sábado, 4 de marzo de 2017
APUESTA: CAPITULO 40
La primera vez que Pedro volvió a ver a Paula tras el incidente del festival, fue en un baile organizado por el ayuntamiento. El primer evento público al que se decidía a ir en semanas, y tenía que ir a encontrársela allí… ¡bailando con aquel condenado Scallon!
Sin pensar lo que hacía, se dirigió derecho a ellos, abriéndose camino entre las parejas que bailaban, y con los ojos de toda la comunidad fijos en él.
—¿Se puede saber qué diablos estás haciendo aquí? —le espetó a Paula.
La joven y Nico se detuvieron.
—Creo que lo llaman bailar —masculló ella, enarcando una ceja.
Pedro se quedó mirándola, entre atónito y furibundo.
—Déjame tranquila, Pedro. No es asunto tuyo lo que esté haciendo o con quién.
—¡Ya lo creo que lo es!
—Escuche, Alfonso —le dijo Scallon en un tono conciliador—, la señorita le ha pedido que la deje en paz. Me parece que está muy claro que no quiere hablar con usted.
Si hubiera podido, Pedro lo habría fulminado con la mirada.
—No se meta donde no lo llaman, Scallon, a menos que quiera que le parta los dientes.
—¡Pedro!
—Lo digo en serio. Como vuelva a decir otra palabra te juro que lo tumbo aquí mismo —le aseguró Pedro. Miró en derredor, ignorando las miradas de los demás asistentes—. ¿Dónde está?
—¿Dónde está quién? —contestó Paula frunciendo el ceño.
—Sabes muy bien a quién me refiero. ¿Dónde está Kieran?
Paula se cruzó de brazos y frunció los labios.
—Oh, te refieres al hombre en cuyos brazos prácticamente me echaste. Pues no sé, supongo que estará en Dublín… con su prometida—y girándose hacia Scallon, entrelazó su brazo con el de él y le dijo—: Nico, ¿te importa si vamos a otro sitio? La verdad es que detesto los lugares atestados de gente.
Pedro se había quedado paralizado, pero al verla alejarse la agarró por el brazo para retenerla.
—¡Espera un momento! ¿No te fuiste con Kieran?
Nico cometió el error de interponerse entre los dos. apartando la mano de Pedro.
—¿Por qué no la deja tranquila, Alfonso? Como le dije antes ella le ha dicho que no quería…
No pudo terminar la frase. Pedro le pegó un puñetazo, derribándolo. Hubo algún «¡oh!» entre los asistentes, y la gente empezó a cuchichear.
—¡Por Dios, Pedro! ¿Qué crees que estás haciendo? —le gritó Paula—. ¿Estás bien, Nico? —inquirió arrodillándose junto a Scallon.
—Se lo advertí —dijo Pedro, con la mandíbula tensa mientras se frotaba el puño—. ¿Dónde has estado hasta ahora si no has estado con Kieran?
Paula ayudó a Scallon a levantarse antes de enfrentarse a Pedro.
—Eres un completo idiota, ¿lo sabías? ¿Quién diablos te has creído que eres para venir aquí con exigencias cuando me entregaste a Kieran? Por mí puedes irte al infierno, ¿me oyes?
—¡Lo besaste!
—¡Y tú besaste a Marie Donnelly!
—¡Eso fue distinto!
—¡Y un cuerno!
Se quedaron mirándose, retándose con la mirada, hasta que finalmente fue Pedro quien decidió que aquella era una batalla perdida.
—Como quieras —masculló furioso—. Quédate con tu donjuán de tres al cuarto —le espetó señalando con la cabeza a Scallon, que estaba sujetándose dolorido el carrillo derecho.
Paula no pudo resistirse cuando vio que se daba la vuelta para alejarse en dirección a la salida.
—Oh, y por cierto, ese amigo tuyo al que ibas a entregarme tan caballerosamente…
—¿Qué pasa con él? —inquirió Pedro con aspereza, girándose en redondo.
—Que fue él quien fastidió lo nuestro, no yo.
—¿Qué?
Paula estuvo a punto de ablandarse cuando vio la expresión de asombro en su rostro, pero se dijo que ya era hora de que afrontara los hechos.
—Sí, al poco tiempo de que yo empezara a tener dudas sobre nuestra relación me demostró que no estaba equivocada: me engañó no una, sino varias veces. Así que, ¿qué?, ¿todavía crees que soy lo suficientemente masoquista como para volver con él?
Distintas emociones cruzaron por el rostro de Pedro.
—Yo… no tenía ni idea, Paula. Lo siento de veras… Si lo hubiera sabido… —balbució sacudiendo la cabeza.
Los ojos verdes de Paula lo miraron sin pestañear.
—Esa es precisamente la razón por la que no te lo dije, porque sabía exactamente lo que habrías hecho.
Y, agachando la cabeza, se dio la vuelta para volver junto a Nico.
—Paula… —la llamó él. Ella se detuvo y se volvió despacio hacia él.
—¿Por qué lo besaste?
—Yo no lo besé —suspiró la joven—, me besó él. Si hubieras esperado diez segundos más, te habrías enterado exactamente de lo que pensaba de él y de ese beso.
La orquesta había empezado a tocar una melodía melancólica, y Pedro y Paula se habían quedado en medio de la pista de baile, rodeados por las parejas que giraban, mirándolos con curiosidad.
—He fastidiado lo nuestro, ¿verdad? —murmuró Pedro.
Paula tragó saliva.
—Fue esa estúpida apuesta, Pedro. Eso fue lo que lo ha fastidiado todo. Tal vez las cosas deberían haberse quedado como estaban.
Hizo ademán de volverse otra vez, pero él la retuvo una vez más por el brazo.
—Paula, espera, por favor… ¿Qué puedo hacer para solucionar esto?
La joven lo miró con tristeza.
—Si todavía no lo sabes, Alfonso, no creo que sea yo quien deba decírtelo.
Paula se quedó esperando una respuesta, pero, al ver que no llegaba, se soltó suavemente y se alejó.
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