martes, 28 de noviembre de 2017
COMPROMISO EN PRIMERA PLANA: CAPITULO 12
Exactamente a las siete de la mañana del día siguiente, Pedro entró en el Park Café y miró alrededor. La vio enseguida, en una mesa cerca del lavabo, mordiéndose los labios. Estaba nerviosa y se preguntó por qué. ¿Qué tenía que decirle? Después de todo, en la nota no había una respuesta definitiva; sólo le pedía que se reuniera con ella en el café.
Pedro se abrió paso entre las mesas. No le había sorprendido demasiado volver a saber de ella, pero no tenía claro qué iba a decirle. ¿Estaría dispuesta a aceptar su oferta?
Mientras se acercaba sintió algo, no algo sexual, sino algo que no le resultaba nada familiar… algo parecido a una sensación posesiva, como un primate golpeándose el pecho.
Paula era suya.
La fiereza de esa reacción lo dejó sorprendido, pero se decía a sí mismo que era por la necesidad de conseguir el puesto de presidente de AMS, no por un desesperado deseo de tenerla.
—¿Tengo tiempo de pedir un café expreso o ésta va a ser una conversación corta? —preguntó.
Paula respiró profundamente antes de decir:
—He decidido aceptar el trato.
—¿El trato? —Pedro sabía perfectamente a qué se refería, claro.
—Casarme contigo durante un año.
—Ah, bien.
—Bien.
Pedro se volvió para hacerle una seña al camarero, que lo conocía bien y le serviría un expreso exactamente como a él le gustaba.
Debía parecer tranquilo mientras se sentaba frente a Paula, pero por dentro estaba explotando de satisfacción al saber que iba a conseguir lo que quería. Era suya. Era suya durante un año. Y él era el nuevo presidente de AMS.
La observó tomando el café que, sin duda, ya estaba frío.
Aunque no llevaba las gafas, tenía el mismo aspecto de siempre: mona, bajita e informalmente vestida con vaqueros y camiseta. Pero se dio cuenta entonces de que todo en ella parecía… brillar. Su largo pelo oscuro apartado de la cara por una coleta, destacando esos intensos ojos verdes. Y los labios generosos cuya suavidad aún recordaba. Y las curvas…
Cada centímetro de ella parecía brillar.
El camarero se acercó y dejó un doble expreso delante de él.
Absolutamente encantado con Paula, y con su nueva situación, Pedro habló sin pensar:
—Yo mismo sugerí que este matrimonio fuese un acuerdo entre los dos, pero debes saber que te encuentro muy atractiva. No sé si me resultará fácil no tocarte o besarte otra vez, pero si tú no quieres…
—No quiero.
Su rechazo hirió el ego de Pedro, pero no lo demostró.
—Muy bien. Entonces respetaré tu decisión.
—Y yo entenderé que quieras salir con… en fin…
—¿En fin?
—Que te acuestes con otras mujeres —dijo Paula en voz baja, como si estuvieran en una iglesia y no en un café lleno de gente que reía y hablaba por el móvil.
—Estupendo —sonrió él—. Gracias por ser tan comprensiva.
—De nada.
Pedro observó sus mejillas sonrojadas y la poco disimulada curiosidad en sus ojos. Él no era tonto. A Paula Chaves le gustaba… mucho, si no estaba equivocado. Y fueran cuales fueran sus razones para colocar el cartel de «No pasar», estaba seguro de que lograría convencerla para que lo quitase en muy poco tiempo.
—Por lo que yo sé, a las esposas no les gusta compartir a sus maridos.
—Sí, supongo que eso es cierto —asintió ella—. Pero sabes que tú no serás mi marido de verdad.
De nuevo, experimentó aquella sensación posesiva. Pedro levantó su taza y tomó un sorbo de café, el caliente líquido calmando un poco a esa nueva bestia que había dentro de él.
—Aunque a ti te parezca bien que vea a otras mujeres mientras estemos casados, me temo que yo no puedo permitirte lo mismo.
—¿Permitirme? —repitió ella.
—Eso es.
—Yo no obedezco órdenes, Pedro.
—Pero eso es parte del trato.
—No puedes añadir cláusulas al trato cuando te venga en gana.
—Vamos a estar casados durante un año. Buscar sexo fuera del matrimonio sería humillante y dañino tanto para ti como para mí —Pedro dejó lentamente la taza sobre la mesa—. Te juro que yo no romperé mis votos de matrimonio.
Ella lo miró, incrédula.
—¿No vas a salir con otras mujeres?
—No. Durante un año, no habrá ninguna otra mujer en mi vida.
Paula tragó saliva.
—O sea, que vas a pasarte sin sexo durante un año. ¿De verdad crees que puedes hacer eso?
No, no lo creía. Especialmente con ella paseando por su apartamento día y noche, bañándose en su bañera, sentándose a su lado en el sofá, brillando todo el tiempo…
Pedro tomó un sorbo de café y dejó escapar una especie de gemido.
—¿Qué, demasiado caliente?
—Podría ser. Sí, podría ser.
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