sábado, 6 de mayo de 2017
CENICIENTA: CAPITULO 31
—¿Qué diablos es eso de que Paula se muda? Pensé que iba a comprar una casa como inversión —dijo Emilia, sentándose en el sofá.
Pedro la miró asombrado.
—No. Por supuesto que no. Se va a comprar la casa para vivir en ella. ¿Qué hay de raro en ello? Es lo normal, digo yo.
—¿De veras? —Emilia estaba sorprendida—. ¿Y qué pasará con vosotros?
—¿Con nosotros?
—Por favor, Pedro, pensaba que os amabais.
—¿Y por qué te has hecho esa idea?
—¿Por qué os he visto juntos? —dijo ella.
—Te lo estás imaginando.
—No creo. Estáis muy unidos. O lo estabais antes de que naciera el bebé. Era evidente. Incluso un ciego se daría cuenta de que estáis enamorados.
—Ella no me quiere. No seas ridícula… Además, ha tenido una hija.
—Bueno, ¡eso no es tan malo, Pedro! ¿Y por qué es ridículo? Sólo porque haya tenido la hija de otro hombre no significa que no te quiera, y no deberías dejar de cuidar de ella. Puedes seguir abrazándola. Me pareció que estaba triste, y ya sé por qué.
—Oh, cielos.
—Pedro, lo digo en serio. Te quiere. Y tú la quieres. Lo sabes. ¿Cuándo vas a admitirlo?
—Ella no me quiere, Emi. Sigue enamorada de Jaime.
—¡Tonterías! Te quiere, Pedro, y necesita un hombre de verdad, un hombre maduro que sea capaz de amarla también. Un hombre como tú, considerado, amable y bueno. ¿Cuándo vas a decirle que la quieres? Y que quieres que se quede contigo, que se case contigo para pasar la vida con ella, y para formar parte de la vida de Lily, para darle hermanos o hermanas…
—¡Basta! ¡Ya es suficiente! No puedo hacerlo.
—¿Por qué? ¿Por qué Kate te engañó? Paula no es Kate. Kate era una cretina. Paula te quiere de verdad, y nunca te hará daño.
—¿De veras lo crees? Todavía está penando…
—¡No! ¡Lo ha superado! Te quiere a ti. Tienes que decírselo.
—¿Y si se lo digo y se ríe de mí?
—No lo hará. ¿Y si lo hiciera? ¿Qué habrías perdido? El orgullo, nada más. ¿Qué es eso comparado con una vida feliz? —se sentó a su lado y lo abrazó—. Dale una oportunidad, Pedro —le suplicó—. Y a ti. Ve a hablar con ella.
—Está dormida. Quería acostarse temprano.
—Entonces, ¿por qué está al final del jardín mirando el mar como si fuera a lanzarse?
Se puso en pie, lo besó en la mejilla y lo dejó mirando a Paula desde la ventana.
La mujer que amaba. La única mujer que había amado.
Se puso en pie y se dirigió despacio hacia la puerta. Salió a la oscuridad, tragó saliva, respiró hondo, y atravesó el césped.
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