viernes, 21 de julio de 2017

NUEVO ROSTRO: CAPITULO 7





Cuando terminaron de cenar, Paula fue a empolvarse la nariz. Pedro era un hombre apasionado y ella todavía no estaba preparada para algo así. Había cambiado desde que se había marchado de Royal y se había alejado de ella.


Y Paula esperaba haber cambiado también, aunque tenía la sensación de que sus cambios no la habían llevado tan lejos como los cambios de Pedro lo habían llevado a él.


—¿Paula?


Levantó la vista y vio a Abby en la puerta. Su amiga estaba espectacular, como siempre, y ella supo que tenía que dejar de compararse con todas las mujeres a las que veía.


—Hola. ¿Qué estás haciendo aquí? —le preguntó a su amiga.


—Hacer campaña para convertirme en la próxima presidenta. No puedo perder ni un minuto. ¿Qué tal la cena? —le preguntó Abby.


Se echó hacia atrás la larga melena rojiza. Tenía unos ojos azules que Paula siempre había envidiado. Le gustaban mucho más que los suyos verdes, aunque, después de tantas operaciones, estaba contenta con ellos.


Paula se ruborizó.


—Bien. Papá se ha acercado y le ha leído la cartilla a Pedro por no contratar a su empresa, pero Pedro se ha mantenido firme. Nunca había visto a nadie tratar a papá así.


Abby se echó a reír y puso un brazo alrededor de los hombros de Paula.


—Pues ya era hora. ¿Estás bien?


—Sí —respondió ella.


Y entonces se dio cuenta de que era verdad. Hacía mucho tiempo que no se sentía tan bien. Quería reír sin motivo y gritar con todas sus fuerzas que la vida era bella.


—Muy bien —añadió.


—Estupendo —le respondió Abby.


Paula salió del baño y volvió hacia la mesa. Pedro estaba hablando con un hombre alto, guapo y afroamericano que no le sonaba de nada. No supo si debía esperar a acercarse a la mesa, dado que ambos parecían inmersos en su conversación, pero Pedro levantó la vista, la vio y le hizo un gesto para que fuese.


—Zeke, esta es Paula Chaves, la hija de Hernan. Paula, este es Zeke Travers. Fuimos compañeros de universidad.


Zeke Travers era un hombre fornido, llevaba la cabeza rapada y tenía la piel morena. Su mirada era amable y sonrió al mirarla.


—Me alegro de conocerte —le dijo Paula, tendiéndole la mano.


—Lo mismo digo —respondió él—. Os dejaré que sigáis cenando. ¿Quedamos para tomar una copa mañana.


—Por supuesto —le dijo Pedro.


Zeke se marchó y Paula observó cómo se alejaba.


Brad Price se acercó entonces a él, no parecía estar contento. Ambos hombres se pusieron a hablar acaloradamente y todo el salón se les quedó mirando.


—¿Qué les pasa? —preguntó Paula sin poder evitarlo.


Brad acababa de sacarse un trozo de papel del bolsillo y se lo estaba enseñando a Zeke.


—No tengo ni idea —le contestó Pedro—. Intentaré enterarme mañana.


—Te pareceré una cotilla, ¿no? —comentó ella.


—Me parece normal, en Royal todo el mundo habla de todo el mundo —le dijo Pedro.


Brad parecía furioso, debía de ocurrirle algo serio.


—Espero que esté bien —dijo Paula.


No era amiga de Brad, pero se conocían del club desde que eran niños.


—¿Qué ocurre? —preguntó Abby, acercándose a su mesa.


—Brad —se limitó a responder Pedro, señalando hacia los dos hombres que estaban discutiendo.


—Debe de haberse enterado de que cada vez estoy más cerca de convertirme en la próxima presidenta del club —les contó ella.


—¿De verdad? —le preguntó Pedro, arqueando una ceja.


—Sí. ¿Y tú quién eres? —le preguntó Abby.


—Ah, perdonad —intervino Paula—. Abigail Langley, este es Pedro Alfonso. Abby va a ser la próxima presidenta del club. Abby, le han pedido a Pedros que haya un proyecto de reforma del club. Tiene una empresa de promoción inmobiliaria en Dallas.


Abby y Pedro se habían movido en círculos distintos en el instituto. Bueno, en realidad, Abby y Paula tampoco habían ido en el mismo grupo. Paula había salido por entonces con el grupo de animadoras y Pedro se había unido a sus amigos al convertirse en una estrella del fútbol. Por aquel entonces, Abby y ella no habían tenido mucho en común.


Pedro y Abby se dieron la mano y esta se sentó en la silla que Zeke acababa de dejar vacía. A Paula le alegró tenerla allí, quería que su amiga le diese su opinión acerca de Pedro. No porque no confiase en su propio instinto, sino porque no confiaba en los hombres en general.


Había estado prometida a un hombre que la había dejado en cuando había dejado de ser una belleza, y no quería volver a sufrir.


Y a pesar de que solo había quedado a cenar, estaba con Pedro Alfonso. El chico que había desafiado a su padre. Un chico que siempre le había gustado. Y no solo físicamente, aunque también…


—¿Paula? —le dijo Abby, sacándola de sus pensamientos.


—¿Sí?


—Te he preguntado si piensas que Pedro y yo podríamos trabajar juntos si salgo elegida presidenta —le dijo Abby.


Tenía que reconocer que Abby era una mujer perseverante y decidida, y todo el mundo en Royal sabía cuál era su intención. Estaba empeñada en ser la primera mujer presidente del Club de Ganaderos de Texas.


—Sí, creo que sí.


Abby sonrió a su amiga y alargó la mano para apretar la suya.


—Os dejo que terminéis de cenar. Me alegro de haberte conocido, Pedro.


—Igualmente —respondió este.


Abby se marchó y Paula se echó hacia atrás en su silla.


—Se me había olvidado cómo es esto de venir a cenar al club. Es el centro neurálgico de la ciudad.


—¿De verdad hacía tanto tiempo que no salías? —le preguntó él, inclinándose hacia delante para hablarle.


—Años —admitió ella.


Al principio, había estado tan traumatizada después de lo ocurrido que le había dado miedo salir de casa. Después, había querido hacerlo, pero se había dado cuenta de que todo el mundo la miraba, y no se había sentido lo suficientemente fuerte para soportarlo.


—¿Y qué tal, tu primera cena en varios años?


—Muy bien. Es también mi primera cita en años.


Había estado escondiéndose en el rancho de su padre para que la gente pensase que se había marchado de Royal. 


Había sido muy duro, estar tan mal en un lugar donde la conocía todo el mundo. Había necesitado pasar desapercibida, cosa que era imposible en una ciudad pequeña, por eso había tenido que quedarse en casa.


—Me alegro —comentó Pedro—. No de las circunstancias que te han llevado a ella, pero sí de tener el honor de ser el primer hombre con el que vuelves a salir.


Paula no quería darle demasiada importancia a aquello. Pedro no estaba allí para buscar una novia con la que después casarse y ella sabía que todavía estaba en un momento vulnerable. No obstante, se había divertido y, sinceramente, tenía la esperanza de que Pedro le pidiese que volviesen a verse.


—Y yo me alegro de que haya sido contigo —admitió—. No podía haber celebrado mi última operación de una manera mejor. Muchas gracias, Pedro.


—Ha sido un verdadero placer, Paula.






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