viernes, 17 de marzo de 2017

PROBLEMAS: CAPITULO 3





Pedro estaba sentado en el lujoso interior de su jaguar, apoyado cómodamente contra el respaldo de cuero mientras hablaba por teléfono.


-Nunca se había metido en un lío tan serio, Clayburn, pero creía sinceramente que estaba haciendo lo correcto.


-Lo sé -dijo Clayburn Proctor-. Paula tiene un gran corazón, pero actúa sin pensar. No tengo ningún problema en establecer una fianza ahora. No tiene sentido que la chica pase la noche en una celda. Pero no habrá forma de librarse del juicio. Aunque como Lorenzo sólo la va a acusar de asalto y agresión no hará falta llevarla ante un jurado si se declara culpable -Clayburn rió-. Aunque seguro que el jurado la absolvería. Sé que ha cometido un delito, pero hace tiempo que alguien debía haber hecho algo respecto a Cliff Nolan. Ojalá su mujer presentara cargos contra él.


-Gracias Clayburn. Te lo agradezco.


Pedro no había dudado que el juez fuera a ayudar a Paula. 


De hecho, no había nadie en todo el condado, especialmente cerca de Crooked Oak, que no estuviera
dispuesto a ayudar a Paula Chaves. A todos les caía bien. A pesar de su tendencia a meterse en líos, el mayor defecto de Paula era que siempre estaba tratando de ayudar a los demás. Nunca había conocido a nadie más preocupado por todas las criaturas vivientes de la tierra. Pedro suponía que esa era la razón por la que nunca había sido capaz de romper los lazos que le unían a Paula, a pesar de las muchas veces que había deseado que desapareciera de su vida.


-¿Quién va a hacerse cargo de la fianza de Paula? -preguntó Clayburn.


-Yo -Pedro rió-. Me ha prometido que no abandonará el país.


-Bien, ya que tú vas a hacerte cargo, creo que la cantidad justa serán mil seiscientos setenta y ocho dólares. ¿No te parece justo?


Pedro notó el tono ligeramente guasón de Clayburn y dio una calada a su puro. El juez tenía un retorcido sentido del humor. ¿Quién diablos había oído hablar de una cantidad así para una fianza?


-Es una cantidad poco habitual, ¿no te parece? -preguntó.


-Por alguna razón tengo esa cantidad metida en la cabeza. Al parecer relaciono esos mil seiscientos setenta y ocho dólares contigo, Pedro.


-¿No será por casualidad la cantidad exacta que has perdido en nuestras amistosas partidas de póker durante los últimos meses?


-Vaya, vaya, esa debe ser la razón.


-No vas a conseguir esa cantidad de mí, Clayburn. Paula no se fugará estando bajo fianza.


-No intencionalmente -lijo el juez, riendo entre dientes-. Pero conociendo a Paula, es posible que lleve su grúa a Mississipi sin siquiera pensarlo, y si lo hace puedo decidir que ha roto su libertad bajo fianza.


Clayburn Proctor era un viejo zorro que disfrutaba con sus juegos. No podía resistir la oportunidad de divertirse con Pedro.


-No serías capaz de hacerle eso a Paula.


-Probablemente no -admitió el juez-. Los dos estamos hechizados por esa jovencita, ¿no, Pepe? Como todo el mundo por esta zona.


-¡Puede que tú estés hechizado por ella, pero yo no, desde luego!


Pedro nunca se había sentido hechizado por ninguna mujer y menos por Paula Chaves. Sólo le traía problemas. Había sido una carga desde que la conocía, desde que era una niña y se dedicaba a corretear tras él y sus hermanos cuando iban a cazar y a pescar. Y cuando cumplió dieciséis años, y se creyó perdidamente enamorada de él, estuvo a punto de volverlo loco hasta que la convenció de que nunca podría haber nada romántico entre ellos.


-No protestes tanto -dijo Clayburn-. La gente podría pensar que tienes algo que ocultar.


-Gracias por establecer la fianza, sea o no una cantidad rara -dijo Pedrocambiando de tema a propósito. No estaba interesado en Paula Chaves y menos de la forma que sugería Clayburn Proctor. Apenas eran amigos. Se hacía cargo de ella como un favor hacia sus hermanos y porque alguien tenía que hacerlo. En su relación no había nada más que eso. Absolutamente nada más.



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