martes, 2 de enero de 2018

LA VIDA QUE NO SOÑE: CAPITULO 49




Paula cayó de rodillas. Se estremeció y estalló en sollozos. 


Pedro se agachó a su lado y la abrazó con fuerza, como si así pudiera contener su dolor.


Dos policías le pusieron las esposas a Jorge, que acababa de recuperar el conocimiento.


Pedro incorporó a Paula y la llevó fuera. La recostó sobre uno de los coches patrulla, para que recuperase la respiración.


El tercer oficial salió, dio una palmada en la espalda de Pedro y miró a Paula.


—¿Está bien, señora?


—Sí —musitó ella, con un hilo de voz.


—¿Estás segura? —preguntó Pedro


Ella asintió.


—Podría haberte matado —dijo él con voz angustiada.


—Nunca quise involucrarte en todo esto —dijo ella, moviendo la cabeza.


—Creo que es indudable que me involucre voluntariamente —dijo él.


La tomó en sus brazos y la apretó contra sí. Paula cerró los ojos, disfrutando de la seguridad que sentía con él.



****


Veinte minutos después, Pedro aporreó la enorme puerta delantera de la casa de Ramiro. Paula estaba a su lado. 


Apenas habían hablado hasta llegar allí. Pedro sabía que necesitaba ver a su hijo y comprobar que estaba bien.


Un irritado Ramiro Webster abrió la puerta.


—Alfonso, ¿qué diablos…? —vio a Paula y apretó los labios—. No puedo entregártelo, Paula.


Pedro le dio un empujón.


—Y un cuerno no puedes. ¿Dónde está Santy?


—Sal de mi casa, Alfonso —el rostro de Ramiro se puso rojo como la grana —, o llamaré a la policía.


—Ahora mismo están ocupados con Jorge.


Eso dejó a Ramiro paralizado.


Paula entró al vestíbulo, corrió hacia la escalera y llamó desde abajo.


—¡Santy! ¿Dónde estás?


—¿Mamá?


Se oyeron unos pasos arriba y poco después Santy corrió escaleras abajo y se lanzó a sus brazos.


—Oh, cielo —sollozó Paula, abrazándolo. Santy apretó la carita contra su pecho.


—Papá me dijo que ya no querías que viviera contigo. Que no ibas a volver nunca.


—Santy, tú eres lo más importante de mi vida —dijo ella, intentando controlar las lágrimas—. Nunca voy a dejarte —alzó la cabeza y miró a Ramiro—. ¿Cómo has sido capaz de hacer esto?


—También es hijo de Jorge —replicó él, con voz poco convincente.


Paula lo miró un momento en silencio.


—Me pregunto si pensarás lo mismo cuando le haga esto a tu hija.


Ramiro se quedó inmóvil. Palideció.


—¿De qué estás hablando?


—Quizá deberías preguntárselo a Lorena —dijo ella. Tomó a Santy de la mano y salió de la casa.



****

Esa noche se quedaron en casa de Pedro. Santy, agotado, se quedó dormido en cuanto Paula lo acostó.


Encontró a Pedro en la cocina. Lola, a sus pies, lo miraba con adoración. Había ido a recogerla a casa de su amigo, mientras Paula se daba una ducha y acostaba a Santy. 


Descorchó una botella de vino y le ofreció una copa a Paula.


—Gracias —dijo ella. Tomó un sorbo—. Por todo.


—No tienes por qué dármelas.


—Si no hubieras llegado cuando lo hiciste…


—Llegué —dijo él.


—Sí. Así es.


Él dejó el vaso en la encimera y fue hacia ella.


—¿Qué haremos ahora? —le preguntó, poniendo una mano en su nuca y alzando su rostro.


Paula lo miró con emoción. Lo amaba y quería que él lo supiera. Pero tenía que ser en el momento adecuado. No podía ofrecerle nada hasta que su vida estuviera en orden, hasta que supiera quién era ella, libre del yugo de la violencia de Jorge.


—Creo que los dos tenemos unos cuantos cabos sueltos que deberíamos atar —le dijo.


Él alzó su barbilla con el dedo.


—Si decides que en tu vida hay un lugar para mí, ven a buscarme. No hará falta más.


Se inclinó y la besó. Paula se preguntó si estaba loca por dejarlo marchar. Le devolvió el beso, haciéndole saber lo que no podía decirle aún.



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