martes, 25 de julio de 2017

NUEVO ROSTRO: CAPITULO 22





Paula se sintió como si le acabasen de dar una patada en el estómago. No supo qué iba a hacer.


Paula parecía enfadada y ella deseó poder reaccionar de la misma manera, en vez de sentirse tan dolida.


—Gracias por contármelo —le dijo, con una voz que le sonó rara hasta a ella.


Estaba empezando a enamorarse de Pedro y el hombre al que ella conocía no podía querer vengarse. No obstante, supo que no podía volver a entrar en el salón y actuar con normalidad, como si no pasase nada.


—Siento haber tenido que contártelo, pero no quería que lo oyeras por ahí —le dijo Abby.


—¿Qué más ha ido diciendo?


—No lo sé. Una de las camareras lo oyó hablar con su amigo, eso es todo. ¿Qué vas a hacer al respecto?


—Hablar con él —le aseguró Paula.


El accidente le había enseñado que su vida se podía terminar en cualquier momento. Sabía la suerte que tenía de estar viva y, sinceramente, si Pedro era capaz de pensar en hacer algo así… entonces, no iba a enamorarse de él.


Sí podía enamorarse del hombre que había llevado chaquetas de esmoquin para todos los niños y del hombre que había dejado de trabajar para llevarla a dar un paseo en su avión.


—¿Quieres que te acompañe? —le preguntó Abby, dándole la mano.


—No, estoy bien. Tengo que hacerlo sola —le dijo Paula.


Cada vez estaba más segura de sí misma y estaba a punto de volver a su casa y de recuperar completamente su vida. Se ocuparía sola de Pedro. Se enfrentaría a él y averiguaría si los rumores eran ciertos.


—Cuando sea presidenta, me aseguraré de que no sea él quien haga las obras del club.


—No —le dijo Paula—. La venganza no es buena para nadie. No quiero afectar a su negocio. Si él necesita solucionar algo que ocurrió hace catorce años, entonces no es el tipo de hombre que quiero en mi vida.


—Eso es cierto —admitió Abby.


Paula forzó una sonrisa de medio lado. No quería pensar en que tenía muy mal gusto para los hombres. Siempre había pensado que Pedro era una buena persona y le había echado a su padre la culpa de su ruptura. Y era cierto, se había dejado influenciar por él por aquel entonces.


—¿Sabes que rompí con él a cambio de que mi padre me comprase un descapotable?


—Oh, cielo —le dijo Abby.


—Así era yo. En cierto modo, no puedo culparlo por querer vengarse, pero ya no soy así. Y pensé que él sería el primero en darse cuenta.


Abby le acarició el brazo para reconfortarla.


—Ya sabes que la información procede de la cafetería, así que solo Dios sabe qué parte es verdad.


—Solo tengo que preguntárselo a él para averiguarlo —le respondió Paula, sabiendo que por muchas vueltas que le diese al tema, la respuesta solo podría dársela Pedro.


Todavía tenía que terminar la fiesta y recoger el salón. 


Después iría a pedirle explicaciones.


Se estremeció al pensar en los momentos que habían pasado juntos, en los besos que habían compartido. Había pensado que era noble, pero ya no estaba convencida.


Se puso roja, notó que le ardía el rostro. ¿Era Pedro capaz de hacer todo lo que había hecho desde que habían vuelto a verse solo para vengarse de ella?


Tenía la esperanza de que no, pero tener esperanza no servía de nada. Eso lo había aprendido en el hospital. Tenía que entrar en acción, aunque fuese doloroso, e iba a hacerlo.


—Le preguntaré directamente si ha venido a eso. No me lo parece, quiero decir, que hoy me ha ayudado sin que yo se lo haya pedido.


Pero su plan consistía en hacer que se enamorase de él, podía hacer todo lo que tuviese en su mano para que pensase que lo estaba haciendo por ella.


Se sintió confundida y se preguntó qué estaría pensando Abby.


Era probable que sintiese lástima por ella, por volver a estar en una situación complicada. Y le daba vergüenza que su amiga hubiese oído esas cosas, pero, por suerte, había tenido el valor necesario para contárselo.


Abby se encogió de hombros.


—No tengo ni idea de lo que es capaz.


—¿Quién? —preguntó Pedro, saliendo al pasillo.


—Tú —le respondió Paula.


—Llámame luego —le pidió Abby antes de marcharse.


Y Paula se quedó allí, delante de Pedro, buscando las palabras para preguntarle si estaba haciendo lo que Abby le había contado, pero no las encontró. Tenía en la cabeza lo que debía decir, pero no era fácil abrir la boca y preguntarle si estaba allí en busca de venganza.


—¿Paula? —le dijo él en tono sincero y preocupado.


Y una parte de ella quiso creer en lo que ella pensaba que era cierto. No obstante, ya la habían engañado una vez. Al parecer, Pedro estaba cortado con el mismo molde que Benjamín y eso fue lo que más le dolió.







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