martes, 25 de julio de 2017

NUEVO ROSTRO: CAPITULO 21





Después de ir a misa el domingo, Paula y la señora Alfonso entraron al salón de juegos de la unidad de quemados con cajas llenas de zapatos y ropa. Sara las estaba esperando. 


La niña estaba sonriendo de oreja a oreja y tenía a su lado a otra niña a la que Paula todavía no conocía. Esta llevaba toda la parte derecha del cuello y el brazo vendados.


—Hola, Paula —la saludó Sara.


—Hola, Sara. ¿Cómo te encuentras hoy?


—Estupendamente. Me dan el alta mañana. Esta es mi amiga Jen. Voy a volver a visitarla, como haces tú conmigo —le contó la niña.


Paula abrazó a Sara y sonrió a Jen.


—Tengo una sorpresa para vosotras.


—¿Qué es?


—Una pequeña fiesta de moda —le contestó Paula.


Tenía a su lado a Margarita, cargada con ropa de todos los colores.


—¡Bien! —exclamó Sara—. ¿Qué hago para ayudar?


—Dile al doctor Webb que hemos llegado. Y luego reúne a todas las niñas para que podamos empezar.


—Ven, Jen —le dijo Sara a su nueva amiga, llevándosela de la mano hacia el control de enfermería.


—Deja que te ayude con eso, Margarita —le dijo Paula a la madre de Pedro.


—Gracias. Por cierto, que le he pedido a Pedro y a su amigo Samuel que nos ayuden también.


—Aquí estamos. ¿Dónde dejamos todo esto, mamá? —preguntó Pedro desde la puerta.


En la mano tenía un enorme perchero lleno de ropa.


A Paula le sorprendió verlo. No había imaginado que quisiese pasar el domingo en el hospital.


—No lo sé… Aquí manda Paula —le respondió su madre—. Yo voy a ir a por el resto de las cosas.


Paula tomó el montón de ropa que tenía Margarita y se giró hacia Pedro.


—Ponlo ahí.


Él obedeció y ella se acercó a colgar la ropa que tenía en las manos en el perchero. La principal diferencia entre la ropa normal y la que Margarita había confeccionado para las niñas era que esta no tenía costuras interiores ni cremalleras que pudiesen hacerles daño en la piel.


Pedro le hizo levantar la barbilla y luego le susurró al oído:
—Te he echado de menos.


Ella también lo había echado de menos. Y verlo hizo que todos los sentimientos que había intentado controlar volviesen a surgir.


—Yo también. ¿Lo pasaste bien con tu amigo ayer?


—Sí. Luego lo conocerás, vendrá cuando se levante.


—Muy bien.


—Ven a ayudarme con esto, Pedro —le pidió su madre.


Pedro obedeció y Paula no tuvo más tiempo para pensar en él ni en si estaba enamorada. Empezó a ayudar a las niñas a vestirse.


El día pasó muy deprisa y a Paula le sorprendió que Pedro se quedase allí todo el tiempo.


Pensó que todo en la vida ocurría por un motivo, aunque en la suya hubiese sido aquel horrible accidente. Antes, nunca había tenido tiempo para hacer ese tipo de cosas, pero el tiempo que pasaba en el hospital le parecía más valioso y gratificante de lo que había esperado.


Abby apareció a media mañana.


—Tenemos que hablar.


—¿No puedes esperar un rato? Tengo que vestir a otra niña y luego nos van a hacer un desfile —le dijo Paula.


—Puedo esperar, pero me he enterado de algo importante y… tenemos que hablar —insistió su amiga.


—De acuerdo. Hablaremos en cuanto se haya terminado esto.


—De acuerdo.


A Paula le preocupó la actitud de su amiga, pero no permitió que eso le aguase la fiesta. Los padres de los niños estaban sentados cerca de la alfombra roja que habían puesto en el suelo para el desfile. Y Pedro había desaparecido.


—Yo creo que ya podemos empezar —dijo ella.


—Un momento —contestó Margarita—. Antes tenemos una sorpresa para ti.


—¿El qué?


—Chicos. Las niñas van a necesitar que las acompañéis.


Todos los niños aparecieron vestidos con enormes chaquetas de esmoquin.


Muchos se habían dejado el pijama del hospital debajo, pero aun así estaban estupendos.


—¿Cómo lo has hecho? —preguntó Paula a Margarita.


—Ha sido cosa de Pedro.


Ella sonrió y le dio las gracias en silencio cuando volvió a entrar en el salón. Él se limitó a asentir y fue a ponerse detrás de los padres, que estaban sentados en sillas.


Paula se puso detrás de la cortina que tapaba a las niñas.


—¿Todo el mundo preparado? —preguntó.


Un coro de síes llenó el aire.


Paula salió de detrás de la cortina y miró a los padres, que esperaban ansiosos a ver sus hijos.


—Gracias a todos por venir al desfile de agosto del hospital de Royal.


Luego miró a Margarita, que también estaba detrás de la cortina, y esta puso la música. Paula presentó a cada una de las niñas y a su acompañante según fueron saliendo. La tarde fue un éxito y, cuando todo terminó, muchos padres se acercaron a darle las gracias.


A Paula le conmovió ver lo felices que estaban las niñas. 


Abby la estaba esperando en el pasillo, así que tenía que ir a hablar con ella.


—¿Qué pasa?


—Que he oído rumores estaba mañana en la cafetería.


—¿Acerca de mí?


—Más o menos. No sé si serán verdad, así que ni siquiera sé si debo contártelos.


—Suéltalo. Yo decidiré si debo creérmelos o no.


—He oído que Pedro ha vuelto para vengarse. Que tiene planeado que te enamores de él para después dejarte como lo dejaste tú.








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