viernes, 30 de junio de 2017

EN LA OSCURIDAD: CAPITULO 15




Domingo, 9:00 horas


Tumbada de costado, despertó lentamente, cada uno de sus sentidos cobrando vida para descubrir algo hermoso. Y comprendió que Pedro era la causa.


Tenía el cuerpo de él pegado al suyo y los brazos en torno a su cintura. Una mano grande se curvaba sobre su pecho.


Se movió detrás de ella y el brazo la ciñó más mientras los dedos le presionaban el seno. Lo oyó respirar y besarle la nuca con labios cálidos, mientras la erección de la mañana se asentaba con más firmeza contra sus glúteos desnudos.


Con una sonrisa, llevó la mano atrás y le revolvió el pelo.


—Buenos días —susurró—. ¿O son buenas tardes?


—Mmmm —murmuró con voz somnolienta—. Un cuestionario. Y no he estudiado —con movimiento suave, la puso boca arriba y luego se acomodó encima, apoyando el torso sobre los antebrazos.


Lo miró. Tenía los ojos azules brumosos por el sueño y el pelo oscuro revuelto y cayéndole sobre la frente. Su aspecto era decadente y delicioso, como el de un hombre que hubiera dedicado la noche a hacer el amor para luego caer rendido en un pesado sueño después del último orgasmo.


Se lo apartó de la cara y soltó una risa baja.


Él alzó la cabeza y olisqueó el aire.


—Hueles a beicon. Dios, he muerto e ido al cielo.


—No soy yo. Es el señor Finney. Todos los domingos por la mañana prepara un desayuno copioso. Beicon, huevos, tortitas. Yo disfruto de una invitación vitalicia, que incluye llevar a un invitado.


—Tentador. Pero el beicon aún no está listo y, mmm, yo sí —la miró con expresión de lujuria desbocada.


Ella tuvo que esforzarse para no soltar una carcajada.


—No me digas que ya estás listo.


—Muy bien —se movió contra ella, provocando en ambos chispas de placer—. Pero algo me dice que vas a llegar a esa conclusión por ti misma —bajó la cabeza y lentamente se llevó el pezón a la boca.


—Mmm. ¿Cómo sabes que el beicon aún no está listo?


—Mi agudo sentido masculino del olfato —la voz vibró sobre el pecho de ella—. Sé reconocer el beicon plenamente hecho una vez que lo huelo, y ese beicon tiene otro… —levantó la cabeza y olió —como mínimo le quedan cuatro minutos.


—Oh, bien —alargó la mano hacia un preservativo—. Y yo que pensé que iríamos con prisas.




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