sábado, 4 de noviembre de 2017
NO TE ENAMORES: EPILOGO
Todo estaba en su lugar. Las ventanas, con las luces navideñas; el árbol de Navidad, junto a la chimenea del salón; y la mesa, completamente llena con la comida que Catalina Chaves había preparado.
La cena de Nochevieja comenzaba oficialmente a las ocho de la tarde, pero nadie cumplía con el horario. La gente empezó a llegar a las siete, y cinco minutos después, toda la casa estaba abarrotada.
Con la mirada brillante y un vestido rojo, Paula reía y recibía los besos y abrazos de un montón de desconocidos que parecían alegrarse mucho por Pedro, que estaba encantado; a fin de cuentas, había ido en compañía de Tomy.
En determinado momento, Leandro se le acercó y dijo:
—Creo que ha llegado la hora del brindis. Damian, pásame el champán.
—¡Ya voy…! —gritó su hermano, que apareció con varias botellas bajo el brazo.
Mientras Damian y Leandro servían las copas de la feliz pareja, Pedro se rió.
—Quiero fotografías de este momento —dijo—. ¿Será posible que mis hermanos hayan asistido a mi fiesta de compromiso? ¡Es increíble! ¡Que alguien eche un vistazo al cielo! No me extrañaría que viera una manada de cerdos volando.
—¡Eh! —protestó Leandro entre risas—. Si no recuerdo mal, los tres quemamos nuestras licencias de matrimonio y prometimos que no nos volveríamos a casar.
—Es verdad —dijo Pedro—, pero…
—Pero fue antes de conocerme —lo interrumpió Paula.
—Cierto —intervino Silvina, con John a su lado—. El pobre Pedro no tenía la menor oportunidad. ¿Cómo no se iba a enamorar de Paula?
Pedro arqueó una ceja y miró a sus hermanos, riendo.
—¿Y bien? ¿Tenéis algo que objetar a eso?
—No, nada en absoluto —respondió Leandro.
—Estoy de acuerdo con Leandro —declaró Damian, sonriendo—. Pau, tú sabes que te adoramos. De hecho, si tuvieras una hermana…
—Te fuCatalina ChavesKate O’Reilly, que alzó su copa para proponer otro brindis—. ¡Por Pedro y Paula! Para que su felicidad y su amor dure toda una vida.
Los invitados empezaron a brindar, pero Catalina no había terminado la frase.
—¡Y por Leandro y Damian! —añadió.
Pedro rompió a reír.
—¿A qué viene eso? —preguntó a su madre.
—A que tus hermanos serán los siguientes —respondió.
Leandro y Damian se miraron con espanto.
—¡Oh, Dios mío! ¡Estamos condenados!
Fin
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