lunes, 20 de noviembre de 2017

MI UNICO AMOR: CAPITULO 16





Al acercarse más a la sala iluminada con calidez escuchó el murmullo de las conversaciones y el leve tintineo de una copa que colocaron sobre una mesa. Se detuvo en momento al evocar el vino tinto derramado, rojo como la sangre y los fragmentos de cristal crueles y brillantes. De manera maligna aquello era algo simbólico, ejecutado para atemorizarla.


—¿Qué te pasa, Paula? —Adrian se detuvo y la observó—. Te pusiste pálida, ¿te sientes mal? No debes permitir que Pedro te altere. Sus cambios de estado de ánimo generalmente se deben al proyecto que lo ocupa. No quiere dar a entender nada en especial, pero sucede que descarga sus frustraciones embotelladas, en la persona que tenga cerca. Y hoy fuiste tú.


—No es por eso. Quizá sólo estoy cansada. Ha sido un día largo, pasé varias horas preparando un programa nuevo. Me sentiré mejor después de un buen descanso.


Frunció la frente al tratar de desalojar la duda que le atacaba la cabeza. ¿Qué segura estaría en su apartamento si algún loco estaba empecinado en pescarla? Se estremeció y Adrian le rodeó los hombros con un brazo.


—Quizá has trabajado más de la cuenta —comentó, mirándola con detenimiento—. Necesitas tomarte un fin de semana para alejarte de todo lo que se relacione con las computadoras y la logística —pensó un momento y agregó—: Por supuesto, ¿por qué no se me ocurrió antes? En la costa tengo una cabañita que no se usará este fin de semana. ¿Por qué no vas allá y disfrutas de un par de días de sol y mar? Bueno, quizá no de sol, si nos fiamos del pronóstico del tiempo, pero al menos sería un cambio de ambiente para ti.


Paula pensó en la idea un rato. Eso podría darle una perspectiva mejor de lo ocurrido. Debía irse de inmediato y quedarse allí unos días. Podría pensar con más claridad si se alejaba de Eastlake y quizás hallaría la respuesta en cuanto a quién podía ser la persona que le enviaba las amenazas.


—¿Estás seguro de que podré hacerlo? —preguntó—. ¿Qué me dices de Emma? A lo mejor se le antoja ir allá.


—No lo hará —respondió confiado—. No te preocupes por eso. Emma quedó en pasar el fin de semana con una prima, de modo que no hay posibilidad de que te molesten. Prepara tu maleta, métela en tu coche y deja que yo me ocupe de lo demás. Puedo llamar por teléfono para que tengas suficientes provisiones hasta el lunes.


—Me agradaría —asintió despacio.


—¿Planeas ausentarte este fin de semana, Paula? —interrumpió la voz de Pedro, áspera y grave.


La inesperada intrusión sobresaltó a Paula.


—Hace mucho tiempo que no voy a la cabaña —comentó Adrian—. Allá siempre me siento muy bien. Debe ser por el cambio de aire.


—¿Es allí a donde irás? —preguntó Pedro mirando a Paula.


—Sí —respondió ella en tono severo—. ¿Tienes alguna objeción?


—Ninguna. Quizá obre maravillas en tu temperamento.


—Estoy segura de que así será —murmuró—. Alejarme de ti tiene que ejercer un efecto positivo.


—Lástima que este fin de semana tenga que ir a la planta Brooksby. La idea de ir a la costa es mucho más tentadora.


Caminó frente a ella.


—¡El cielo no lo permita!


Paula se estremeció.


—Creo que tú y él, debéis resolver algunos problemas —observó Adrian.




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