viernes, 17 de marzo de 2017
PROBLEMAS: CAPITULO 1
Paula Chaves abrió con rapidez la puerta de su furgoneta Chevrolet, le ordenó a su perro Solomon que se estuviera quieto y cogió su escopeta del asiento.
En cuanto saltó a tierra dio un grito de advertencia al hombre borracho que se hallaba a unos metros de ella.
-Cliff Nolan, suelte ahora mismo a Richie. ¿Me ha oído?
Sujetando a su joven hijo por el cogote, Cliff volvió la cabeza y miró a Paula con cara de pocos amigos.
-Salga de mi propiedad, maldita entrometida. Esta es mi tierra y mi familia. Aquí puedo hacer lo que quiera.
El pequeño chucho de Richie gruñó enseñándole los dientes a Cliff. Este le dio una patada.
-¡No, papá, no! No hagas daño a Whitey, por favor -suplicó Richie al oír que su perrito aullaba de dolor.
Cliff zarandeó a su hijo por el cuello varias veces y finalmente lo tiró al suelo.
Richie cogió inmediatamente a su perrito, rodeándolo por el cuello con los brazos y mirando a su padre con ojos llorosos.
-¡Deje en paz a Richie y a Whitey o le disparo, Cliff! -gritó Paula de nuevo-. ¿Me ha oído?
Cliff Nolan la miró con los ojos entrecerrados y una perversa sonrisa en los labios.
-Perro ladrador poco mordedor -gruñó-. Siempre estás viniendo por aquí a meter ideas raras en la cabeza de mi Loretta. Ella no necesita tus consejos para saber cómo ser una buena esposa. Tú no tienes ni idea de lo que es ser una auténtica mujer.
-Sé que ningún hombre tiene derecho a golpear ni a su mujer y ni a sus hijos o a maltratar a los animales -Paula salió cautelosamente del camino de grava, adentrándose en la zona de hierba.
Loretta Nolan se asomó al porche de su casa móvil. Su ojeroso rostro parecía el de una mujer bastante mayor de los veintisiete años que tenía.
-Por favor, Cliff...
-¡Calla, mujer! -Cliff miró a su esposa.
-Será mejor que te vayas, Paula -dijo Loretta.
Rodeando con sus brazitos el cuello de Whitey, Richie se alejó de su padre. Este se volvió, miró a la pareja que huía y alzó una pierna.
-¡No, papá, no! -gritó Richie a la vez que el pie de su padre caía sobre el perrito, que volvió a aullar de dolor.
Cliff alzó de nuevo la pierna y la lanzó contra Richie, pero éste logró apartarse a tiempo. Sin soltar a Whitey, Richie siguió alejándose a rastras de su padre.
-Este es mi último aviso, Cliff: ¡Apártese de Richie inmediatamente! -Paula amartillo la escopeta.
Cliff Nolan alzó la pierna. Richie se quedó petrificado de miedo al tropezar con su espalda contra un costado de la casa. Echando atrás la pierna, Cliff se dispuso a lanzarla contra el niño. Paula gritó. Cliff se volvió hacia ella. Richie se levantó rápidamente y corrió hacia el porche con Whitey en los brazos. Tambaleándose, Cliff le gritó que se detuviera.
-Déjele en paz -advirtió Paula.
-¡Vete al diablo! -dijo Cliff, volviéndose con la intención de perseguir a su hijo.
Paula Chaves apretó el gatillo de su escopeta. La perdigonada atravesó los vaqueros de Cliff, alcanzándolo en la espalda, el trasero y las piernas. Gritando de dolor, Cliff cayó al suelo.
Sin soltar a Whitey, Richie corrió a protegerse entre los brazos de su madre.
Loretta permaneció en el porche de la casa, mirando a su marido con gesto incrédulo.
-Llama al sheriff -dijo Paula-. Y pide también una ambulancia. El doctor Hall va a tener que trabajar sacándole los perdigones del trasero a Cliff.
Asintiendo en silencio, Loretta se volvió lentamente y entró en su casa móvil.
Richie permaneció en el porche, sosteniendo a Whitey contra su pecho mientras las lágrimas corrían por su rostro.
Y el sheriff tampoco tardaría en llegar. Pero aunque a Lorenzo Redman no le gustara Cliff más que a ella misma, no le quedaría más remedio que arrestarla.
Después de todo había disparado contra un hombre.
Tendría que llamar a Pedro. La última vez que le llamó para solicitar su ayuda, le había advertido que estaba harto de tener que sacarla de un lío tras otro. ¿Pero qué podía haber hecho? ¿Quedarse cruzada de brazos mientras Cliff abusaba de Richie y Whitey? Llevaba un año rogándole a Loretta que cogiera a los niños y se fuera, pero sus ruegos habían caído en oídos sordos.
Paula sabía que esa vez había hecho algo realmente estúpido y, quisiera o no, tendría que recurrir a Pedro para que la sacara de la cárcel. Y si había juicio lo necesitaría para que la defendiera.
Temía más enfrentarse a Pedro que a tener que pasar la noche en la cárcel. Por muy buenas que fueran sus intenciones, siempre acababa creándole problemas, y no
quería causarle más dificultades, sobre todo ahora que Pedro estaba pensando en presentarse a las elecciones para gobernador. Pedro Alfonso era un buen hombre y sólo se merecía lo mejor; y, sin duda, lo mejor para él no era precisamente Paula Chaves .
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