miércoles, 28 de marzo de 2018

POR UNA SEMANA: CAPITULO 19





—¿Ocurre algo malo? —preguntó Paula acercándose—. Pensé que ya estarías calentando el motor. Pedro, ¿dónde está la tarta?


Pedro no podía confesarle que lo único en lo que había sido capaz de pensar era en sus hombros desnudos. Se había pasado el tiempo fantaseando sobre ella, de modo que contestó:
—Me la he comido —Paula frunció el ceño incrédula—. Sí, ya sé que ni siquiera tú eres tan ingenua. ¿Me creerías si te digo que se la ha comido Frankie?


—Seguro que está en el coche —contestó Paula pasando por delante de él y viendo el plato en el asiento de atrás—. Es fantástico que no estemos realmente casados. Si lo estuviéramos a estas alturas ya te habría regañado.


—No, si lo estuviéramos a estas alturas estaríamos en la cama, no perdiendo el tiempo tratando de convencer a mi padre de que soy feliz.


Paula parpadeó confusa, tratando de decidir cómo tomarse aquello. Finalmente se dijo que Pedro sólo estaba fingiendo ser un marido gracioso, y su interpretación quedó confirmada cuando él puso un brazo sobre sus hombros y dijo:
—Creo que te escoltaré y abriré la puerta para que nos vayamos acostumbrando a tocarnos el uno al otro.


—Supongo que tendré que sonreír y sobrellevar esa parte de la función —contestó Paula.


Trataba de no pensar en su mano, que descansaba sobre el brazo de Pedro, ni en las de él. Pedro le hacía sentirse pequeña, delicada. No rellenita, como la llamaba Ramiro de vez en cuando, recordó. De pronto se dio cuenta del tiempo que llevaba sin pensar en su marido, de lo llena que estaba su mente de aquel hombre. Pedro la hacía respirar entrecortadamente, la estaba volviendo loca, recapacitó. 


Había cambiado su vida desde el mismo momento en que lo conoció. Pero se marcharía al día siguiente, recordó. El viento les llevó a ambos la fragancia de las plantas. Subió al coche y pensó que aquella era una noche para los amantes.


Observó a Pedro dar la vuelta y se preguntó: ¿lo haría? ¿Se atrevería a ceder ante aquel deseo que había comenzado a inundar cada centímetro de su cuerpo? ¿Cedería ante un deseo que no tenía relación alguna con aquello que ella siempre había venerado y esperado, con el amor?


Pedro salió marcha atrás y frenó de golpe al ver pasar de largo a los Simmons en sus bicicletas. 


Luego, en lugar de seguir, se quedó observándolos y frunció el ceño.


—¿Qué ocurre? —preguntó Paula.


—Nada —contestó él girando la cabeza y sonriendo.


Ya tenía demasiadas preocupaciones, se dijo Paula.


Hablaría con Pedro sobre Frankie en otro momento. —Antes de irnos, ¿te has acordado del anillo?


—¡Sabía que se me olvidaba algo...! —contestó Pedro dando un golpe al volante.


—Lo imaginaba. ¡Menudo marido estás hecho!


Paula abrió el bolso y sacó una pequeña caja de terciopelo. Pedro la observó cohibido. Puso la mano sobre la de ella para detenerla y Paula lo miró perpleja.


—Ese anillo... no será el de tu anterior matrimonio, ¿verdad? —preguntó Pedro.


—¡Por supuesto que no, yo nunca usaría el anillo de Ramiro! —contestó Paula horrorizada.


Su corazón latía compungido sólo de pensarlo. 


Respiró hondo y sintió que se calmaba. ¿Pero qué estaba haciendo?, se preguntó. ¿Cómo podía hacerse pasar por la esposa de Pedro burlándose de una institución como el matrimonio? 


Por muy penosa que fuera la situación de Pedro, aquello iba en contra de todos sus principios, pensó.


—Es de mi tienda —explicó Paula—. Te lo he dicho, para mí el matrimonio es sagrado, y eso incluye el mío con Ramiro.


—Lo sé —contestó Pedro alargando una mano para levantar su rostro tomándola por el mentón.


Los segundos parecieron pasar veloces mientras el corazón de Paula se derretía ante su mirada. La expresión de los ojos de Pedro era de soledad, de dolor y de necesidad, todo mezclado, recapacitó.


—No debería de hacerte pasar por esto —se lamentó Pedro—. Sé que no está bien, pero si no voy allí esta noche, Paula, nunca podré dejar atrás mi pasado. Por favor, no me abandones ahora. Te necesito



No hay comentarios.:

Publicar un comentario