jueves, 18 de enero de 2018

LA AMANTE DE LOS VIERNES: CAPITULO 26




Pedro se pasó toda la noche dando vueltas en la cama, a pesar de que el whisky tenía que haberlo ayudado a conciliar el sueño. ¿Qué le pasaba? Había conseguido su objetivo. 


Iba a ser nombrado presidente de Alfonso Enterprises. Había hecho las paces con su padre acerca de su adopción ilegal y había conocido a su madre. Tenía todo lo que quería.


Salvo… que la mujer a la que había dejado embarazada pensaba que no quería saber nada de ella. No podía olvidar el dolor que había visto en sus ojos cuando la había insultado. Intentó justificar su comportamiento recordando todo lo que había leído en las revistas la semana anterior. 


Ella no había negado nada, o tal vez él no le había dado la oportunidad.


Tenía que haberla llamado. Sabiendo lo insegura que era y lo baja que tenía la autoestima, tenía que haber imaginado que la falta de comunicación durante tantos días iba a afectarle. Ella no era responsable de las complicaciones de su vida personal y, como no estaba al corriente de la noticia que le había dado Eleonora, sólo sabía que él no la había llamado.


Cuando empezó a amanecer Pedro decidió no seguir intentando dormir. Se puso unos pantalones de deporte y se hizo un café bien cargado. Mientras se lo bebía, mirando el jardín por la ventana, se preguntó si aquella casa, de tres pisos, que no estaba vallada, era adecuada para un niño.


Un niño. Permitió a su mente que procesase la palabra, pero no fue capaz de asimilarla del todo. Paula estaría preciosa embarazada, a ella sí se la imaginaba. Se imaginó abrazándola, poniendo la mano en su vientre para notar al bebé, las visitas al ginecólogo, las compras…


De pronto, lo invadió el júbilo. Un bebé. Una oportunidad para enmendar los errores del pasado. Para estampar su identidad en otro ser humano y demostrarle que era un ser precioso, deseado, querido.


De repente, sintió que tenía que compartir aquella experiencia. Pero tenía que esperar, sólo eran las cinco y media de la mañana. Se puso una camiseta y fue a correr por la rocosa playa para intentar tranquilizarse.


¿Y qué pasaba con Paula? Él había convertido su aventura prohibida en un escalón más para conseguir su objetivo. 


Técnicamente, una vez conseguido éste, ya no la necesitaba. Mientras seguía corriendo, con el sudor deslizándose en sus ojos, se hizo la siguiente pregunta: si él no se hubiese marchado y ella no se hubiese quedado embarazada, y si no hubiese vuelto a salir con su ex novio, ¿habrían continuado con su relación después de que él hubiese sido nombrado presidente?


La respuesta era sí. Estaban muy bien juntos. Paula le había demostrado con su comportamiento que lo apoyaría en su carrera y que haría que fuesen una familia feliz. Él podría ayudarla a confiar más en sí misma y a desarrollar la fundación. Era divertida, buena y sexy. Le gustaba estar con ella y le atraía muchísimo.


Y también le hacía sentirse celoso… Mientras subía las escaleras de su casa, sus pensamientos volvieron a oscurecerse. Pedro lucharía hasta la muerte para conservarla. 


Nadie, ni Jeronimo Cook ni su mojigato padre lo mantendrían alejado de la mujer a la que amaba.




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