martes, 31 de julio de 2018
¿PRÍNCIPE AZUL? : CAPITULO 14
Paula se moría de curiosidad y de ganas de hacerle más preguntas, pero sabía que era mejor no presionarlo. La historia de los comienzos de su negocio hablaba a las claras de su audacia y de su determinación.
Conservaba esa determinación, pero ¿qué le había pasado a su audacia? Abandonar la universidad para fundar una empresa a su edad no había sido un acto de conservadurismo.
¿Qué podía haberle sucedido para que dejara de ser ese arriesgado jugador que había sido no hacía tanto tiempo?
Cuanto más sabía sobre él, más intrigada se sentía. Desafortunadamente, ya habían llegado al restaurante medieval Castillo Camelot, y cualquier otra revelación tendría que esperar.
Nada más aparcar el coche, exclamó asombrada:
—¡Mira! ¡Un foso! Un puente levadizo y un foso. ¿No te parece increíble?
Aparentemente, Pedro no compartía su entusiasmo.
Después de enviar al equipo para que tomara imágenes exteriores, de relleno, Paula se preparó para la segunda parte de la introducción. El restaurante se encontraba en lo alto de un cantil, y el lago Travis brillaba al fondo.
—Apostaría a que este lugar es fabuloso por la noche —comentó mientras le entregaba a Pedro el micro para que se lo sostuviera.
—Supongo que usarás esta vista para la presentación, ¿no?
—¡Desde luego! —Paula se puso su chaqueta rosa y se retocó el maquillaje.
Pedro caminó hacia el puente levadizo, indicando al equipo que le siguiera. Paula lo observó por un momento y luego revisó sus notas. Georgina había escrito la introducción al segmento cuando lo único que había visto era el folleto publicitario del restaurante. Pensaba que el párrafo estaba algo cargado de adjetivos pero, francamente, el folleto nunca podría hacer justicia al local: se quedaba corto.
Habían aparcado debajo de la gran torre. Un cartel en caracteres góticos anunciaba que, después de haberse ganado su admisión, los clientes bien podían cruzar el puente bien a pie o en carro de caballos. Paula tomaba notas.
Sólo parecía haber una dificultad: el novio, Gabriel Whitey Whitfield II, caballero ataviado con una armadura completa, pensaba raptar a su doncella, Ambar Nicole Hewlet, montado en un corcel blanco y partir con ella hacia su castillo.
Desgraciadamente, más de veinte kilómetros de autopista separaban el colegio mayor de Ambar, cerca del campus universitario de Texas, del Castillo Camelot. Paula empezó a tamborilear con el lápiz sobre su bloc de notas. Georgina y ella preferían presentar las peticiones de matrimonio con toda veracidad, tal y como tenían lugar, pero en ese caso parecía apropiado hacer un pequeño truco de montaje, como por ejemplo cortar entre la partida de Whitey y su llegada al castillo. En todo caso la parte más importante serían los interiores, cuando Ambar estaría vestida con ropa medieval, como el resto de los huéspedes, y asistiría a un banquete servido por sus compañeras del colegio mayor y por los compañeros de universidad de Whitney. El coste de los numerosos disfraces había supuesto una porción muy considerable del presupuesto total para el especial de San Valentín, pero Georgina y Paula no habían dudado en asumirlo ante las posibilidades de aquella fantasía.
Debían rodar aquellas escenas en domingo, cuando el restaurante cerraba habitualmente.
Por fortuna, los padres de Whitey se encargaban de costearles la comida, pero incluso así Paula podía comprender la preocupación de Pedro. Iba a ser una petición de matrimonio muy romántica, pero también muy cara. Si todo salía bien, los espectadores quedarían encantados. Si no...
Paula se abrochó la chaqueta. Si aquel segmento no funcionaba, tendría que pedirle a Pedro más dinero. Y aquella perspectiva era demasiado horrible de considerar... Esbozando su radiante sonrisa televisiva, Paula levantó el micro:
—Detrás de mí tenemos al Castillo Camelot...
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