sábado, 4 de noviembre de 2017

NO TE ENAMORES: CAPITULO 34




Luisa Shue vivía en una casa modesta de Silver Spring, en Maryland.


Pedro acudió en compañía de Leandro y de los agentes del FBI que los habían acompañado esa misma mañana. 


Cuando llegaron, los miró y dijo:
—Seguramente sabe que la estamos buscando y que se arriesga a pasar una buena temporada entre barrotes. Estad preparados. Podría ser capaz de cualquier cosa.


—Danos diez minutos para que rodeemos la casa —dijo Leandro—. ¿Tienes la orden judicial?


Pedro asintió.


—Sí. Encontré pruebas de sobra en su despacho, incluida una carta de Jefferson a Washington que valdría una fortuna en cualquier subasta. La había escondido en el forro de una chaqueta que tenía en el armario.


—¿Cuánto tiempo lleva en Archivos Nacionales?


—Seis años.


Leandro silbó.


—¡Por todos los diablos…! En seis años ha podido robar la mitad de los tesoros del país.


Pedro asintió.


—Y tendremos suerte si podemos recuperar la mitad de esa mitad — observó—. Venga, terminemos de una vez.


Los hombres del FBI rodearon la casa, y Pedro y Leandro llamaron a la puerta. Durante unos segundos, Pedro tuvo miedo de que huyera; pero enseguida oyeron el cerrojo.


Luisa apareció desarmada ante ellos, pálida como la nieve y con mirada de evidente desesperación.


—¿Cómo habéis sabido que soy yo?


—Por simple casualidad. Te vi esta mañana en las cercanías del Theodore Roosevelt Memorial y supe que no podía ser una coincidencia — respondió Pedro—. Me acordé de que trabajabas en adquisiciones y sume dos y dos.


Ella lo miró con asombro.


—¿Qué relación mantenías con Miguel Chaves? —continuó—. ¿Salías con él? ¿O sólo lo utilizabas para dar salida a los documentos robados?


—Miguel y yo éramos amigos. Amigos de verdad.


—¿Y él sabía que eras una ladrona?


—¡Por supuesto que no! ¡Él nunca habría…!


Luisa no terminó la frase. Debió de pensar que ya había dicho demasiado, porque cambió de actitud y añadió:
—Quiero un abogado.


Pedro se encogió de hombros.


—Si quieres jugar de ese modo, haz lo que quieras, pero te conviene cooperar.


Ella no dijo nada. Él la miró y le informó de sus derechos:
—Tienes derecho a permanecer callada. Tienes derecho a…


Un agente esposó a la mujer y se la llevó. Minutos más tarde, Pedro y el resto de los hombres se dedicaban a registrar la casa en busca de más pruebas. Encontraron multitud de objetos robados, incluidos una docena de mapas de la revolución estadounidense y de la guerra civil, que había escondido en los bolsillos y en los forros de varias chaquetas, faldas y pantalones.


Poco después, uno de los agentes del FBI descubrió un doble fondo en el armario del dormitorio principal. Contenía una fortuna en libros antiguos.


Pedro todavía estaba maldiciendo a Luisa cuando Damian lo llamó por teléfono.


—Ahora no puedo hablar, Damian. Acabamos de arrestar a la ladrona que estábamos buscando y me pillas en mitad de…


—Paula ha sufrido un accidente —lo interrumpió.


—¿Qué has dicho?


—Que ha sufrido un accidente.


—¿Qué ha pasado? ¿Cómo se encuentra? ¿Dónde está?


—La han llevado al hospital Saint Joseph —respondió Damian—. Un conductor borracho se saltó un semáforo y se estrelló contra su vehículo. Acabo de oírlo por la radio y me ha parecido que querrías saberlo.


—Voy ahora mismo.


Pedro cortó la comunicación y salió tan deprisa que estuvo a punto de llevarse a su hermano por delante.


—¿Se puede saber qué te pasa?


—Es Paula. Ha tenido un accidente… Damian me acaba de llamar para informarme. Un conductor se saltó un semáforo y chocó con su vehículo.


—Entonces, márchate. No te preocupes; yo me ocupo del resto.


Leandro no tuvo que repetirlo. Pedro ya había salido de la casa y corría hacia el coche.






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