viernes, 9 de junio de 2017

LA BUSQUEDA DEL MILLONARIO: CAPITULO 23





—Llamada telefónica de Cord O’Malley —anunció el ordenador.


—Pásamelo. Sí, Cord. Dime qué puedo hacer por ti.


—Solo quería confirmar un encargo.


—Es Paula la que se ocupa de eso. Pensé que ya había quedado claro.


—Sí, pero dado que tú eres el que paga las facturas, pensé que sería mejor comprobarlo antes de aceptar este trabajo en particular.


—Bien. ¿De qué se trata?


—Tiene que ver con pintar las paredes.


—No digas tonterías. Ya están todas pintadas.


—Sí, efectivamente. Sé que esos dibujos que ella hizo eran muy bonitos, pero quiere que los pintemos de blanco. Y que saquemos todos los muebles que ella compró. Hasta el árbol de Navidad. Quiere que lo dejemos todo como estaba antes.


—¿De qué demonios estás hablando?


—Ya lo has oído.


Pedro empezó a costarle respirar.


—Ahora hay una contraorden que te digo yo —dijo a duras penas—. No vas a hacer caso a lo que ella te haya dicho. ¿Está claro? Por supuesto, te pagaré las molestias.


—Venga ya, Pedro. Sabes que eso no es necesario. Supuse que tenía que haber un error. Me alegro de haberlo aclarado.


—De acuerdo. En lo sucesivo, te pido que consultes conmigo cualquier otra orden.


—Lo haré. Espero que tengas una feliz Navidad.


Sin embargo, Pedro no tendría Navidad, ni feliz ni de ninguna otra clase si Paula se marchaba y se llevaba a su hija, a Angie y a Julia. Las cuatro se habían convertido en personas muy importantes para él y para Pascual. 


Formaban una familia y, costara lo que costara, tendría que encontrar el modo de detenerla y de convencerla para que se quedara.


Durante los siguientes tres días, Pedro no supo si enfrentarse a Paula sobre lo que ella había ordenado a Cord o esperar al veinticinco. Lo único que lo mantenía en silencio era pensar que una confrontación podría provocar que ella se marchara antes de Navidad. Durante el día trabajaba como un poseso, esperando que si él no podía amar, al menos la capacidad de su robot para sentir las emociones humanas lo ayudara a analizar el problema y a encontrar la solución lógica. A cada noche que pasaba, el acto sexual entre ambos se hacía cada vez más desesperado, como si los dos presintieran que el tiempo que iban a pasar juntos estaba a punto de terminar.


El día de Nochebuena, cuando ella se levantó de la cama y se marchó a su dormitorio, Pedro supo que había perdido. 


En silencio, recorrió la casa, tratando de imaginársela sin el ruido y la alegría que había reinado en ella desde el día en el que llegaron.


Se detuvo delante del árbol de Navidad, el que habían decorado todos juntos. Había sido la primera vez que Pascual había salido del sótano. Tras permanecer allí unos segundos recordando lo bien que lo habían pasado aquel día, regresó a su laboratorio para tratar de conseguir que el Emo X-15 resultara operativo. Arrancó el ordenador y accedió al listado de sentimientos que Pascual había organizado. Su tío había denominado a una de las carpetas Amor. Pedro no recordaba haber visionado su contenido.


Las primeras fotos y vídeos eran de Paula y de Noelia en las que las dos sonreían juntas y se besaban. Entonces, encontró una interminable cascada de fotos de sí mismo con su hija. Se quedó atónito. Ni siquiera sabía que aquellas fotografías existían. No podía malinterpretar la expresión de su rostro igual que no había podido hacerlo con el de Paula.


Sin embargo, fue la última fotografía la que estuvo a punto de destruirle. Acababa de llegar y aún tenía el abrigo puesto.


Tenía a su hija en brazos, pero no era a ella a quien miraba, sino a Paula. Y allí, en su propio rostro, vio amor.


¿A quién había estado engañando? Se había negado a ver lo que tenía delante de sus propios ojos, pero allí estaba. Era un amor innegable, con brillo de adoración en la mirada y el deseo escrito en cada centímetro de su rostro.


Amaba a Paula.


Se puso de pie con la intención de ir corriendo a decírselo, pero se detuvo en el último momento. ¿Y si ella no le creía? ¿Y si se pensaba que era un último esfuerzo por conseguir que se quedara? ¿Cómo diablos iba a poder convencerla de que la amaba de verdad si ni él mismo lo había creído hasta aquel mismo instante?


Solo había un modo posible. Necesitaba pruebas. 


Necesitaba… Observó la elegante forma del Emo X-15. 


Necesitaba un robot capaz de detectar sentimientos.


—Aún tengo una oportunidad…




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