domingo, 20 de mayo de 2018

BAJO OTRA IDENTIDAD: CAPITULO 25




Paula empujó la bandeja sobre las barras de hierro del autoservicio del instituto. Tras seis semanas de hacer cola en el comedor, podía encontrar lo que deseaba con los ojos cerrados. Pero aquella tarde decidió cambiar de plato; unas calorías extra, siendo lunes, no importarían demasiado.


Cuando llegó a la caja, sacó la cartera para pagar.


—Vaya, hoy no has elegido pavo.


—Qué inteligente. Creo que sé distinguir entre el pavo y la ternera.


Rogelio se ruborizó de inmediato, y Paula corrió a disculparse.


—Lo siento, Rogelio, he tenido un mal día, pero no me hagas caso.


Rogelio le dio el cambio.


—Descuida. Yo tengo muchos días malos.


—¿Cuándo libras, Rogelio?


—Los viernes —respondió el chico, con una sonrisa—. Me preguntaba si lo habrías notado.


—¿Bromeas? ¿Cómo quieres que no note esa sonrisa? Laurie tendrá que tener mucho cuidado contigo si no quiere que te cace otra —dijo Paula, refiriéndose a la nueva novia de Rogelio.


Paula se alejó de la caja, muy contenta. Rogelio tenía mucho mejor aspecto; había ido a un dermatólogo y su cara ya no estaba cubierta de acné. En realidad, ella había tenido algo que ver en el asunto. Sospechaba que la timidez del chico se debía a un problema tan trivial como ese, de modo que había hablado con Donna, quien a su vez se había puesto en contacto con los padres del chico.


Se dirigió a la mesa, para comer, intentando no pensar en Pedro. Pero el profesor se encontraba a cierta distancia, apoyado en una pared. Hizo un esfuerzo para no mirarlo, pero fracasó y sus miradas se encontraron. Fue como si hubiera sentido una descarga eléctrica, algo muy poderoso que no podía controlar. Sin embargo, Pedro apartó la mirada casi de inmediato.


Paula pensó que siempre la apartaba. Y una y otra vez, se decía que lo había imaginado todo, que el brillo de deseo que había creído notar en sus ojos no existía.


Había observado con detenimiento a Donna y había notado que hacía lo posible por estar cerca de él, pero Paula no había intervenido. Sencillamente, tenía la impresión de estar muriendo, poco a poco, cada día. Era incapaz de contener el deseo que dominaba su cuerpo conquistándolo inexorablemente.


Pero no quería pensar en eso, de modo que siguió avanzando hacia la mesa. Tres meses más y se habría marchado del instituto, aunque pensó que en cierto modo lo echaría de menos, sobre todo cuando sus compañeros la saludaron, con el entusiasmo de costumbre.


—Vaya, vaya —dijo Eliana, mirando la bandeja de Paula—. Llevas tantas calorías en ese plato que debe pasarte algo terrible.


Un mes antes, Eliana no habría dado ninguna importancia a la comida. Pero ahora hacía lo posible por controlarse.


—Ya veo que he creado un monstruo —dijo Sabrina—. Pero has acertado, algo va mal. Por el camino me he topado con Bruce.


Paula se había tropezado con Bruce, literalmente, en el corredor.


—¿Y qué quería? —preguntó Carolina.


—Quería que supiera que da una fiesta el viernes. Dijo que estarías allí, pero que sus padres no estarían presente.


Carolina se ruborizó.


—Sólo le dije que lo pensaría.


—En tal caso, no hay problema. Porque si piensas en ello, no irás.


Paula había desarrollado un profundo aprecio por Carolina, al margen de la preocupación que sentía por el simple hecho de ser la hermana de Pedro. No habían salido juntas otra vez, pero charlaban muy a menudo en el instituto, o por teléfono.


—De todos modos, sospecho que no nos lo has contado todo —intervino Eliana—. ¿Qué más te ha dicho?


—Lo típico en un idiota como él. Nada que no pueda manejar.


Eliana sabía que Bruce se metía con Sabrina cada vez que podía. Pero no sabía que la fuerza física y la hostilidad de Bruce inquietaban a Sabrina más de lo que estaba dispuesta a aceptar. Acababa de definirlo, con palabras bastante exactas, lo que pensaba hacer con Carolina, y Paula había tenido que esforzarse para contener su ira. Aquel individuo era perfectamente capaz de aprovecharse de Carolina para hacerle daño a ella, y lo sabía.


—Sabrina.. —dijo Janice, desde el otro lado de la mesa—. ¿Es cierto que hoy se reúne el comité de festejos?


—Creo que se reúne mañana. ¿Por qué lo dices?


—Porque Wendy quiere que hagan una fiesta temática, y que todos vayamos disfrazados de Barbie y Ken. Espero que te opongas, porque me niego a hacer el ridículo de esa forma.


Paula rió, al igual que el resto de sus compañeros.


—No sé si servirá de algo mi oposición, pero lo intentaré.


—He oído que a Wendy le gustaría ser Barbie por una noche, y que espera que Tony haga de Ken —rió Derek—. Hasta han comentado que los alumnos que quieran podrán hacerse una foto con ellos. Como si fueran celebridades, o algo así.


Carolina rió.


—Preferiría fotografiarme con una rata —espetó Eliana.


—No sé, tal vez estamos siendo algo groseros —declaró Beto—. Sería una buena oportunidad para estar junto a una rubia atractiva. ¿Quién sabe? Es posible que tuviera suerte.


—Si recuerdo bien la anatomía de una Barbie, necesitarás algo más que suerte —dijo Fred—. A esa muñeca le falta de todo, arriba y abajo. Necesitaría una buena operación de cirugía estética. Pero, ¿qué os parece si nos olvidamos de ese asunto? Me aburren las conversaciones sobre fiestas. Venga, que alguien cambie de conversación.


Derek decidió hacerle caso y cambió de conversación.


—He oído que Alfonso se acuesta con Donna Kaiser —declaró, mientras se llevaba un buen trozo de pan a la boca.


Paula se quedó sin aliento.


—¿Por qué me miráis de ese modo? —preguntó Derek.


—Porque hablar con la boca llena no es de buena educación. Caramba, tío, tienes que mejorar un poco tus modales —dijo Beto, haciendo un gesto hacia Carolina. Derek lo comprendió enseguida.


—Oh, vaya, lo siento, Carolina. A veces olvido que Alfonso es tu hermano. Como nunca hablas de él...


—Lo sé, no te preocupes. Es cierto que está saliendo con Donna, pero no es nada serio. ¿Quién te ha dicho que se acuestan?


—Lisa Meyer. Tyler Wilkes le dijo a Lisa que Karen Polk le había dicho que su hermana mayor vive en el barrio de Donna Kaiser. Al parecer, la hermana de Karen vio un hombre que salía de su casa a las tres de la mañana, el pasado sábado. Bueno... supongo que entonces sería el domingo. El caso es que Karen supuso que debía de ser Alfonso, puesto que Donna Kaiser siempre está coqueteando con él.


Paula había perdido el apetito. Donna decía que intentaba evitar a Pedro en el instituto, porque sabía que a la dirección no le gustaban ciertas cosas. De hecho, a menudo se quejaba de lo difícil que era mantener las distancias; pero resultaba evidente que no estaba haciendo un buen trabajo.


Pero ya no importaba. Las palabras de Derek habían destrozado las últimas esperanzas que albergaba. Ahora sabía que la relación de Donna y Pedro iba en serio, y no podía esperar que el profesor demostrara el menor interés por ella.



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