martes, 14 de marzo de 2017

HASTA EL FIN DEL MUNDO: CAPITULO 30




Pedro optó por irse a los establos con los hijos que Patricia tenía de su anterior matrimonio. No le quedaba otra alternativa.


Patricia y Paula estaban inmersas en una pesada conversación sobre todo lo concerniente a la boda. Santiago, Gavin y Támara hablaban sobre sus personajes en la
película y sus supuestos pasados. Pedro no quería rememorar su pasado, y menos aún si Támara Lynd estaba en la conversación. Su «pasada historia» con ella era algo que prefería olvidar. Había sido un breve y ridículo encuentro. No sabía lo que ella pensaba de todo aquello, ni lo que querría hacer. Era una mujer con un largo historial de conquistas y, en un momento de debilidad, lo había conquistado a él también.


Pero ya no se sentía débil. Y lo que habría deseado realmente en aquel instante habría sido poder estar con Paula. Solo que todos aquellos planes de boda lo volvían
loco. Así que optó por refugiarse en el corral con Daisy y Jack.


Pedrotomó prestado uno de los caballos de Santiago y se montó. Aquello hizo que se sintiera a salvo


Al cabo de un rato, aparecieron de improviso Támara, Gavin y la hija mayor de Patricia, Sara.


—¡Has estado formidable! —dijo Támara mirando a Pedro.


Jack la miró.


—Supongo que no te referías a mí —dijo.


—Sí, a ti también —respondió Támara—. ¡Me encanta ver montar a los hombres!


—Pues yo prefiero ver montar a las mujeres —dijo Gavin con una amplia sonrisa.


—Yo prefiero montar que mirar —aseguró Sara.


Pedro la habría montado gustoso en su cabalgadura, pero la joven estaba embarazada de ocho meses y no quería asumir riesgos. No obstante, decidió aprovecharse de su presencia para que lo librara de las garras de Támara.


—Te montaré cuando el bebé haya nacido —le dijo—. De momento me puedes acompañar a dar de beber al caballo, y así me cuentas qué tal te va la vida.


Si a Sara le sorprendió la invitación, no lo hizo patente. 


Sencillamente lo acompañó y comenzó a hablarle de su embarazo, de los cursos que estaba haciendo en la universidad y de cómo no había perdido la esperanza de poder estudiar medicina.


Pedro la escuchó admirado por su fortaleza y su determinación. A pesar de la accidental circunstancia de su embarazo, Sara no parecía dispuesta a dejar de luchar.


Absorto en las historias que le narraba la joven, le resultó fácil obviar a Támara y no estar pendiente de si lo estaba mirando o no.


Sin embargo, no pudo evitarla totalmente.


Tuvieron que comer todos juntos y, después, se reunieron en el salón para contar historias.


Paula siguió con su obsesión por la boda y Pedro se quedó junto a los demás escuchándolos.


Támara no parecía prestarle una especial atención, y solo le sonreía ocasionalmente. Estaba más centrada en contar una anécdota que le había ocurrido en París, durante un pase de modelos.


—No sabía que habías sido modelo —le dijo Gavin sorprendido.


—Era terriblemente mala. Pero quería entrar en el negocio y, como tenía la altura y el cuerpo adecuados, me lancé a ello. Solo que no parece que estuviera hecha para desfilar con gracia y agilidad. Nada más salir, me caí, ¡y me despidieron! —soltó una gran carcajada—. No obstante, fue un principio. Habría hecho cualquier cosa para que mi carrera se pusiera en marcha.


Incluso pujar por Santiago Gallagher y tratar de ganarlo. 


Para eso había ido a Elmer durante la subasta. Había pensado que ganar a Sloan habría sido la publicidad necesaria para una actriz que no llegaba a despegar.


Pero no había ganado. Paula lo había hecho.


Támara se había sentido tremendamente frustrada, molesta y decepcionada aquel día.


Pedro había sido su válvula de escape, un elixir para su orgullo herido.


Por suerte, un conocido director, John Cunningham, la había visto en la televisión en un reportaje sobre Elmer y se había quedado fascinado por su aspecto desesperado, tan distinto al que presentaba en las películas que había hecho. Se había puesto en contacto con ella rápidamente, y le había ofrecido el papel de una amargada monja en su nueva película.


—John además descubrió que era una buena actriz, lo que, sin duda, le sorprendió —dijo Támara.


—Y yo la fiché en cuanto vi la película —dijo Gavin.


Támara asintió, luego miró a Santiago y a Paula, que acababa de entrar.


—La conclusión de todo eso es que a veces perder es ganar —luego miró a Pedro y a Paula de nuevo—. Parece que eso es lo que os ha ocurrido a vosotros dos.


Támara demostró que entendía que Pedro estaba enamorado de Paula y que se alegraba de ello. Incluso pasó algún tiempo hablando con ella sobre sus planes de boda, diciendo lo guapo que estaría Pedro con un chaqué y dando a entender que le gustaría que la invitaran a la boda.


Pedro no dijo nada, pero Paula sí.


—Por supuesto que estás invitada.


Aquella noche, Pedro y Paula pudieron finalmente compartir habitación.


—Támara es distinta de lo que pensaba. Es guapa y sexy, pero también es real. Me cae bien, ¿y a ti?


—Sí, no está mal —dijo Pedro y abrazó a Paula—. Ahora ven aquí. Necesito amarte.



****


Al día siguiente, después de comer, Paula y Pedro cargaron la furgoneta y se prepararon para regresar a Elmer. Gavin, Santiago y Támara se marcharían por la mañana en una avioneta a México.


—Todo el mundo se va —dijo Jack—. ¿Por qué yo no puedo ir también?


—Porque tienes que ir al colegio —dijo Patricia.


Jack se encogió de hombros.


—¿Y quién necesita ir al colegio?


—Tú —dijo Santiago—. Así crecerás siendo tan listo como yo y tu tío Pedro


—Son buenos hombres —dijo Támara con una amplia sonrisa y bajó la voz para que los niños no oyeran su siguiente comentario—. Y extraordinarios amantes.


—¡Tam! —dijo Santiago.


Pedro se quedó sin palabras.


—Es verdad —se defendió ella y miró a Paula y a Patricia—. Hablo solo del pasado. No os preocupéis, nunca me acuesto con casados, ni trato de tentarlos, ni siquiera a hombres sin escrúpulos como estos dos.







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