viernes, 6 de octubre de 2017
RUMORES: CAPITULO 28
La amnesia era horrible y el sabor de su boca metálico y desagradable. El traje de diseño azul que llevaba puesto la noche anterior estaba doblado con cuidado sobre el respaldo de la silla, así que no debía haber sido tan malo si se había tomado tantas molestias. Metió la cabeza bajo las sábanas y vio que llevaba las bragas de seda de la noche anterior.
El movimiento de la cama de agua le revolvió el estómago, así que se puso una bata corta y se fue al cuarto de baño. El agua fría salpicada en la cara y el lavado de dientes tuvieron un efecto muy agradable.
Por alguna extraña razón, seguía oliendo a café y se preguntó si serían los efectos de la resaca. Porque era una tremenda resaca lo que tenía. Por primera y por última vez en su vida, se prometió.
El café era una buena idea, pensó mientras se dirigía a la cocina. Miranda tenía una cocina de diseño con los últimos electrodomésticos y nada de comida nunca. Le gustaría no haber pensado en el estómago...
Salió de la habitación al salón en el mismo momento en que alguien salía de la cocina.
-¡Oh, Dios mío! -gimió parándose en seco- Pedro estaba secándose el pelo con una toalla con la camisa abierta mostrando toda la gloria de su ancho torso-. ¿Cómo has podido? -gimió-. Estaba borracha.
-Como una cuba -acordó él animado-. ¿Cómo he podido qué, Paula? ¿Quieres un café? Te prepararía un buen desayuno pero no hay nada en esa cocina.
A Paula le dio un vuelco el estómago al oír mencionar la comida.
-¿Deduzco por tu mirada que tienes algunas lagunas en la memoria?
-No creo que quiera recordar.
Sus ojos miraron con horrorizada fascinación cómo sus músculos brillaban y se inflamaban cuando se enroscó la toalla alrededor del cuello.
-No te subiste a las mesas ni nada parecido.
Paula lo miró con odio.
-No es mi actuación pública lo que me preocupa -se sentó antes de que se le doblaran las piernas-. ¿Te importa?
Paula tiró del dobladillo de la bata corta al ver dónde tenía él la mirada clavada.
-Anoche no eras tan modesta.
-No quiero oír hablar de anoche. No sé cómo puedes estar ahí con ese aire tan altivo. Estás a punto de casarte con otra mujer -se llevó la mano a los labios al recordar algo más de la noche anterior-. ¡La próxima semana! Eres un bastardo infiel. ¿Cómo te atreves a reírte?
-¿Estás suponiendo que eres irresistible?
-¿Estás intentando decirme que no hicimos...?
Ladeando la cabeza, Pedro la miró con expresión de exagerado asombro.
-Por mucho que te sorprenda, prefiero a mis mujeres conscientes. Y los ronquidos me desaniman un poco.
Paula no pudo ocultar un violento sonrojo.
-Bueno, ¿y por qué no me lo has dicho directamente?
-No quería estropear tu justa indignación. Anoche eras como un gatito y hoy como un dragón. La transformación es fascinante.
¿Gatito? ¿Qué quería decir con gatito? Aquello le sonaba muy alarmante.
-¿Qué se supone que debo pensar? Estaba desnuda...
-Casi.
-Bueno, si te vas a poner pedante -empezó ella-. ¿Cómo sabías eso?
-Te desvestí y te llevé a la cama. No quería que te sofocaras por la noche y ese vestido azul me pareció un poco ajustado.
La idea de él desvistiéndola le erizó el vello del cuello.
-¿Y qué diablos estas haciendo aquí? Si no...
Parpadeó. Su voz era tan aguda que parecía a punto de la histeria.
-¿Si no abusé de ti? No, Paula, esas cosas debes haberlas soñado. Pensé que podrías ponerte enferma durante la noche.
La implicación de que pudiera tener sueños eróticos con él la humilló porque últimamente el contenido de sus sueños era tan vivido que la dejaba horrorizada.
-¡Bueno, pues no me puse mala! ¿O sí?
-No, pero esta mañana tienes un aspecto horrible. ¿Qué sueles tomar después de una buena borrachera?
-No lo sé. Esta ha sido mi primera vez.
-¿Y qué te hizo empezar a beber anoche?
Paula lo miró con resentimiento. ¿Qué esperaba que dijera? ¿Qué había descubierto que iba a casarse con otra y había querido ahogar la pena? Dios, probablemente ya se lo hubiera dicho. Intentó con desesperación encajar los fragmentos de memoria de la noche anterior. Si supiera qué indiscreciones había soltado.
-¿Y no se preguntará Rebecca dónde estás?
-Ya lo sabe.
-Debe tener mucha confianza en ti.
Los labios le temblaron ligeramente y tuvo que apretarlos.
-Te pondré un café.
-Tengo sed.
-Eso es la resaca. Deshidratación.
Parecía saber bastante del tema, pero a Paula no le importaba en ese momento.
-¿Debo disculparme por mi comportamiento de anoche?
-Estabas encantadora anoche. Si descontamos los cánticos.
Paula intentó detectar alguna señal de desdén en su cara.
Quizá solo quisiera sonrojarla.
-Yo no canto. Solo estaba en el coro para hacer bulto. Tenía que hacer como que cantaba.
-Una sabia decisión por parte de quien la tomara.
-¿Qué pasó con Jhony? ¿Por qué no me trajo él a casa?
-Se anticipó a la escena.
Paula conocía a Jonathan y no necesitaba más explicaciones.
-¿Qué pasó con la escena?
-La distraje.
-Como solo tengo tu palabra, supongo que debería darte las gracias.
Pedro se sentó en cuclillas.
-Dime, ¿el que no esté enamorado de ti es un requisito tan importante para ser tu agente?
-¿Qué te hace pensar eso?
Paula le dirigió una mirada de asombro.
-Algo que dijiste.
-Mi primer agente, Hugo. Nuestra relación pasó del terreno de lo profesional. Al principio fue bien, pero...
-¿Se enamoró de ti?
Paula asintió. Se había quedado alucinada cuando Hugo le había propuesto que se casara y se fuera a vivir con él a la costa este.
-Todo se lio.
-¿Tú no lo amabas?
Paula alzó la mirada.
-Él me acusó de utilizarlo y creo que de alguna manera era cierto. Yo solo tenía diecinueve años y estaba muy lejos de casa. Confiaba mucho en él.
-Alguna gente podría pensar que fue él el que se aprovechó de ti.
-Oh, no. No fue así. Él era mi amigo. Y quizá lo vuelva a ser algún día.
La expresión de Pedro indicaba que no le gustaba mucho aquella idea.
-¿Siempre defiendes a tus amigos?
-Si hace falta, eso espero.
-Paula -había un tono de urgencia cuando él se apoyó en las rodillas-. Hay algo que tengo que decirte.
Paula estaba experimentando una urgencia propia.
-Voy a ponerme mala -anunció levantándose.
Con la mano en la boca salió corriendo hacia el cuarto de baño y Pedro se quedó mirándola con una expresión de frustración.
Cuando Paula volvió, pálida pero sintiéndose mejor, lo primero que vio fue a Miranda de pie al lado de Pedro. Su amiga llevaba unos pantalones transparentes y un top de color púrpura con brocados que mostraba la mitad de su vientre.
-¡Desastre! -exclamó con dramatismo adelantándose con la mano clavada en el brazo de Pedro-. Un terrorista puso una bomba en nuestro hotel. ¡Caos! El ruido, el polvo, las sirenas. Nos mandaron a todos a casa. Invité a todo el mundo a que tomara un bocado, pero no hay comida, así que han ido a buscarla. ¿Quieres...?
-Ya he comido -dijo Paula apresurada-. ¿Alguien salió herido?
-Por suerte no, pero a todo el mundo se le puso la adrenalina por las nubes.
-Bueno, ¿y tú? ¿Cómo va tu adrenalina?
Dirigió una mirada de soslayo a Pedro.
-Estaba felicitando a Pedro por su compromiso.
El humor desapareció de la cara de Miranda y sus ojos verdes se nublaron de simpatía.
-Dime, Pedro, ¿Has pensado alguna vez en posar? Estoy dando una clase de arte y...
-Gracias por la oferta -dijo Pedro con admirable compostura-. Pero estoy muy ocupado.
-Bueno, si cambias de idea...
-Lo dice con buena intención -defendió Paula a su amiga mientras Miranda desaparecía.
-Me siento halagado -una expresión de determinación acerada brilló en sus ojos-. No es eso lo que tenía en mente, pero creo que debemos hablar.
-Lo cierto es que creo que me volveré a la cama antes de que lleguen sus amigos. Me siento un poco... -se encogió de hombros-. Ya sé que es culpa mía, pero...
-No tienes que explicarme nada. Conozco los efectos. Tengo una semana ocupada, pero...
-Supongo que tendrás muchas cosas de última hora. ¿Te vas de luna de miel?
-Acerca de eso, Paula...
Paula le dio una palmada en la mano que le extendió.
-¡Oh, Dios! -exclamó-. ¡Ahórrame los detalles!
Consciente de que su pérdida de control coincidía con la llegada de los amigos de Miranda, salió corriendo a su habitación y cerró la puerta.
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