domingo, 9 de julio de 2017

PROMETIDA TEMPORAL: CAPITULO 24





Por fin amaneció y Pedro pudo dejar de fingir que dormía y levantarse para ir a trabajar. No vio ni oyó a Paula por la casa, pero no le importaba; cuanto antes desapareciera, mejor. Todo volvería a ser como antes de que Paula irrumpiera en su vida y la hiciera pedazos. Podría volver a huir de cualquier vínculo emocional y vivir tranquilo.


Nadie lo esperaba en la oficina, puesto que oficialmente seguía de vacaciones con el resto de la familia. No obstante, decidió encerrarse en su despacho, donde se entretuvo en responder algunos correos y ordenar papeles. Sabía que solo estaba retrasando lo inevitable. Finalmente miró la caja de seguridad y se dijo que había llegado el momento de hacerlo.


Tardó solo unos segundos en introducir el código y abrir la puerta. Allí estaba la caja con la pulsera. Era una obra impresionante, con un diseño que parecía sacado de un cuento de hadas. Las piedras originales, amatistas y diamantes modestos, no habían sido lo bastante buenas para Laura, que había insistido en sustituirlas por esmeraldas y él se lo había consentido. De haber sido por ella, también habría cambiado el engarce, pero Pedro se había negado a retocar un diseño perfecto. No costaría mucho volver a colocar las piedras originales.


Alguien llamó a la puerta e interrumpió sus pensamientos. 


Era su hermana, Gia.


—Paula me dijo que te encontraría aquí —dijo al asomar la cabeza por la puerta—. La verdad es que me he alegrado de ver que seguía en tu apartamento —continuó diciendo—. Cuando os fuisteis del lago, pensé que estabais a punto de romper.


—¿Y nos seguiste a casa? —la vio encogerse de hombros, lo que quería decir que sí los había seguido—. No es asunto tuyo, Gianna.


—Entonces es cierto que vais a romper. Dios, Pedro —se apoyó en su mesa y miró la pulsera—. Es bonita. Aunque lo sería aún más si no fuera tan excesiva. Le irían mejor unas piedras más suaves.


—Como las amatistas.


—Exacto —dijo, impresionada—. Buen ojo. ¿De quién es?


—De Laura. De Paula, supongo —corrigió enseguida.


Su hermana lo miró frunciendo el ceño.


—¿Qué?


—Laura era hermana de Paula. Media hermana en realidad.


Gia se quedó boquiabierta.


—¿Es una broma?


—Ojalá lo fuera —le ofreció una versión resumida de la historia—. Y ése es el final de mi breve compromiso.


—No lo entiendo. ¿Por qué habríais de romper el compromiso por eso?


—¿Cómo que por qué? —le preguntó, indignado—. Porque es la hermana de Laura.


—¿Qué más da? No se parece en nada a Laura. Solo hay que hablar cinco minutos con ella para darse cuenta.


—Me mintió.


—¿Te dijo que no era su hermana?


—Su media hermana.


—Deduzco que no —esperó a que dijera algo más y resopló exasperada al ver que no lo hacía—. Muy bien, sé todo lo cabezón que quieras. Pero dile a Paula que, si necesita un lugar donde quedarse mientras busca a su padre, puede…


—¿Dando por hecho que la historia del padre sea verdad?


—Dile que estaré encantada de que venga a casa —siguió diciendo como si él no hubiera hablado—. Paula te ama, supongo que lo sabes.


—Me ha utilizado.


—Cosas que pasan —se limitó a decir Gia—. Voy a decirte una cosa —se detuvo camino de la puerta, pero no se volvió a mirarlo—. Yo daría lo que fuera por tener lo que tú estás tirando por la borda.






No hay comentarios.:

Publicar un comentario