lunes, 9 de octubre de 2017
PLACER: CAPITULO 5
Aquella mañana tenía la ardua tarea de darle a Monica las malas noticias. Al menos Teo estaba con ella. El niño apenas si había abandonado la habitación desde que habían llegado. Era como si se hubiera olvidado de los caballos y del ganado que tanto le habían fascinado al principio. Monica no había parado de jugar con él hasta que Paula había distraído a Teo para que su madre no se cansara. Paula sabía que no tenía sentido posponer lo inevitable. Trató de recuperar la compostura y se dirigió a la habitación de su madre, sin poder evitar echar un vistazo a su alrededor. No es que esperara que Pedro estuviera escondido al acecho, pero se sentía intranquila caminando por aquella casa.
No tenía ni idea de a qué hora había regresado Pedro a casa la noche anterior. Aunque lo había sentido entrar en su habitación y le había parecido que era tarde. No le importaba ni dónde había ido y qué había hecho. La relación entre ellos era agua pasada y no había ninguna razón por la que Paula tuviera que estar pendiente de sus idas y venidas. Su único objetivo era evitarlo a toda costa.
Paula dejó aquel pensamiento desagradable a un lado y llamó suavemente a la puerta de su madre. Entró y se encontró que Monica estaba dormida con Teo tumbado a su lado coloreando un cuaderno.
—Hola, mami —dijo él en voz baja—. La abuela se ha quedado dormida.
—Está cansada, cariño —dijo Paula. Se agachó y tomó al niño entre sus brazos—. Ahora quiero que vayas a nuestra habitación un rato y que sigas allí coloreando, ¿vale?
—No quiero —dijo Teo haciendo un mohín.
Paula sonrió.
—Lo sé, pero sólo serán unos minutos, después yo iré a buscarte. Tengo que hablar a solas con la abuela.
—¿Por qué no puedo quedarme?
—Teo —dijo ella con una mirada seria.
El niño recogió sus cosas y con cara de disgusto se fue hacia la puerta.
—No te muevas de la habitación.
—Vale —balbuceó Teo.
Paula se quedó pendiente hasta que lo vio llegar al vestíbulo y cerrar la puerta. Era tan bueno. Paula casi nunca le obligaba a irse, pero en aquella ocasión no quería que escuchara lo que tenía que decirle a su madre. Tenía miedo de que Monica no reaccionara bien.
—Mamá —dijo Paula mientras acariciaba el hombro de su madre.
Monica abrió los ojos y por unos instantes pareció estar desorientada. Cuando finalmente reconoció a Paula, sonrió aliviada pero al instante frunció el ceño.
—¿Dónde está Teo? —preguntó.
—Está en nuestra habitación. Volverá enseguida.
—¿Qué hora es?
—Es casi mediodía —dijo Paula.
—Vaya, querida, no me puedo creer que haya dormido tanto.
—Eso está bien, madre. Necesitas descansar cuanto más mejor.
—No. Lo que necesito es pasar el máximo de tiempo posible con mi hija y con mi nieto, antes de volver a trabajar —contestó Monica.
—Mamá... —comenzó Paula después de un silencio. No sabía cómo empezar.
—Vas a decirme que no voy a poder volver a trabajar pronto, ¿verdad? —preguntó Monica con los ojos clavados en los de su hija.
—Así es.
—No, así no es.
—Yo...
—Voy a ponerme bien. Sé que se han dañado algunos músculos de la espalda...
—Se han dañado. Y según el doctor la recuperación no va a ser ni rápida ni sencilla —explicó Paula.
—Me niego a creer eso —contestó Monica con la voz temblorosa.
—Es la verdad, madre, y tienes que enfrentarte a ella. Más bien tienes que aceptarla. Quizás si no tuvieras osteoporosis la situación sería más sencilla.
—¿Pero qué voy hacer con mi trabajo? Hasta ahora Pedro se ha portado muy bien conmigo, pero al final contratará a alguien que me sustituya. Tendrá que hacerlo y yo me pongo mala con sólo pensarlo.
—Mamá, no le des más vueltas a eso ahora. Pedro no te va a sustituir.
—¿Acaso te lo ha dicho él?
—No.
—Entonces no tienes ni idea de lo que está pasando por su mente —soltó Monica con la voz rota.
—Mamá, por favor, no te preocupes. Todo va a salir bien —dijo Paula mientras acariciaba la mejilla de su madre.
—Él no sabe... —la voz de Monica se rompió de nuevo.
—Toda la información sobre tu lesión. ¿Es eso lo que ibas a decir? —preguntó Paula. Su madre apenas si asintió—. Así que sólo le contaste lo que tú querías que supiera. O más bien lo que pensabas que él quería oír.
—No puedo creer que me esté pasando esto.
—Mira, mamá, no es tan horrible como lo estás pintando.
—Dices eso porque no te está pasando a ti —dijo Monica—. De lo cual me alegro mucho. No soportaría verte a ti en esta situación.
—Claro que lo soportarías. Y vendrías a cuidarme como yo estoy haciendo contigo.
—No puede ser. Tú tienes un hijo y un trabajo. Y una vida propia. No puedes...
—Shhh. Ya es suficiente. No voy a abandonar mi vida, por el amor de Dios. Descansa tranquila que yo tengo un plan —dijo Paula suavemente.
—¿Cuál? —preguntó Monica en un tono de sospecha.
—Luego te lo cuento —dijo Paula inclinándose para poder darle un beso a su madre —. Y ahora, voy a decirle a Teo que ya puede venir, a no ser que quieras seguir durmiendo.
—Ni se te ocurra decirle que no venga. Quiero pasar todo el tiempo posible con mi nieto.
—A propósito, he hablado bastante con el doctor Coleman —dejó caer Paula. Monica alzó la barbilla—. Hey, no te preocupes. Hablaremos de eso también después. Mientras tanto baja esa barbilla. Y no te preocupes, porque todo va a salir bien.
Monica trató de sonreír.
—Tráeme a mi niño de vuelta. Tengo planes que no te incluyen a ti.
—No dejes que te agote, sabes que puede hacerlo —bromeó Paula sonriente ante el humor de su madre.
—Eso es asunto mío.
Cuando Paula llegó a la puerta de su habitación se dio cuenta de que tenía los ojos llenos de lágrimas. Se limpió y entró.
—Hola, guapo, la abuela te está esperando —le dijo a Teo.
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