lunes, 7 de agosto de 2017

UNA CANCION: CAPITULO 12




Cuando Paula salió de casa de Pedro, no sabía lo que sentía realmente.


Después de lo que le había contado sobre Eduardo, él se había quedado muy callado y pensativo. Igual que ella. Un muro infranqueable parecía haberse erigido entre ellos.


¿Por qué?


¿Pensaría él que aún seguía enamorada de Eduardo? La verdad era que ella tampoco sabía la respuesta. Era una pregunta que no se había hecho nunca hasta ahora.


Aunque, después de todo, ¿qué importancia tenía? Entre Pedro y ella no había nada serio. Ella era solo una simple camarera de un restaurante de costillas a la barbacoa. ¿Cómo podía aspirar a ir siquiera del brazo de un ídolo de la música country? La prensa sensacionalista sacaría, en seguida, tajada de ello. Y eso, él también lo sabía.


Hubiera dado cualquier cosa por saber lo que él estaba pensando en ese momento.


Arrancó el coche y se puso en camino. Al entrar en el sendero, el coche hizo un extraño sonido, pero ella supuso que sería debido al mal estado del suelo. Sin embargo, tras
recorrer unos cien metros, vio cómo el vehículo comenzaba a escorarse hacia la derecha. Aunque era la primera vez que le pasaba una cosa así, dedujo en seguida que se le había pinchado una rueda.


¿Qué podía hacer? No sabía cambiar una rueda y su seguro del coche no cubría la asistencia en carretera. Empezó a ponerse nerviosa. Podrían despedirla del LipSmackin’ Ribs si llegaba tarde al trabajo. Puso los brazos sobre el volante y apoyó la cabeza en ellos. Estuvo así unos segundos pensando. Luego salió del coche con gesto decidido.


Con el bolso colgado al hombro, se dirigió andando por el sendero hacia la casa de Pedro. Manuel ya le había avisado de que llevaba los neumáticos muy desgastados. Al llegar a la puerta, llamó con fuerza. Podría estar en la parte de atrás de la casa o dándose una ducha.


Cuando él abrió la puerta, se dio cuenta, nada más verla, de que la había pasado algo.


—Se me ha pinchado una rueda y no sé cambiarla. No puedo llegar tarde al trabajo. No sé qué haría si me despidieran también de allí en este momento. Mi seguro no me cubre este tipo de contingencias y pensé que tal vez tú sabrías cambiar una rueda. Te prometo que será la última vez que te pida algo.


—Tranquilízate —dijo Pedro, levantando la mano—. ¿A qué hora tienes que estar allí?


—A la una y media. Y es ya la una. Pero tómate todo el tiempo que sea necesario. Espero que haya otra chica para sustituirme y Woody no se enfade demasiado conmigo y me despida.


—Ven conmigo —dijo Pedro, abriendo la puerta del todo para dejarla pasar.


—Pero mi coche… —exclamó ella, señalando con la mano hacia el sendero.


—Ven, no te preocupes.


Ella le siguió hasta la cocina. Pedro sacó unas llaves que había colgadas en el gancho de detrás de uno de los armarios y luego se dirigió al garaje a través del lavadero.


—Llévate el todoterreno —le dijo a Paula, dándole las llaves del vehículo—. Después de salir del trabajo, recoge a Joaquin y vente aquí con él. Te tendré la rueda arreglada y podréis volver en tu coche. A menos que Joaquin y tú queráis quedaros a cenar conmigo.


—Yo no me puedo llevar tu coche —dijo ella aún sorprendida de que él se lo hubiera ofrecido.


—¿Por qué no? Es muy fácil de llevar. Prácticamente, se conduce solo —dijo él con una sonrisa, y luego añadió tras mirar el reloj—: Si no te lo llevas, llegarás tarde al trabajo. Tú verás.


Ella sabía que a Joaquin le gustaría volver a ver a Pedro. Y ver también el jardín de la parte de atrás, con la hierba, los árboles, el cobertizo para la leña y… quién sabía si algún alce.


—Gracias —dijo ella, tomando las llaves del coche—. Tendré que acoplar la silla de seguridad de Joaquin en el asiento de atrás.


Paula se puso de puntillas y le besó en la cara. Sintió en sus labios el roce áspero, pero agradable de sus mejillas sin afeitar. Se dio la vuelta y entró en el vehículo con un brillo especial en los ojos. Él se montó en el lado del acompañante y abrió la puerta del garaje con el mando a distancia. Ella arrancó el todoterreno y se dirigieron por el sendero hacia donde había dejado el coche averiado





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