jueves, 26 de julio de 2018
CONVIVENCIA: CAPITULO 36
«Con té mágico o sin él, no dormiré esta noche», pensó Pedro, al meterse en la cama.
Octavio, que no se había despegado de su lado hasta que se acostó, se metió con él y se agarró a él con fuerza. Sol, que estaba al otro lado con su oso, también estaba despierta.
—Pedro, ¿nos hemos asentado? —preguntó la niña.
—Yo estoy muy cómodo —respondió él—. Y tú, ¿estás a gusto?
—Sí, pero a lo que me refería era a lo que nos dijiste cuando queríamos tener un perro.
—¿Un perro?
—¿No te acuerdas? Dijiste que no podríamos tener un perro en el hotel porque no nos dejarían, pero que podríamos tenerlo cuando nos asentáramos. ¿Te acuerdas?
—Oh, sí —respondió Pedro. Promesas, promesas que no iba a cumplir. Había tenido una conversación con Catalina y le había dicho muy claramente que diera marcha atrás. Y ella era la única persona que estaba moviéndose para que los niños pudieran asentarse.
Sin embargo, no le gustaba. No podía entregarlos de aquel modo.
—Si tuviéramos un perro, podría dormir con Octavioy tal vez él no tuviera miedo.
—Tal vez…
¿Cómo podría saber si una familia era adecuada con solo mirarlos? Aquellos niños eran tan inocentes… Si les hicieran algún daño…
—¿Podemos tener un perro, Pedro? ¿Nos hemos asentado ya?
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