miércoles, 18 de julio de 2018

CONVIVENCIA: CAPITULO 11




—Estoy un poco preocupada —le dijo Paula a Julieta—. Mi abuelo no se está comportando… bueno, como solía.


—¿Cómo es eso?


—Mi abuela me dijo que el otro día, a la hora de comer, tuvo un altercado con otro hombre. Por el modo en que le había pasado la sal —explicó Paula, intentando imaginarse a su abuelo, que siempre había sido una persona afable y agradable, en una situación como aquella—. Mi abuela dice que cuando juegan al bridge parece muy confundido.


—Eso no es buena señal. ¿Ha visto a un médico?


—Sí, mi abuela consiguió por fin que fuera y luego habló ella con el médico.


—¿Y?


—No está seguro. Dice que tal vez sea que está envejeciendo. Mucha gente se vuelve más irritable con el paso del tiempo. Y se olvidan de ciertas cosas, pero mi abuelo siempre ha sido una persona muy tranquila. Estoy muy preocupada.


—Ya me lo imagino. ¿Crees que podría tener eso…? ¿Cómo se llama lo que afecta a tantas personas hoy en día? Al… algo. La señora Salter, una mujer para la que trabajo, dice que su padre está tan afectado por esa enfermedad que ni siquiera la conoce.


—Oh, Julieta, no me digas eso, por amor de Dios. No podría soportarlo.


—Y tampoco podrías pagarlo, creo. La señora Salter dice que los centros son muy caros.


—Oh, no tendríamos que preocuparnos por eso. Mis abuelos compraron un apartamento en una residencia de mayores que les garantiza cuidado médico continuo sin aumentar el coste. Por eso mi abuelo insistió en que era el mejor lugar. Dijo que no quería que se convirtieran en una carga si caían enfermos.


—Buena decisión. Hay que estar siempre preparado.


—Sí, mi abuelo siempre ha sido así. Extravagante, especialmente en lo que a mí se refería, pero muy listo. ¿Por qué me voy a preocupar de algo como el Alzheimer? Lo que tenga que ocurrir, ocurrirá de todos modos. No creo que mi abuelo vaya a perder la mente tan aguda que tiene así como así.


En aquel momento, sonó el teléfono. Paula fue a contestar. Era la señora Dunn, cuya casa limpiaba cada jueves.


—Hola, Paula. Te llamo por unos vecinos, una familia que se acaba de mudar a la casa de al lado. Necesitan desesperadamente alguien que venga a limpiar dos veces a la semana. ¿Te interesa?


—Claro que sí —respondió Paula. Dos veces en semana. Necesitaba todos los trabajos que pudiera con seguir. Cada vez le costaba más conseguir el dinero para sus abuelos y para mantenerse ella misma. Si no conseguía un trabajo fijo pronto…


—Estupendo. Es la casa de la derecha. El 168 de Pine Grove. Este es el número de teléfono. El nombre es Alfonso.


Paula anotó el número y colgó el teléfono, preguntándose… Alfonso. ¿Por qué le sonaba tanto ese nombre?





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