jueves, 5 de julio de 2018
LA TENTACION: CAPITULO 33
Pedro salió del coche y, mientras sacaba las llaves del bolsillo, se dio cuenta de que casi todas las luces de la casa estaban encendidas.
Apreciaba la cálida bienvenida, pero podía pasar sin pagar una factura de luz exorbitante.
—¿Paula? —la llamó al entrar. Nadie respondió.
Apagó la luz del salón y la de la cocina. Entró en el estudio y vio que el ordenador seguía encendido. Junto a él había medio vaso de whisky.
Se asomó al dormitorio y la vio dormida en el centro de la cama. Regresó al estudio y cerró la puerta a su espalda. Después de tomar un sorbo del whisky ya aguado, abrió el programa que lo ayudaría a seguir la pista de lo que había estado haciendo Paula.
Comprobó la primera entrada y vio que había entrado en la página de Chaves-Pierce.
Sintiéndose como un vulgar ratero, leyó el mensaje que había escrito:
Claudio,
¿Crees que este archivo adjunto que te envío es auténtico? Estoy preocupada. Llámame cuando puedas.
Paula.
Así que no era ella sola la que estaba preocupada.
—¿Qué es lo que tiene que ser auténtico, maldita sea? —preguntó Pedro en voz alta.
Volvió al programa de correo de Chaves-Pierce, pero pronto se dio cuenta de que ella había borrado el mensaje anterior. Sabiendo que había llegado a una calle sin salida, volvió al programa para ver los informes de lo que se había tecleado. Y lo que vio hizo tambalear la fe que tenía en la honestidad de Paula. Había estado buscando la expresión «títulos al portador».
Aunque ya habían pasado un par de años desde su clase de Transacciones Comerciales, Pedro sabía que en Estados Unidos no había ninguna razón legal ni justificable para tratar con esos títulos.
—Esto es una maldita mierda —dijo, y se bebió el resto del whisky.
Esperaría hasta la mañana siguiente y se pegaría a ella todo el día. Haría lo que hiciera falta hasta que Paula tuviera el valor de contarle la verdad.
Pedro imprimió las páginas de los informes y las guardó en un cajón de la mesa. Apagó el ordenador, dejó el vaso en el fregadero de la cocina y se metió en la cama, junto a Paula.
Ella se giró hacia él y se despertó.
—Te he echado de menos —le susurró.
Esas cinco palabras bastaron para que Pedro deseara estar dentro de ella otra vez.
Le hizo el amor de una manera rápida y desesperada, sin las palabras que quería darle a Paula a cambio. Primero necesitaba saber la verdad.
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