viernes, 6 de octubre de 2017
RUMORES: CAPITULO 27
-¿Sigues en casa de la encantadora Miranda? -preguntó Pedro cuando consiguió por fin meterla en el asiento trasero de un taxi.
-¿Te gustó ella entonces? A ella le gustaste tú.
-Eso es muy gratificante -Dijo Pedro dándole la dirección al taxista.
-No creo que nadie notara que estoy borracha. Creo que salimos con bastante discreción.
Apoyó la cabeza en el hombro de Pedro. El mundo empezó a girar de una forma nauseabunda y tuvo que abrir los ojos de nuevo.
-No sé por qué montaste tanto jaleo por el pendiente. La gente estaba mirando.
Se llevó la mano al lóbulo de la oreja.
-¡Vaya forma de despreciar una pequeña fortuna!
-¡No seas tonto! -dijo deslizando un dedo por la fuerte línea de su mandíbula-. No son auténticos. No creerás que iba a gastarme una fortuna en diamantes. Son de bisutería -se quitó el otro-. Lo siguiente que dirás es que esto es piel auténtica -rozó el borde de la chaqueta-. No me conoces muy bien, ¿verdad? No me gustan realmente esas cosas.
Pedro miró por encima de su cabeza con una expresión suave.
-Estoy empezando a pensar que tienes razón.
-Lo que si era un buen pedrusco era lo que llevaba Rebecca.
-¿Y lo viste desde tan lejos?
-Soy mujer, Pedro. Las mujeres nos fijamos en esas cosas. Alguna gente podría considerarlo ostentoso y de poco gusto.
-Pero no tú, por supuesto.
-Sería un poco evidente por mi parte, ¿no? Es evidente que ella cree que el mejor amigo de una chica es un diamante.
-¿Y quién es para ti, Paula?
-Un amante estaría bien, ¿no crees? -murmuró con una sonrisa adormilada que le hizo contener el aliento a Pedro.
-No tienes sentido que llames. Miranda está en El Cairo -dijo Paula cuando Pedro levantó su peso más para llegar al interfono-. Los ascensores están por ahí -añadió agitando las piernas cuando él la alzó más-. Puedes posarme ya. Mi pierna está mejor. Solo fue ese escalón que se me resistió. Eres fuerte ¿verdad? -observó sus abultados músculos-. Tienes unos bíceps preciosos.
-Si el ascensor no funciona, no te preocupes, que caminarás.
-Este no es el tipo de edificio en el que no funcionen los ascensores.
Y no lo era, pero en el ascensor había otros ocupantes que sonrieron con cortesía y miraron en otra dirección mientras ella le ronroneaba con suavidad en la oreja y enterraba los dedos en su pelo.
Cuando llegaron a la puerta del apartamento, Pedro la posó manteniéndose muy cerca de ella por si fuera necesario.
-Prométeme una cosa.
-Lo que quieras -dijo ella feliz enroscando los brazos alrededor de su cuello.
-No hagas nunca un musical.
Las notas apenas reconocibles de un gran éxito todavía resonaban en sus oídos.
-¿Y por qué iba a hacer esa tontería? Si no tengo nada de oído -caminó con gran cuidado hasta el otro extremo de la habitación y se desplomó en el sofá-. Miranda dice que esto es una inversión -comentó observando con disgusto la tapicería geométrica-. Yo lo odio. ¿Vas a volver con Rebecca ahora?
-Te prepararé una cafetera.
Cuando Pedro volvió un momento después, Paula estaba roncando con suavidad con la cabeza doblada sobre el pecho.
Pedro se quedó allí contemplándola en silencio unos minutos. Su áspero exterior ocultaba una sensibilidad y profundidad emocional que se manifestó por un instante en la sonrisa de sus labios. Los intentos que hizo por despertarla fueron recibidos por un enfadado:
-¡Déjame en paz!
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