miércoles, 5 de abril de 2017

DESCUBRIENDO: CAPITULO 20




Tres noches más tarde, después de cenar y de charlar educadamente, chocó con Pedro.


Ocurrió en el pasillo. Ella salía del baño después de un largo baño, llevaba el pelo envuelto en una toalla y se había puesto su albornoz blanco, nada más, y tenía la piel húmeda, sonrojada y le olía al aceite de baño de rosas y lavanda.


Había estado leyendo en la bañera y llevaba la novela en la mano, para seguir leyéndola en la cama. Iba con la cabeza agachada cuando chocó contra Pedro.


El libro cayó al suelo.


—¡Lo siento! —gritaron al unísono y se agacharon a la vez a por el libro.


Ambos se quedaron como hipnotizados, inclinados, sujetando el libro, mirándose, respirando con dificultad, como si hubiesen estado corriendo.


Pau sintió cómo la envolvía su calor y ambos se incorporaron a cámara lenta, sin soltar el libro. A la vez, Pedro dio un paso hacia ella y ella retrocedió, como si estuviesen bailando un vals muy lento.


Paula dio contra la pared del pasillo. Estaba atrapada por Pedro, que había puesto las manos en la pared, a ambos lados de su cabeza, y ella había dejado de respirar.


Había dejado de pensar, sólo era capaz de desear.


Lo tenía muy cerca. Tan, tan cerca… Y lo deseaba tanto…
Pedro recorrió la piel de su escote con los dedos, bajando desde la garganta hasta los pechos, haciéndola gemir.


—Pau —susurró, sonriéndole—. Sabes que sólo tienes que pedírmelo —dijo, rozando sus labios con los de él.


Luego se apartó, se dio la media vuelta y desapareció en la oscuridad del pasillo.


Sin saber cómo, Pau consiguió volver a su habitación, donde se dejó caer sobre la cama, temblando. Estaba sorprendida por la fuerza del deseo que sentía por Pedro.


Él le había dicho que sólo tenía que pedírselo, pero no iba a hacerlo. No podía hacerlo… ¿o sí? Era mucho mayor que él, estaba embarazada. ¿Cómo iba a desearla Pedro?


No pudo dejar de pensar en sus palabras. Bailaron en su cabeza como una música bella e inquietante, y alrededor de su corazón.


La tentó la idea. Pedro era muy atractivo, y ella llevaba demasiado tiempo sola.


Pero era un error. Lo era, ¿verdad?


¿O tal vez no?


Sólo con una caricia, Pedro había echado abajo su seguridad.



*****


No podía creer que le hubiese dicho eso a Paula.


Estaba loco. Tenía la cabeza fatal.


Aunque… no había estado pensando con la cabeza.


Había visto a Paula, casi desnuda y recién salida del baño. 


Era toda una tentación, con la piel rosada, tan suave y caliente, los labios temblorosos.


Menos mal que había conseguido resistirse.


Tenía muchos motivos por los que no le convenía. Después de una niñez difícil, por fin era feliz con su vida. ¿Por qué estropearlo teniendo una relación con Paula y complicándose con su carrera, su ambición, su forma de vida y su embarazo?


El problema era que, a pesar de saber todo aquello, seguía deseándola.


Le había dicho que sólo tenía que pedirlo, pero menos mal que Pau no estaba tan loca como él.


Aunque…


Había visto cierta decepción en sus ojos cuando había retrocedido. Si hubiese sido un hombre dado a hacer apuestas, habría apostado que todavía cabía una oportunidad.






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