lunes, 21 de mayo de 2018
BAJO OTRA IDENTIDAD: CAPITULO 28
Eliana llevaba unos minutos corriendo, para calentar los músculos. Tenía un entrenamiento con el equipo una hora después, y le pareció un incentivo perfecto para correr un poco más.
Aunque estaban en febrero, hacía un día bastante cálido y Eliana empezó a sudar en seguida. Pero esperaban un frente frío en los días siguientes, y la consecuente bajada de las temperaturas. Las gentes de Houston tenían un dicho: «Si no te gusta el tiempo, espera cinco minutos y cambiará».
—¿Por qué quería hablar Alfonso contigo? —preguntó a su acompañante, sin dejar de correr.
Sabrina no contestó.
—¿Te ocurre algo, Sabrina? ¿Algún problema con Alfonso?
—¿Problemas? No, ningún problema. Sólo quería preguntarme por el silencio que mantuve durante el pequeño debate, eso es todo. ¿Puedes creerlo? No te preguntó a ti, aunque apenas hablaste. Pero yo no dije nada sobre su maravilloso trabajo —comentó con ironía—, así que quería saber si me ocurría algo. ¿Hablo tanto normalmente como para llamar la atención cuando no lo hago?
—Bueno, no sé si hablas demasiado o no, pero no te importa dar tu opinión, y eso es bueno. Las clases son mucho más divertidas desde que llegaste. Y creo que Alfonso ha sido muy amable al interesarse por ti.
—¿Amable? —preguntó, mientras aceleraba el ritmo.
Eliana aún no había conseguido alcanzar el ritmo de Sabrina, aunque había mejorado mucho durante las últimas semanas. Las dos mujeres habían establecido una relación muy especial; Sabrina se había convertido en una especie de enciclopedia ambulante para Eliana, una enciclopedia con todo tipo de información útil para sentirse mejor y aumentar su estima.
En aquel momento notó un movimiento en la pared de ladrillo del edificio que albergaba el gimnasio. Se abrió una puerta y apareció un chico en pantalones cortos, sin camiseta, que empezó a hacer unos cuantos estiramientos.
Era Tony Baldovino.
Sabrina bajó el ritmo de inmediato.
—Tranquilízate, no pasa nada. Seguiremos corriendo como habíamos pensado.
—Debí ponerme algo más interesante —dijo Eliana.
—Venga, Eliana, Tony es como el resto de los chicos que vemos por aquí. Sólo quiere hacer ejercicio, eso es todo. Ni siquiera habrá notado nuestra presencia.
Tony terminó de calentar enseguida, y cuando las vio, sonrió.
Aquella sonrisa bastaba para que el corazón de Eliana se acelerara peligrosamente, y Paula lo notó.
—Eliana, mírame. No pierdas el ritmo de la respiración.
Tony empezó a correr, y segundos más tarde se había puesto a la altura de Sabrina.
—Hola, chicas. ¿Os parece que lo hago bien?
—Sólo si quieres parecer aún más estúpido que nosotras —respondió Sabrina, sonriendo—. O si estás intentando desahogar tus frustraciones con un poco de ejercicio. Haz como si Alfonso corriera delante de ti. Conmigo funciona.
Tony rió.
—No es mala idea. Pero yo necesito correr más deprisa. Que os divirtáis. Ya nos veremos.
—Sí, supongo que nos doblarás enseguida.
Tony rió y se alejó en la distancia.
—¿Lo ves? No ha sido tan malo —dijo Sabrina.
—No ha sido tan malo porque estás conmigo. Si hubiera estado sola, habría sido mucho peor.
—Es probable.
Eliana la miró con sorpresa.
—Eliana, actúas como si llevaras un cartel que dijera: métete conmigo. Das por sentado que la gente quiere tomarte el pelo, que van a excederse contigo. Y mientras sigas haciéndolo, es posible que lo consigas.
—Haces que parezca como si yo deseara que se metan conmigo. Pero no es así.
—Si tú lo dices...
—Vamos, Sabrina. Ya has visto cómo se comporta Wendy conmigo, por ponerte un ejemplo. Yo no le he hecho nada, y desde luego no le he pedido que me trate de ese modo. Ni siquiera sé por qué lo hace.
—Te trata así porque se lo permites. Es una estúpida, y disfruta metiéndose con la gente. Es cierto que también lo hace con personas que se defienden, pero los que se defienden salvan su estima. Confía en mí, sé de lo que estoy hablando. Hasta las personas que nos quieren se limitan a tratarnos como nosotros queremos que nos traten. Piensa en Tony, por ejemplo. Es un buen chico. Se ha acercado a nosotras para tomarnos el pelo, pero es cierto que tenemos un aspecto algo estúpido. ¿Y qué? Lo he aceptado, y todos nos hemos reído. Si hubiera reaccionado de otro modo sólo habría caído en un victimismo inútil.
Eliana suspiró.
—Se me ocurren peores cosas que ser víctima de Tony.
—Tienes razón.
Eliana rió.
De repente, las dos mujeres estaban riendo. Y reían tan alto que tuvieron que detenerse.
—Bueno, creo que ya no podemos seguir. ¿Te parece que lo dejemos para otro día? —preguntó Paula.
—No, hagamos un par de kilómetros más.
—¿En serio? Me dejas anonadada.
Tony pasó ante ellas en aquel instante, ajeno a su conversación.
—Haremos de galgos —dijo Eliana, riendo—. La primera que alcance al conejo, gana.
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