—¿Dónde está Pedro? —le susurró Julia a Pascual, aunque sin evitar que Paula se enterara.
—Donde está siempre últimamente. En su laboratorio —respondió Pascual.
—Pero si es Navidad. Hasta tú has subido —comentó Julia mientras empezaba a apretar los botones de un mando a distancia.
Pascual se encogió de hombros.
—Tal vez se ha olvidado. Jamás hemos tenido una Navidad de verdad antes —añadió.
Paula respiró profundamente. Ya estaba bien. Había esperado que la llamada a Cord le diera a Pedro el empujón que necesitaba. El hecho de enfrentarse a la pérdida de todas las mejoras que ella había hecho a lo largo del último mes debería haber sido suficiente para hacer que él recuperara el sentido común. Tendría que haberse imaginado que no sería así y ese hecho solo podía significar una cosa.
Evidentemente, se había equivocado con él. ¿Cómo había podido creer que la amaba?
—Muy bien, todo el mundo —dijo ella con una sonrisa—. Ha llegado el momento de abrir los regalos.
****
Pedro no recordaba hasta qué hora había estado trabajando aquella noche. De repente, un ¡piii! tras otro lo despertaron de un profundo sueño. Maldita Julia…
Se puso de pie y miró confuso a su alrededor.
—Ordenador, fecha y hora —ordenó.
—25 de diciembre, 11:02:12 AM —respondió la máquina.
Lanzó una maldición y se mesó el cabello. Entones, miró al robot. Lo había intentado. Había trabajado como un poseso hasta llegar a la desesperación. No había cambiado nada.
Emo X-15 seguía sin funcionar, lo mismo que su predecesor. Había fallado.
Se incorporó sobre la silla y se frotó el rostro. Estaba tan cansado… Por primera vez en su vida, no sabía qué era lo que tenía que hacer. Sentía un anhelo que era incapaz de nombrar. Lo había estropeado todo.
—Estás cansado —dijo una voz.
Pedro se quedó perplejo. Lentamente, miró a Emo X-15 y vio que había cobrado vida electrónica.
—¿Cómo has dicho?
—Pareces cansado —repitió el X-15.
—¿Te gustaría tomar una taza de té? —le preguntó otra voz, la de un robot que debería haber desmontado hacía mucho tiempo, lo que no había hecho por la simpatía que Noelia y Paula le profesaban.
—¿Por qué me haces esa pregunta? —le preguntó al X-14.
—Te sientes triste. El té hará que te encuentres mejor.
En aquel momento, Pedro vio claramente las dos opciones de las que disponía. Por un lado, la fría lógica que había sido su compañera durante la mayor parte de su vida. Por otro, los sentimientos. Sonrió y tomó a Emo. Al perfecto. Acababa de descubrir una sorprendente verdad.
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