la puerta que comunicaba sus habitaciones con el pelo mojado de haberse dado una ducha.


—¿Lista para desayunar, dormilona? He pedido suficiente como para que podamos desayunar los dos.


Paula controló a duras penas las náuseas que le sobrevinieron.


—La verdad es que anoche debí excederme un poco, porque no tengo mucho apetito. Quizá una tostada.


Con un pulgar enganchado en una trabilla del pantalón, Pedro entró en la habitación de Paula.


—Pues yo anoche no llegué a saciar mi apetito.


Paula supo por la sonrisa lobuna que había en sus labios que no estaba hablando de comida.


—Siento haberme dormido —le dijo haciendo una mueca—. Supongo que estaba más cansada... y más satisfecha de lo que pensaba.


Pedro se sentó junto a ella en la cama y puso una mano en su mejilla.


—Me gustaría que continuáramos ahora donde nos quedamos anoche, pero tenemos que volver a Savannah para unirnos a una pequeña celebración familiar con Marcos y Dana. Han capturado a los miembros del cártel que hicieron que Marcos fuera acusado falsamente.


Paula emitió un gemido de sorpresa y se incorporó, apoyándose en los codos.


—¡Pero eso es fantástico! —exclamó con una sonrisa—. Cuánto me alegro, Pedro.


—Sí, son muy buenas noticias —asintió él—. Quería habértelas dado anoche, pero me dio pena despertarte sólo para eso. Bueno, para eso y para algo más... —añadió con picardía—. ¿Lo posponemos para otro día?


Paula asintió con la cabeza pero no estaba segura de que fuera buena idea




No hay comentarios.:

Publicar un comentario