jueves, 6 de abril de 2017

DESCUBRIENDO: CAPITULO 21




Esa noche, Paula recibió otro correo electrónico de Isabella. Lo abrió enseguida, deseosa de tener más noticias de su familia y aliviada por poder dejar de pensar en Pedro.


Hola, Pau:
Tengo muy buenas noticias y estoy muy contenta. He conseguido la dirección de Alessandro y Angelo, y voy a mandarles un correo para presentarme y contarles que soy su hermana.
Lo cierto es que tengo más noticias, pero no sé si debo contártelas.


A Paula le dio un vuelco el corazón al leer aquello. Cerró los ojos. No quería seguir leyendo el mensaje de Isabella. En su vida normal, nunca evitaba las malas noticias, pero aquello era diferente, era su familia, y tenía miedo.


Abrió los ojos y siguió leyendo:
Mi padre me ha contado hoy algo que me ha afectado mucho. Lo siento, Paula, pero tiene que ver con Lisa.
Supongo que tendrás que enterarte, antes o después, así que tengo que advertírtelo, aunque pienso que será mejor que te lo cuente tu madre.
Espero no haberte asustado, Paula. No es una emergencia. Tu madre no está enferma, pero deberías pedirle que te explique por qué se comportó como lo hizo cuando mi padre fue a pedirle ayuda. Siento ser tan enigmática, pero por el momento no puedo decirte más.
Te quiere,
Isabella


Consternada, Paula volvió a leer el mensaje para intentar darle sentido.


¿Qué podía haber hecho su madre?


Sintió náuseas.


De niña, siempre había idealizado a su madre. Lisa Firenzi tenía una belleza digna de una reina, era muy independiente y dirigía con éxito el restaurante más sofisticado de Monta Correnti. Para ella era la mujer ideal.


Después de llegar a Australia para poder estar cerca de su padre, Pau había tomado a su madre como modelo. Su ejemplo, de mujer autosuficiente y triunfadora, la había salvado cuando Mitch MacCallum la había apartado de su vida sin miramientos. Y había vuelto a ayudarla cuando Toby le había hecho tanto daño unos años después.


Durante su carrera política había habido muchas ocasiones en las que había utilizado la fuerza de su madre como inspiración.


«¿Qué has hecho, mamá?», se preguntó, angustiada.


Era una pregunta que no se atrevía a hacer, pero, por desgracia, no tenía elección. Sabía que debía plantearla, aunque estaba segura de que no le gustaría la respuesta.


Tomó el teléfono con manos temblorosas y empezó a marcar el número de su madre



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