martes, 14 de marzo de 2017

HASTA EL FIN DEL MUNDO: CAPITULO 32





Era lo más ridículo que había oído en su vida.


¿Quién era capaz de insistir en que una boda siguiera adelante cuando sabía que la novia no se iba a presentar?


Pedro Alfonso era el único capaz de algo así.


Paula se desesperaba con él.


Sentía lo que estaba ocurriendo, pero sabía que tenía razón. 


Había estado viviendo en un mundo de sueño, creyendo que podría mantener a Pedro a su lado, satisfacerlo.


Pero no era verdad.


¿Cómo podía lograr que un hombre como él mantuviera su interés en ella?


Estaba siendo práctica, razonable y evitando una catástrofe. 


No podía contentarlo durante el resto de sus vidas. ¡Si se había acostado con Támara Lynd!


Y, aunque lo creía cuando le decía que no había sido más que una noche de sexo y que no volvería a acostarse con ella, también sabía que eso no significaba que no acabaría yéndose con otras mujeres.


Estaba convencida de que se acabaría aburriendo con ella, que buscaría emociones fuera de casa.


Pedro estaba demasiado obcecado como para ver eso. Pero llegaría a darse cuenta.


Cancelaría el banquete, las flores, la iglesia y eso sería el final de aquella absurda historia.



****


—¿Un chaqué? —preguntó Arturo mirando a Pedro de arriba abajo confuso—. Jamás me he puesto un chaqué.


—Yo tampoco —le dijo Pedro—. Pero es lo que Paula quiere. Así que iremos esta tarde a que nos midan.


Pedro había llamado a la tienda que Paula le había mencionado y había concertado una cita. También había llamado a Noah, Taggart y Gus y les había dicho que estuvieran allí para probarse, haciendo caso omiso a sus protestas.


—Tengo un traje —continuó Arturo—. Uno azul oscuro que me compré cuando me casé con Maudi.


Lo que significaba que tendría sesenta y tanto años.


—Te enterraremos con él, Arturo. Pero para esta boda te vas a poner un chaqué.


Arturo lo miró sorprendido.


—Te estás volviendo un tanto mandón, ¿no?


Más bien desesperado, habría querido decirle.


Había llamado a la iglesia aquella mañana para cerciorarse de que todo estaría preparado el sábado.


—¿Quién es? —le había preguntado el párroco sorprendido—. ¿Pedro AlfonsoPero si Paula me ha llamado…


—Solo es un ataque de pánico de última hora —le había dicho Pedro—. Estaremos allí a la hora concertada.


Lo mismo tuvo que hacer con Poppy, de la floristería, Denise, de la comida, Julie Ann, de la tarta.


—Tú cobras por hacer pasteles, ¿no?


—Sí, pero…


—Bien. Entonces te llevaré un cheque.


Para asegurarse de que nadie le iba a fallar, utilizó el mismo sistema con todo el mundo. Incluso le envió un cheque a Patricia para que se encargara de pagar el salón de bodas que ella misma había concertado.


Lo llamó en cuanto lo recibió.


—Pero si Paula me dijo que habíais cancelado la boda.


—Nada de eso —le dijo él con firmeza.


—Bueno, pues me alegro. Me preguntaba si el comentario de Támara la había empujado a dar marcha atrás.


—Lo cierto es… que la ha puesto un poco nerviosa —le dijo Pedro.


—Es algo que ocurrió en el pasado —dijo Patricia—. Lo mismo que lo de Santiago con ella. Y te puedo asegurar, que no volverá a ocurrir.


Pedro la creyó. Santiago jamás perdería a una mujer como Patricia. Del mismo modo que él no quería perder a Paula.


La amaba y siempre la amaría.


Solo esperaba que el tres de octubre a las tres de la tarde ella estuviera convencida de eso también.





1 comentario: