jueves, 19 de julio de 2018

CONVIVENCIA: CAPITULO 14



Pedro Alfonso se había escapado de su despacho temprano aquella tarde. En aquella relativa intimidad, podría revisar la agenda para la reunión de personal que tenía al día siguiente.


No había manera de escapar de Herbert Lawson de Lawson Enterprises. Había intentado ocultar su enfado aquella tarde, cuando hablaba con él por teléfono.


—Sí, señor. Tiene razón.


¡Maldita sea! Habían estado hablando de expansión y ahora se le ocurría trasladar toda la operación a las Filipinas. Aquello era como hacer un cambio de sentido en medio de una autopista.


—Pero, un cambio tan radical, señor… Deberíamos considerar los pros y contras antes de realizarlo… De acuerdo… Sí… claro que sí. Allí estaré.


Pedro cortó la comunicación con cuidado de no colgar el teléfono de un golpe. Aquel hombre era muy avaricioso. Solo le preocupaban los beneficios inmediatos. No pensaba en nada a largo plazo.


—Si realizamos lo que está considerando —se dijo, en voz baja—, nos… Ahora, ¿quién demonios es?


Alguien volvió a llamar a la puerta.


—¿Señor Alfonso?


—¡Sáltese esta habitación! —Exclamó Pedro, al darse cuenta de que solo era la señora de la limpieza—. ¿No le ha dicho la niñera lo que dije?


—Me gustaría hablar con usted, señor. Si puedo.


—¡Ahora no! Estoy muy… —exclamó Pedro, muy enfadado. Entonces, se dio cuenta de que era Lawson a quien quería estrangular, no a aquella pobre mujer—. Entre.


Paula estuvo a punto de echarse atrás. Aquella voz no sonaba muy afable. Tal vez no debería… ¡Al diablo con que no debería! Detrás de aquella puerta estaba el hombre que le había arrebatado su trabajo y su buen sueldo. ¡Se lo debía, maldita sea! Y ella estaba más que cansada de limpiar los cuartos de baño de los de más por calderilla.


Mientras él estaba dando montones de dinero a otras personas para que fueran a jugar al parque con los niños y no se daba cuenta de que no le hacían ni la mitad de lo que estaba pagando. A pesar de todo, tenía que saber que su casa era un completo desorden. Si pudiera convencerle de que…


—¿Y bien? ¿Qué quiere? —preguntó él muy impaciente.


—Siento molestarle, señor Alfonso—dijo ella, armándose de valor—. Solo quería… Yo… usted… Usted… —Lo que quería decirle pareció borrársele de la cabeza. El era el hombre del ascensor, el que la había tenido entre sus brazos y la había hecho sentirse a salvo. Le había transmitido tanta seguridad… Paula parpadeó, tratando de unir la imagen de aquel hombre tan amable con el que había dejado abandonados a aquellos niños. ¡El que, de un plumazo, le había puesto la vida patas arriba!


—¿Si? —preguntó él, mirándola.


¿Por qué se había imaginado que alguien que limpiaba su casa dos veces por semana tenía que ser grande y fuerte? Con toda seguridad, nunca se habría imaginado que sería una muchacha tan frágil… bueno, mujer. 


Seguramente era más mayor y más fuerte de lo que parecía.


A Paula le pareció que él estaba rebuscando dentro de ella, sabiendo… ¡Oh, Dios! 


Recordando lo que había pasado en aquel ascensor. No contrataría a una mujer que…


—¿Qué es lo que quiere, señorita… señorita…?


«¡No lo sabe! ¡No sabe que soy esa idiota! Gracias a Dios».


—Paula Chaves, señor. Yo… hay algo de lo que me gustaría hablar con usted.


—¿Referente a?


—Su casa.


—¿Mi casa? —repitió él, atónito.


—Yo no vengo aquí todos los días, pero no he podido evitar notarlo. Se ha tomado muchas molestias para organizar el mantenimiento de esta casa y del cuidado de los niños. No pude evitar darme cuenta de que…


—Fue una responsabilidad que adquirí de manera repentina e inesperada —dijo él, interrumpiéndola como si le hubiera leído el pensamiento.


Paula recordó las palabras de Sol. ¿Cómo no iba a esperar verse cargado con sus propios hijos? Aquel no era el tipo de hombre para el que le gustaba trabajar pero… ¿Más dinero y menos trabajo?


—Me preguntaba si no habría considerado reducir el número de empleados y consolidar los resultados.


—¿Qué ha dicho? —preguntó él.


Como si no hubiera oído nunca aquellos términos. «¡Pues a mí me los aplicaste bien y me quitaste mi trabajo!».


—Supongo que habrá oído hablar de ese procedimiento.


—Por supuesto, pero en el mundo de los negocios. Sin embargo, usted estaba hablando de mi casa.


—Y de los varios negocios que hay incluidos en ella.


—¿Cómo dice?


—Niñera de Nanny Inc., el servicio de comidas a domicilio de Carter Catering y el servicio de limpieza de Chaves, para empezar.


—Ya veo a lo que se refiere —dijo él, con una sonrisa.


Aquella sonrisa la desarmó completamente. Era tan abierta, tan sincera. Además, los ojos le brillaban de un modo… Paula apartó la mirada y recorrió la desordenada habitación con deliberación.


—Entonces, supongo que también verá que la combinación de estos servicios bajo una sola persona haría que todo funcionara mucho mejor.


—Tal vez, pero para el poco tiempo que vamos a estar aquí…


—¿Es que no se va a quedar aquí? —preguntó ella. Aquello explicaba la falta de muebles.


—Solo hasta que encuentre algo adecuado… Hasta que los niños estén asentados permanentemente.


—¿Asentados? —repitió Paula, sintiendo que la ansiedad se apoderaba de ella.


—Sí.


Paula esperó para ver si él le daba más detalles, pero no fue así. Además, ¿qué le importaba a ella? ¿Es que iba a deshacerse de Sol y de Octavio? Ya les habían arrebatado a su madre, su casa, su perro y todo lo que les resultaba familiar.


El parecía estar preguntándose por qué ella seguía allí todavía. Al ver que Paula no se movía, Pedro hizo otro intento por explicarse.


—No es perfecto, eso lo admito, pero es una situación temporal que todos debemos tolerar hasta que yo pueda organizarlo todo de un modo satisfactorio para los niños.


¡Hombre sin sentimientos! Paula hubiera querido lanzarse a él para pegarle un puñetazo, llevarse ella misma a esos niños para poder protegerlos.


—¡Que sea temporal no significa que sea intolerable! —Exclamó ella, intentando suavizar el tono—. Es decir, yo podría… yo estoy disponible.


—¿Disponible?


—De eso quería hablar con usted. Está contratando a varias personas para que se encarguen de una situación temporal. Eso me parece…


—Sé que hay que hacer muchas cosas —dijo él, esbozando de nuevo aquella sonrisa—. Más de lo que nunca me habría imaginado —añadió, suspirando. Por un momento, Paula casi sintió pena de él.


—Yo podría hacerlo todo.


—¿Todo?


—Yo podría encargarme de la cocina, de limpiar, de todo. Y por menos dinero. —añadió, aunque solo un poco menos. Ella pretendía cobrarle también lo suyo.


—Tal vez, pero no me parece que eso fuera justo, señorita… señorita…


—Chaves. Paula Chaves.


—Señorita Chaves, no creo que fuera justo contratarla por un período tan corto de tiempo.


—Eso no importa. Además, eso es mi problema —replicó ella, con la mente puesta en esos niños. Si ella pudiera poner algo de orden y de amor en sus vidas…—. Yo cuidaría bien de los niños, de verdad. Yo… Piense todo el dinero que ahorraría eliminando simplemente a esa carísima niñera.


—Ese, señorita Chaves, es el asunto principal —afirmó él, estudiándola—. Yo no sé nada del cuidado de los niños. Tengo que confiar en los expertos. Y lo digo sin ánimo de ofenderla, pero tengo que estar seguro siempre de que están en buenas manos. Nanny Inc. es un servicio del que tenía muy buenas referencias y, además, eligen cuidadosamente a su personal.


—Yo también puedo darle buenas referencias, señor —replicó Paula, por no decirle lo que pensaba de Nanny Inc. y sus niñeras. Sin embargo, tenía que concederle a él el hecho de que le preocupara que les acosaran o les maltrataran—. Le aseguro que los niños estarían en muy buenas manos.


—Me temo que esta situación es demasiado para una persona sola. A menudo estoy fuera durante varios días…


—Entonces, un ama de llaves interna es lo que necesita —respondió ella, sin poderse creer que ella hubiera dicho aquello. ¿Vivir con alguien para el que ni si quiera le gustaba trabajar?


—Me temo que no es eso lo que yo estaba buscando. Como le he explicado, esta situación es solo temporal. Solo he alquilado esta casa durante un corto período de tiempo, está sin amueblar y…


—En ese caso, el beneficio sería mutuo. Yo también me encuentro en una situación temporal.


—¿Cómo dice?


—Tengo que mudarme.


—¿Qué?


—He cambiado de trabajo —dijo ella—. Voy a empezar a trabajar en un puesto más en mi línea.


—¿Y que implica una mudanza?


—Sí, me encuentro entre dos trabajos —respondió ella, intentando dar una explicación racional—. Me quedan un par de meses para poder presentarme a mi puesto en… Minnesota —añadió, cruzando los dedos.


—Entiendo —contestó Pedro. A Paula le pareció que no la creía—. ¿Dice que un puesto en Minnesota?


—Más en mi línea, pero dado que no puedo ir hasta dentro de un par de meses, yo… bueno, no quiero ampliar el contrato que tengo sobre mi apartamento.


—Entiendo —dijo él, pareciendo todavía algo dudoso.


—Estaría encantada de poder ayudarle durante estos dos meses y… bueno, me convendría cancelar el alquiler de mi piso y guardar mis pocas cosas aquí temporalmente —explicó Paula. Así, se libraba del caro apartamento y del coste del guardamuebles de una sola jugada.


—No estoy seguro de que sea…


—¡Toda economía es buena, por pequeña que sea! No sé si se da cuenta de que le estoy ofreciendo limpiar, cocinar y cuidar de los niños. Eso le costaría menos que lo que está pagando ahora por los tres servicios.


Él entornó los ojos. Paula supo enseguida que estaba calculando los costes. Paula también calculaba. Si le pagaba a ella la mitad o incluso un tercio de lo que pagaba por los tres servicios…


—Estoy segura de que le parecerá un acuerdo de lo más satisfactorio y mucho mejor para los niños —añadió, sin poder evitarlo.


—¿Y esas referencias, señorita Chaves?


—Las tendrá antes de que acabe la semana.


—Muy bien, cuando las tenga volveremos a hablar y consideraré su propuesta —concluyó él.


Paula sabía que decía aquello solo para deshacerse de ella más que para considerar lo que ella le había dicho.


«¡Espera y verás!», pensó ella. Cuando era una adolescente en Sacramento, había cuidado a los hijos de varias personas muy importantes, entre ellas los hijos del actual gobernador.




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