martes, 6 de febrero de 2018

BAILARINA: CAPITULO 16





Llamó al timbre del piso y le abrió lá puerta Angie.


—¡Hola! —le dijo y la reconoció al instante
Entra, te estaba esperando.


—¿Hum? —exclamó Pedro tratando de ocultar su sorpresa—. Soy Pedro Alfonso y he venido a ver a...


—A Paula, ya lo sé. Volverá en cualquier momento. ¿Quieres una taza de té o algo más fuerte?


—No, nada, gracias —dijo Pedro, pero le dio el impermeable y se sentó en el sofá, preguntándose por qué había ido y cómo podía aquella mujer saber que iría—. Así que estabas... esperándome.


Angie asintió y se sentó cruzando las piernas ante unas cartas que tenías colocadas sobre el suelo.


—Por favor —dijo—, perdóname, tengo que terminar esto. Tengo que resolver algunas cosas antes de terminar.


—Ya veo.


—¿Estás familiarizado con la ciencia de la numerología?


Pedro negó con la cabeza.


—Es fascinante. Una interpretación intuitiva de cualquier cosa que desees comprender.


—Ya veo —dijo Pedro de nuevo, aunque no comprendía nada. Recordó las palabras de Sid «Rarísimas». Pero Angie tenía un aspecto de lo más normal, descalza y con vaqueros cortos y una camiseta vieja. Estaba concentrada en su tarea, haciendo anotaciones a lápiz en las cartas y no quería molestarla, pero tenía que saber algo.


—Has dicho que me estabas esperando.


Angie lo miró y sonrió.


—Ah, sí. La forma en que la mirabas la otra noche... Lo sospeché inmediatamente —dijo asintiendo con énfasis—. Paula y tú os habéis conocido en otra vida.


Pedro la miró fijamente. «Sí, claro que nos hemos conocido, pero en esta misma vida». Se sentía muy extraño, ¿a qué estaban jugando aquellas dos?


—¿Has dicho que Paula volverá en cualquier momento?


—Sí, ha ido a dar un paseo.


—¿A dar un paseo? —dijo Pedro mirando hacia la ventana—. ¿Con lo que llueve?


—Oh, a Paula no le importa la lluvia. Pero sospecho que ya lo sabes.


—¿Yo?


—Oh, sí. Siento con mucha fuerza que sois almas gemelas y que os conocéis muy bien.


—¿Almas gemelas?


—Pero no puedo asegurarlo hasta... Oye, ¿quieres que te haga la carta astral?


—¿La carta astral?


—Sí.


—No, no, gracias. Además, tengo que irme —dijo Pedro.


Pero una vez en la calle, cuando una ligera lluvia le mojó la cara, sintió un impulso mucho más fuerte de encontrarla. Debía estar dando un paseo en el parque que había allí al lado.



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