lunes, 20 de noviembre de 2017

MI UNICO AMOR: CAPITULO 17




El cielo se había oscurecido notablemente cuando Paula emprendió camino hacia la costa, pero el mal clima no le preocupaba. Incluso, cuando los relámpagos iluminaron el cielo y las nubes se abrieron, faltándole unos treinta kilómetros para llegar.


Paula se limitó a accionar los limpiadores del coche y a mirar la carretera, iluminada por los faros delanteros. Adrian le había dicho que un tramo cerca de la costa, solía inundarse, pero no permitió que eso la alterara. No llovía tanto como para que el nivel del agua fuera peligroso y aunque no había dejado de llover desde media semana, estaba segura de que llegaría a la cabaña mucho antes de que la posible inundación pudiera ser una realidad. El MG funcionaba muy bien y recorría la distancia sin problemas.


La densa oscuridad no le permitía ver la cabaña cuando finalmente llegó y de todos modos, no quiso mojarse más de la cuenta mirando a su alrededor mientras sacaba su maleta. 


Deprisa le puso la llave al coche. Había un pequeño jardín frente a la casa y caminó rápido por el sendero que la llevaría a la terraza del frente.


Dejó la maleta en el suelo del vestíbulo y suspiró de alivio al sacudirse las gotas de lluvia del cabello. Se quitó la chaqueta, la colgó en el perchero y entró en la sala.


Dos lámparas de pared, emitían una luz tenue y Paula se les quedó mirando como tonta; sus pensamientos vagaban y se sentía desorientada. Deslizó la vista y la fijó con total claridad sobre el hombre que extendió sus largas piernas del mullido sillón antes de ponerse de pie.


—Hola, Paula —murmuró Pedro—. ¿Tuviste buen viaje?





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