domingo, 15 de julio de 2018

CONVIVENCIA: CAPITULO 1




Paula Chaves miró con aprensión el vestíbulo vacío del edificio del Bonus Bank. No había nadie esperando para montarse en ninguno de los ascensores, ni nada que indicara cuándo vendría alguien y apretaría el botón del que iba a los pisos 21 a 40. Ella se acercó a dicho ascensor y, llena de valor, levantó el dedo. Sin embargo, no pudo apretar el botón.


¡Aquello era una locura! Solo porque le había ocurrido una vez no significaba que fuera a quedarse atrapada en un ascensor cada vez que se montara en uno.


A pesar de todo, Paula no estaba loca. ¿Acaso no había pasado por la universidad como un rayo y se había sacado un máster en Empresariales con solo veintitrés años? En aquel momento, con veintiséis, era directora de Desarrollo e Investigación de CTI, Computer Technology Incorporated. «Ya no», se recordó.


No había perdido el trabajo porque no fuera buena en lo que hacía. ¡Fusiones! Todo aquello era una locura. Era solo el resultado de todas aquellas extrañas maniobras de absorción de empresas y reducciones de plantilla que son tan comunes hoy en día en el mundo de los negocios.


En cualquier caso, era CTI quien había perdido, no ella. Ya estaba tanteando y con su preparación, la competencia la contrataría en un abrir y cerrar de ojos.


«Y tal vez con un despacho en el primer piso», pensó, intentando reírse de sí misma. ¿Por qué no podía perder aquella ridícula fobia a los ascensores?


Casi había conseguido superarla. Por pura necesidad. Nunca hubiera podido subir las escaleras hasta el piso treinta todos los días laborables durante un año entero. Por ello, había tenido que ceder un poco: se montaría en el ascensor solo si alguien subía con ella. De esa manera, no estaría sola en caso de muerte o si se producía un desastre.


Tendría que haber llegado más temprano. No todos habían perdido su trabajo y los ascensores hubieran estado repletos de trabajadores a primera hora de la mañana. Lo había pensado mal. Había sido una estupidez creer que no importaba llegar un poco tarde su último día de trabajo.


Cuando vio que una mujer entraba en el vestíbulo, se irguió, esperanzada. Sin embargo, la mujer se detuvo delante del que iba hasta el piso veinte. Paula dio un paso atrás, como si estuviera esperando a alguien. Disimuló haciendo que miraba un mural en la pared mientras no dejaba de observar de reojo a la mujer. Iba muy bien vestida, con un elegante traje oscuro. En la mano, cubierta por un guante, llevaba un maletín de piel.


«Como yo», pensó Paula, tocándose con una mano el sedoso cabello negro que, con un corte muy elegante, le llegaba a los hombros. «He ido a la peluquería, me he hecho la manicura y voy tan bien vestida como la más elegante de todas las elegantes ejecutivas. Y trabajo mejor que la mayoría de ellas. Me lo dijo Sam Fraser».


—No me gusta hacerte esto —le había dicho él, cuando le entregó el formulario de color rosa que daba por terminado su contrato—. Desarrollo e investigación ha ganado dinamismo desde que tú estás al mando. Además, no es culpa tuya que hayamos caído en el mercado.


—Pero eso es solo temporal —había protestado ella, más preocupada en aquel momento del potencial de CTI que de su situación personal—. Por supuesto que vamos a caer en el mercado cuando se está generado un gran paquete de acciones. Sin embargo, cuando los nuevos programas estén en el mercado, nuestras acciones subirán.


—Sí, pero la fusión depende de la cotización actual. Pedro Alfonso, el hombre que está negociando el acuerdo, no deja de mirar el mercado y si nuestras acciones no suben, empezará un proceso de liquidación. Tenemos que recortar costes para aumentar los beneficios. Y los mandos intermedios son de lo primero que hay que deshacerse. Lo siento.


Así se había desvanecido su trabajo. Así de fácil. Solo porque un pez gordo sentado en su despacho de Nueva York lo había decidido así tras estudiar el mercado de valores. Un pez gordo que se llamaba Pedro Alfonso. Paula nunca se hubiera imaginado que sería capaz de odiar a un hombre sin conocerlo.


¿Qué podía decir él sobre el valor real de CTI, si se pasaba la vida sobre su trasero a casi cinco mil kilómetros de distancia?


Más concretamente, ¿por qué demonios había decidido CTI fusionarse con Lawson Enterprises en aquellos momentos? ¡Solo llevaba allí un año! Nunca hubiera pensado que pudiera ser candidata a la jubilación anticipada…


Al ver que un hombre entraba en el edificio, se puso de nuevo alerta. En cualquier otro momento, se hubiera dado cuenta de que era alto, moreno y muy atractivo. Sin embargo, aquella mañana, Paula solo notó que se dirigía directamente al ascensor que iba del piso 21 al 40. Por ello, no perdió ni un momento.



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