viernes, 30 de marzo de 2018

POR UNA SEMANA: CAPITULO 25





De pronto Pedro, en medio de aquella escena, recuperó el control y dejó de moverse. Y entonces miró a Paula a los ojos. Eran como dos lagos enormes que parecían ocultar todos los secretos del universo, todos los secretos que él había estado buscando desde la infancia, en su soledad, reflexionó. Pedro se perdió en su sonrisa, en la suavidad y en la dulzura que tanto había anhelado. Era como si por fin hubiera encontrado lo que tanto había echado de menos en la vida, pensó, pero estaba triste porque sabía que no sería capaz de retenerlo.


Paula comprendió que algo le ocurría, así que lo abrazó por el cuello y lo atrajo hacia sí obligándolo a moverse. Se lo dio todo, y él la amó poniendo todo el cariño y la generosidad de que fue capaz. Pedro se maldecía porque sabía que, al final, no iba a conseguir sino hacerle daño.


Paula nunca se había sentido tan libre como cuando, finalmente, su cuerpo se estremeció de satisfacción, pletórico de aquello que había estado buscando desde... desde el día en que había posado los ojos sobre Pedro Alfonso, se dijo. Cuando él cayó por el precipicio del éxtasis con ella para descansar luego juntos, Paula se quedó quieta, pensando, con los ojos cerrados.


No podía dejar que él desapareciera de su vida, reflexionó. 


Aún no. No sabía qué esperaba de él, ni si él sería capaz de dárselo.




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