jueves, 1 de junio de 2017

EXITO Y VENGANZA: CAPITULO 26




Paula recordó aquella ocasión en que le había dicho a Pedro que parecía como si le acabaran de sacudir un sartenazo, y estaba segura de que esa expresión era la misma que tenía ella en esos momentos. Desde luego, tenía la sensación de haber sido golpeada. Todo el aire había escapado de sus pulmones.


—¿Cómo?


—No sé si me robaste el corazón o si yo te lo entregué, ni cuándo sucedió, ni cómo pude tener tanta suerte. A lo mejor la regla de Catalina es cierta: la belleza verdadera sólo surge por sorpresa. Yo no me lo esperaba, Paula, pero contigo veo
las cosas mucho más claras. Tengo la sensación de haber desperdiciado casi toda mi vida. Junto a ti soy capaz de pensar en respirar en lugar de en ganar. Junto a ti puedo olvidar mi trabajo y la constante obsesión por ganar el siguiente dólar.


Había sido el discurso más largo que ella le había escuchado. Su voz, un poco ronca, un poco ahogada, rebosaba sinceridad. Paula negó con la cabeza y apoyó las
manos contra la puerta mientras lo miraba en un intento de comprenderlo. La mirada de Pedro era seria y su expresión, decidida.


Y, nuevamente, sincera.


Pero…


—Tu… tu hermano… tú siempre deseas lo que él tiene —recordó ella—. Y ahora sólo intentas vengarte de él por ese asunto de Stuttgart.


—Ya no se trata de Matias, Paula —dijo Pedro—. Por favor, por favor, créeme, aunque sé que no merezco tu confianza.


—Me sedujiste con engaños —¡pues claro que no se merecía su confianza!


—Sí.


—Y has venido hoy aquí para volver a hacerlo.


—Sí —él hizo una mueca—, y lo siento muchísimo, aunque no tanto por lo de hoy. Tenía que verte como fuera. Para intentar explicarte…


—No tenías que haberte molestado —dijo Paula amargamente—. Aunque me resulte difícil perdonarte, lo entiendo. No olvides que soy la hija de Rafael Chaves. Estoy acostumbrada a ver hasta dónde es capaz de llegar un hombre por su negocio.


La obsesión de su padre siempre había sido motivo de bromas por parte de ella, pero también la había exasperado toda su vida. Sobre todo al hacerse mayor y ver cómo afectaba a Catalina. Toda la familia había cedido muchísimo a cambio de su despiadada obsesión por el poderoso dólar. Tal y como había sido criado Pedro, no era de extrañar que tuviera el mismo afán competitivo y frío.


—Puedes marcharte —dijo ella mientras se giraba para que él no pudiese contemplar su rostro—. Sube al primer avión camino de Stuttgart y vence a tu hermano.


—Paula —Pedro habló tras un largo momento de silencio—. Paula, por favor mírame.


Fue un error, porque a pesar de su afán competitivo y frío, tenía el aspecto de un hombre que estuviera más preocupado por perder que obsesionado por ganar.


—Si tanto me importara, ya estaría en Stuttgart —dijo él—. Matias se ha quedado en casa de Anibal para cumplir con las estipulaciones del testamento y, si quisiera, estaría en Europa, negociando con Ernst. Sin el maldito ojo morado, añadiría, y sin un chichón más grande que una pelota de béisbol en la nuca. No fui a Stuttgart. Vine a ti.


1 comentario:

  1. Ayyyyyyyyy, mi vida, le dijo que se quedó con su corazón. Buenísimos los 3 caps.

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