jueves, 19 de octubre de 2017

NOVIA A LA FUERZA: CAPITULO 5




Paula se dijo a sí misma que en aquel momento comprendía por qué Natalie se había comportado de la manera en la que lo había hecho. Ella misma iría donde fuera, haría lo necesario para no enfrentarse a él. Pedro no levantaba la voz ni ponía ningún énfasis en las palabras. No tenía que hacerlo. El apenas controlado enfado que sentía se reflejaba en cada palabra que decía y contrastaba con la increíble amabilidad con la que estaba hablando. Una amabilidad que de alguna manera era más contundente que si hubiera estado gritando.


—Natalie hizo lo que tenía que hacer —logró decir, luchando para controlar que la tensión que estaba sintiendo no se reflejara en su voz.


Si Pedro se percataba de cualquier señal de debilidad en ella, se apresuraría a aprovecharse de ello. Y estaba decidida a darle muy pocas oportunidades de hacerlo.


—Hizo lo que tenía que hacer —repitió él burlonamente—. Dejó que tú te enfrentaras a las consecuencias de sus actos mientras ella escapaba para estar con su amante. Y aun así la defiendes.


—Es mi hermana.


—Sólo es tu hermanastra.


—Pero es mi familia… y tú sabes lo importante que eso es.


—Todo lo contrario…


Paula hubiera jurado que era imposible que el tono de voz de Pedro se volviera más frío. Prácticamente podía ver el hielo que se estaba formando en las palabras según las iba diciendo él, casi podía sentir sobre su piel el frío que éstas desprendían.


—Me temo que no comparto tu visión de la importancia de la familia. Es un concepto que considero está demasiado sobreestimado.


—¡Otro más! Primero el amor y después la familia. Realmente eres un malnacido sin corazón, ¿no es así?


Durante unos instantes algo brilló en los ojos de él, algo salvaje y peligroso. Fue una mirada que le advirtió que había traspasado un límite invisible que Pedro había establecido entre ambos.


En ese momento se dio cuenta de que no había visto a nadie que pudiera formar parte de la familia de él en la catedral. 


Quizá había una razón que ella desconocía por la cual la familia Alfonso no había asistido a la boda de Pedro. Su padre no le había ofrecido mucha información sobre aquel hombre con el que había comenzado a hacer negocios. Sólo le había dicho que era un multimillonario que se había hecho a sí mismo y que tenía una inmensa fortuna.


—Sí que soy un malnacido —contestó él—. Como estoy seguro de que ya sabías.


—No… yo…


Paula pensó que había creado un gran embrollo de todo aquello. Se preguntó si Pedro realmente pensaba que ella había animado a Natalie a huir de su boda porque él era un hijo ilegítimo.


—Y sobre la familia, eso fue lo que creí que estaba consiguiendo con la relación que mantenía con tu hermana… una futura familia —comentó Alfonso.


Ella no se había percatado de haberse movido, pero de alguna manera había acabado con la espalda apoyada contra la pared, tanto física como mentalmente.


—Mira, Nat sólo hizo lo que yo le dije que hiciera.


Si los ojos de Alfonso habían reflejado frialdad con anterioridad, en aquel momento eran puro hielo.


—¿Le dijiste que no se casara conmigo? ¿Qué te dio el derecho a intervenir?


—¡Ella no te amaba!


—Ah, sí, amor… esa palabra que parece ser extremadamente importante para ti.


—Es mucho más que una palabra —protestó Paula—. Es algo vital. Mira, quizá Natalie y yo sólo compartamos un padre, pero ella sigue siendo mi hermana pequeña. Yo sólo tenía cinco años cuando ella nació y, cuando no había cumplido ni un día, mi padre ya me la puso en los brazos.


En aquel momento Paula se había enamorado de Natalie y había jurado que, si alguna vez su hermana la necesitaba, la ayudaría, la protegería, la mantendría alejada del peligro. Y había sido fiel a ese juramento durante casi veintiún años.


—¡No podía permitir que la hicieras infeliz!


Al recordar a la familia pensó que en otro lugar la necesitaban más.


—Debería ir a buscar a mi padre… ver cómo está Petra. ¿Sabes dónde están?


—No los encontrarás. Se marcharon hace media hora.


—¿Se han marchado? Entonces las cosas se han tranquilizado ahí fuera, ¿no es así? ¿Se han ido los paparazis…?


Paula no terminó aquella esperanzada pregunta, ya que Pedro negó con la cabeza.


—Les mandé a su hotel en una limusina. Supongo que los encargados de seguridad se asegurarían de que pasaran a través de la muchedumbre, pero no la prensa todavía espera fuera.


—Si no se han ido, ¿por qué exponer a mi padre y a Petra ante ellos? Los has mandado ahí fuera para enfrentarlos a esa muchedumbre…


—No quería que estuvieran aquí.


La completa indiferencia de Pedro fue muy impactante.


—La prensa ya no estará interesada en tus padres. Ahora ya saben que la boda nunca se celebró y sospechan que la verdadera historia está aquí dentro, no con ellos.


Repentinamente, ante el asombro y la incredulidad de Paula, Alfonso esbozó una de sus devastadoras sonrisas, una de ésas que provocaba que ella sintiera las rodillas débiles y que se le alterara el corazón.


—Ahora querrán saber de ti —comentó él.


—¿De mí? ¿Por qué querrían saber nada de mí?


—Saben que fuiste tú la que fue a la catedral en vez de Natalie. También te vieron salir de allí conmigo. Querrán saber por qué no se celebró la boda y qué parte has jugado tú en todo ello.





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