lunes, 7 de agosto de 2017

UNA CANCION: CAPITULO 14




El viernes, Paula estaba agotada. El día anterior había hecho un turno de ocho horas para sustituir a una camarera que se había puesto enferma y esa tarde tenía otro turno igual. El LipSmackin’ Ribs había estado abarrotado todo el día.


Esperaba que fuera una buena noche de propinas.


Había estado pensando en Pedro esos últimos días. 


Deseaba volver a verlo.


Se acercó a la mesa donde se acababan de sentar unos clientes. Los dos hombres ni siquiera consultaron la carta del menú, la miraron de reojo y le dijeron que les llevase unas costillas y cualquier otra cosa que tuviera. Uno de los hombres, Bob Collins, que tenía una espesa barba roja y una gorra de béisbol con la visera vuelta hacia atrás, iba allí a comer con cierta asiduidad. Siempre procuraba sentarse en alguna de las mesas que Paula atendía y ella odiaba tener que servirle. Se había quejado a su jefe, más de una vez, de las cosas que ese hombre le había dicho, pero Woody no les había dado ninguna importancia. Ella había tratado siempre de hacer oídos sordos a las groserías de Collins y de comportarse de la manera más
profesional posible, a pesar de las miradas lascivas que le echaba cuando se inclinaba para servir los platos.


Mientras se dirigía esa noche a la cocina con los pedidos, oyó un silbido. No era un silbido de admiración, sino más bien uno de esos silbidos para llamar a un perro.


Cuando volvió la cabeza, vio a Jonas Fowler acercándose a ella. Fowler era un viejo cascarrabias, dueño de una tienda de antigüedades. Era un cliente habitual del local, pero no solía cruzar normalmente más de dos palabras con ella. Se limitaba a hacer el pedido y luego cerraba bruscamente la carta del menú como si estuviera enfadado con ella.


Paula le había servido las costillas hacía diez minutos, pero vio que tenía el plato a medias.


—Esta carne no está como otras veces —dijo Fowler muy enfadado—. Quiero hablar con su jefe.


Woody estaba muy ocupado supervisando la cocina y ella temió que pudiera disgustarse si le molestaba. Así que trató de apaciguar al viejo.


—¿Puedo ayudarle en algo? Puedo traerle otro plato de costillas.


—No. Necesito hablar con Woody. Ahora mismo.


Paula vio que si no hacía algo pronto, el señor Fowler podría montarle allí una escena. Y eso le disgustaría aún más a Woody.


—Voy a ver si puedo localizarle.


Cuando ella entró en la cocina, vio a Woody en un rincón trabajando con el ordenador.


—Señor Paulson…


Woody escribió unos números y luego levantó la vista del teclado.


—Espero que tengas una buena razón para interrumpirme. Estoy tratando de cerrar unas cuentas.


—Hay un cliente que se ha quejado de la comida y quiere verle. Es Jonas Fowler. Me ofrecí a servirle otro plato de costillas, pero él insistió en que le llamara.


—Has hecho bien —dijo Woody—. Vuelve con tus clientes. Yo me encargaré de Fowler.


Algo más tranquila, Paula se apresuró a volver a la mesa de Fowler.


—Señor Fowler, el señor Paulson vendrá en seguida —dijo ella al viejo propietario de la tienda de antigüedades, antes de irse a atender a unos clientes que acababan de entrar.


Vio entonces a Woody acercándose a la mesa de Fowler. 


Los dos hombres se pusieron a hablar pero, por lo que ella pudo oír, no estaban hablando de costillas ni de comida.


Oyó el nombre de Swinton. Ella conocía la historia de aquel hombre. Arthur Swinton se había presentado para alcalde de Thunder Canyon. Bo Clifton había sido su rival. Tras ganar Bo las elecciones, se descubrió que Swinton había estado malversando los fondos públicos de la ciudad. Había ido a la cárcel, pero en julio había muerto de un ataque al corazón. ¿Por qué razón Woody y Fowler podrían estar hablando ahora de él?


Woody vio que ella les estaba mirando y los dos hombres bajaron la voz. Con el ruido de los platos y la cháchara de los clientes ya no pudo oír una palabra más de la conversación.


Tomó el pedido de la mesa y se dirigió contenta a la cocina. 


Quedaba poco para que terminara su turno. Pronto estaría en casa con Joaquin.


Cuando, media hora después, estaba limpiando ya las mesas para el día siguiente, se le acercó Woody.


—¿Puedo hablar un momento contigo?


—Por supuesto —dijo ella, no queriendo hacer un desaire a su jefe.


—Te felicito por el tacto que has demostrado con Fowler. Veo que sabes tratar a los clientes.


—Gracias.


—Sé que tienes un hijo —dijo él, mirándola fijamente— y que estás dispuesta a hacer todos los turnos que puedas. Te comprendo. Todo dinero es poco en estos días, ¿verdad?


—Sí, tiene razón.


—¿Te gustaría ganar un dinero extra?


A Paula se le encendieron todas las alarmas interiores, pero trató de disimularlo.


—¿Me va a ofrecer un turno extra?


—No exactamente —dijo él, mirando alrededor para ver si alguien podía oírles—. Necesito a alguien de confianza que trabaje en el Rib Shack, para que pueda tener acceso a las recetas de DJ. Necesito estar enterado de las novedades que piensa introducir en su menú. Si consiguieras un empleo en el restaurante de DJ y me tuvieras informado de todo, te seguiría pagando tu sueldo, junto con las propinas, y te daría además quinientos dólares por los servicios. Solo tendrías que estar allí una o dos semanas, el tiempo necesario para conseguir la información que necesitamos.


Paula estaba consternada. Necesitaba el dinero, pero no quería espiar a nadie. Sin embargo, ahora tenía un problema. Si se negaba, su jefe podría despedirla.


Pensó que la única de forma de salir de dudas sería preguntárselo abiertamente.


—Si le digo que no, ¿perdería mi trabajo?


Woody pareció meditar bien la respuesta. La miró detenidamente y luego pensó en otras dos camareras que eran más jóvenes y no tenían compromisos familiares.


—Eres una buena camarera, Paula. Sabes tratar a la gente, eres leal y los clientes te aprecian. Si mantienes la boca cerrada, si te olvidas de la conversación que acabamos de tener, pensaré que sigues mereciendo mi confianza —dijo Woody muy serio, y luego añadió tras unos segundos—: ¿Ha tenido lugar alguna vez esta conversación?


—¿De qué conversación me habla, señor Paulson? —respondió ella.


Woody sonrió y asintió con la cabeza, complacido.


—Bien. Ahora termina lo que estabas haciendo y vete a casa con tu hijo. Procuraré asignarte algún turno extra más la próxima semana.


Paula sabía que debería estarle agradecida. Sin embargo, se sentía humillada. Pero tenía que mantener la boca cerrada, por su propio bien y por el de su hijo.


Esa noche, después de llegar a casa y acostar a Joaquin, se quedó en el cuarto de estar un rato pensando en la conversación que había tenido con Woody. Sabía que debía olvidarse de todo lo que su jefe le había propuesto, pero no le resultaba fácil.


Se disponía a ponerse el camisón para meterse en la cama, cuando sonó el teléfono. Eran más de las diez. Temió que hubiera podido pasarle algo a Olga o a Manuel.


—¿Paual? Soy Pedro.


—No esperaba oírte a estas horas. ¿No estás en casa? —dijo ella al escuchar unas voces al fondo.


—No, estoy en casa de Daniel. ¿No recuerdas que no puedo llamar por teléfono desde la casa de la montaña?


Sí, claro que lo recordaba. Ella recordaba muy bien todo lo que tenía algo que ver con él. Desde sus espesas pestañas castañas hasta su incipiente barba de varios días que le daba aquel aspecto tan sexy y varonil. Y su mirada: apesadumbrada cuando recordaba los sucesos de aquella noche trágica, pero feliz y sonriente cuando jugaba con Joaquin.


—Sí, lo recuerdo —replicó ella, esperando expectante que le dijera el motivo de su llamada.


—He estado pensando en lo que me dijiste la otra noche. Creo que tenías razón. Hasta ahora, he llevado una vida sin complicaciones ni compromisos.


—¿Hasta ahora? —exclamó ella, tratando de contener a duras penas el latido de su corazón, por temor a que él pudiera oírlo a través del teléfono.


—Paula, voy a serte sincero. No sé adónde nos puede llevar esto. Pero lo que sí sé es que quiero volver a verte. Quiero estar más tiempo contigo… y con Joaquin. ¿Estarías abierta a una relación así?


Ella sabía que la respuesta a esa pregunta podría cambiar el curso de su vida.


¿Estaba dispuesta a tener una relación con Pedro? ¿Podría pasar página de una vez a su pasado con Eduardo? ¿Podría arriesgarse a que un hombre volviera a romperle el corazón?


Respiró hondo un par de veces, antes de tomar una decisión.




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