miércoles, 4 de octubre de 2017

RUMORES: CAPITULO 23




-¡Llegas tarde!


Paula se quedó parada con la llave en la mano de la puerta del apartamento de su amiga.


-¡Dímelo a mí!


Estaba exhausta y cercana a la conclusión de que había tomado la peor decisión de su vida aceptando aquel papel.


-¿Sabes? Solo me aceptaron a mí para que mi nombre vendiera más entradas. Soy un valor de novedad -comentó con amargura-. La mitad de la gente que venga solo esperará que me ponga en ridículo.


Su amiga no hizo caso de su autocompasión.


-Sí, sí. Eso no importa -contestó con impaciencia.


Miranda era su mejor amiga en el mundo de las pasarelas. 


Tenía una piel delicada y un pelo rojo como una nube. Sus expresiones siempre reflejaban sus emociones y en ese momento estaba sonrosada de excitación.


-¿Qué ha pasado?


-Lleva esperándote tres horas.


Solo en ocasiones como aquella, su inglés sin acento traicionaba sus orígenes noruegos.


-Pelo moreno, grande... muy, muy grande -se chupó los labios reflexiva-. El tipo de cuerpo que está mucho mejor sin ropa encima -lanzó un gemido de deleite cuando el sonrojo de Paula confirmó su teoría-. Sabía que tenía razón. La ropa no puede ocultar un cuerpo como ese. ¿Sabes? Estoy harta de los hombres con cuerpos delgados como chicos guapos. Dime, ¿crees que posaría para mi clase de natural? -preguntó con toda seriedad-. Podría inspirar mis instintos artísticos.


-¡Si se lo pides te mato!


El arte era la última afición de Miranda


-Bueno, si te pones así, no lo haré -respondió con evidente pesar. Había cerrado los ojos con actitud soñadora-. Solo imaginármelo...


-¡Ni se te ocurra! -dijo Paula con aspereza.


La mano de su amiga en el brazo detuvo su impetuosa entrada en el salón.


-Está enfadado.


-¿Qué?


-Aparte de ser encantador -se cruzó de brazos y lanzó un suspiro-. Es refrescante encontrar un hombre inteligente.


-¿De qué habéis estado hablando? -preguntó con dureza Paula.


No parecía ser la inteligencia de Pedro lo que tenía embobada a su amiga.


-Está enfadado, Paula. Contigo, creo.


-Bueno, no tengo yo la culpa. Podría pasar una semana retirada en Mongolia y seguiría haciendo algo que enfadara a ese hombre.


Los ojos verdes de Miranda se pusieron como platos.


-¡Nunca pensé que vería el día!


-No hables con rodeos -respondió Paula enfadada.


-Me iré a la cama.


-No lo hagas por mí -gritó Paula a sus espaldas.





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