domingo, 1 de julio de 2018

LA TENTACION: CAPITULO 22




Después de toda una mañana sintiéndose un auténtico miserable, Pedro llegó a una conclusión. Si Paula no estaba dispuesta a calmar las preocupaciones que lo asaltaban sobre su situación, lo haría él mismo. Tal vez pudiera mostrar algo más de diplomacia y convencerla para que se abriera a él, en vez de intentar obligarla a que lo hiciera.


Tomó la tarjeta de visita de Chaves-Pierce que Paula había dejado como marcapáginas en el libro que estaba leyendo. Aquello no era robo. 


Volvería a dejar la tarjeta en su sitio en cuanto regresara a casa.


Vio que también había una página web de la inmobiliaria. No le haría ningún daño echar un vistazo. Miró a Cathy, la otra oficial que estaba en la comisaría. Estaba concentrada con un expediente, así que Pedro pensó que era relativamente seguro hacer alguna actividad extracurricular, al menos hasta que Carlos llegara, en unos veinte minutos. Tecleó la dirección de la página web en la pantalla de Internet y esperó a que se descargara la información.


La página era fina y elegante, muy al estilo de Paula. Pedro ahogó un silbido de asombro mientras se metía en la galería de casas que estaban a la venta. Si Paula le había dicho la verdad, probablemente su «problema» en el trabajo implicara unos cuantos ceros en el precio. No pudo encontrar ninguna vivienda por debajo de los tres millones.


Navegó por la página y leyó las breves biografías de Paula y de Roxana, la mujer que parecía ser su compañera. Luego se fijó en la fotografía de Paula, y pensó que nunca encontraría una mujer más atractiva. Roxana era espectacular, una belleza conseguida tal vez quirúrgicamente, y había algo inquietante en su expresión, pero Paula era... Si al menos Paula quisiera aceptarlo...


Cuanto más las miraba, especialmente a Roxana, más crecía su curiosidad. Paula procedía de una familia de dinero pero, ¿y Roxana? ¿Sería otra rica heredera?


Escribió su nombre seguido de la palabra «Miami» en su buscador favorito y comprobó los resultados. La mayoría eran notas publicitarias de revistas locales y periódicos, y a veces su nombre aparecía en las columnas de cotilleos.


El teléfono sonó y Cathy respondió la llamada. 


Pedro apenas apartó la mirada de la pantalla de su ordenador cuando ella dijo que iba a acercarse a una tienda de regalos para tratar con un posible ladrón. La mente de Pedro estaba en otra parte, y además acababa de ocurrírsele una idea.


A lo largo de los años había creado algunos contactos. Leo, uno de sus compañeros de Derecho, se había mudado a Miami para hacer prácticas con su hermano, que tenía una ostentosa compañía de abogados de famosos. Pedro se había encontrado con German, el hermano de Leo, un par de veces cuando ambos habían ido a Sandy Bend a pasar algunos fines de semana.


German era uno de esos tipos que te hacían favores sin hacer preguntas, lo que era una ventaja, porque Pedro no quería contestarlas. 


Así que sacó la tarjeta de visita de German de uno de los archivos que guardaba en un cajón y empezó a marcar su número.


—German, me estaba preguntando si podrías hacerme un favor. ¿Podrías comprobar dos nombres, Paula Chaves y Roxana Pierce? Sí, de la inmobiliaria Chaves-Pierce. ¿Has oído hablar de ellas? Necesito saber con quién tratan, con qué clase de amigos se mueven y ese tipo de cosas... No, no es una emergencia. Si tengo noticias tuyas mañana, sería estupendo... Sí, el próximo verano nos veremos. Gracias, German. Hablamos.


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