viernes, 20 de julio de 2018
CONVIVENCIA: CAPITULO 17
Aquella repentina marcha sobresaltó a Paula.
¿Estaría enfadado con ella? O tal vez consigo mismo por haberse sentado con su ama de llaves? No parecía ser aquella clase de persona.
Entonces, recordó las tazas de café que ella se había tomado con Julieta, hablando de todos los temas del mundo. Paula echaba de menos a Julieta…
En realidad, echaba de menos a todo el mundo.
A Sam, a Pam, a Miguel… a todos los de la oficina. Echaba de menos a Chris y el ir al cine, salir a cenar o a bailar. En realidad, no estaba lista para nada más y se sintió en parte aliviada cuando a él le trasladaron. Sin embargo, hasta echaba de menos que él la llamara por teléfono.
Debía haber encontrado a otra persona mientras ella…
¡Eso era lo que le pasaba! ¡Echaba de menos a alguien con quien hablar! Su abuelo siempre le había dicho que era una persona muy extrovertida. Limpiar casas era una ocupación muy solitaria. No tenía nada que ver con las bromas que se hacen al intercambiar ideas en el ambiente del trabajo. Tal vez no se había dado cuenta de lo mucho que lo echaba de menos hasta entonces…
También le había parecido que él se sentía solo.
Cuando dejó la maleta en el suelo, parecía que llevaba el mundo sobre los hombros. Paula había sentido pena por él. En realidad, había sido en parte pena y en parte deseo de agradarle. Tenía la intención de mantener aquella relación hasta que volviera a su antiguo trabajo.
Sin embargo, había resultado muy agradable sentarse a hablar con él. Había algo en el modo en que levantaba la ceja derecha, aquella sonrisa, la postura alerta de su cabeza, como si realmente estuviera escuchando. Algunas personas estaban tan acostumbradas a comunicar sus propias ideas que nunca escuchaban lo que decían los demás, pero él no era de ese modo. Había resultado divertido hablar con él. Se apostaba algo a que le había dado que pensar sobre aquellas maniobras de reducción y fusión de empresas y que podría seguramente mejorar.
También había escuchado lo que ella le había dicho sobre Sol y Octavio. Aquello le agradaba.
No sabía por qué, pero los niños que él tenía tan abandonados lo adoraban. No dejaban de repetir su nombre, repitiendo lo que Pedro decía o lo que hacía.
Él no parecía preocuparse mucho por ellos.
Recordaba perfectamente que había hablado de dejarlos asentados permanentemente. Aquello le preocupaba. Por eso había dando tanta importancia a los dibujos. Sentía una necesidad imperiosa de hacerle comprender lo mucho que significaba para ellos. Durante un momento, pensó que lo había entendido y que se preocupaba también por ellos. Entonces, de repente, la había mirado de una forma tan intensa que la había puesto nerviosa. Después, cuando ella le había preguntado sobre el desayuno, le había respondido como si estuviera loco. Bueno, tal vez no loco exactamente, pero se había dado la vuelta bruscamente y había salido corriendo como si…
¡Dios santo! ¿Acaso se pensaba que estaba intentando engatusarle?
Había hablado demasiado con él, ¡con un hombre que ni siquiera apreciaba! ¿Cómo iba a caerle bien un hombre que había abandonado a su mujer y a sus hijos y que estaba preparado para volverlos a abandonar? No podía tener ningún sentimiento sobre aquella clase de hombre.
Además, no era asunto suyo. Su trabajo era ocuparse de la casa y de los niños. ¡Y mantenerse alejada de él! No quería que se hiciera una idea equivocada.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario