viernes, 10 de febrero de 2017

SEDUCCIÓN: CAPITULO 15




Eran ya las diez y media cuando Pedro detuvo el coche delante de la puerta de Paula.


—Estoy lleno —declaró Pedro al tiempo que apagaba el motor del coche y estiraba las piernas tanto como le era posible—. Siempre que voy a desayunar al café de Mick me pasa lo mismo.


Paula asintió.


—¿Necesitas que te ayude en algo?


Ella sacudió la cabeza.


—No, no necesito nada, gracias.


Pedro no pudo evitar inclinarse hacia ella y rozarle los labios con los suyos.


—Siento que las cosas hayan acabado así.


—¿Así? —preguntó ella confusa.


—Sí, tú teniéndote que marchar por culpa de ese tipo.


Pedro había decidido no pedirle otra vez la dirección de su piso de Londres. Si quería dársela, bien; si no…


Paula salió del coche y él hizo lo mismo.


—En fin, supongo que ya tenemos que despedirnos, ¿no?


—Sí, tenemos que despedirnos.


Pedro titubeó un momento.


—Quizá sea egoísta por mi parte, pero no me gustaría perder el contacto con la única mujer que conozco con la que puedo hablar. Lo digo en serio, Paula —Pedro le puso una mano en la barbilla y la miró con intensidad—. Ya sé que quieres cortar con todo esto, pero será mejor que te enfrentes a los hechos. Tus padres, tus hermanas y tus amigos están aquí; de vez en cuando irán a visitarte y tú vendrás a verlos. Insisto en que me incluyas en tu lista, ¿de acuerdo?


Paula dio un paso atrás y él bajó la mano.


—Ya te lo he dicho, Pedro, no creo que sea buena idea.


—Y yo te he dicho que no estoy de acuerdo —Pedro alzó una mano—. Está bien, reconozco que me he excedido respecto a lo que te he sugerido antes, pero no hay nada que impida que seamos siendo amigos.


—No aceptas un no como respuesta, ¿eh?


—Sí, lo sé. Me pasa desde que era pequeño.


—¿No se te ha ocurrido pensar nunca que yo puedo ser igual de obstinada que tú? —preguntó ella con voz queda.


—Sí, claro que sí. Pero también sé que tienes sentido común —dijo Pedro en un tono tan ligero como pudo—. ¿Qué tiene de malo que, de vez en cuando, cenemos o vayamos al cine juntos?


La sonrisa que vio en los labios de Paula le pareció irónica.


—Así que una mujer con sentido común, ¿eh? —dijo ella con un súbito temblor en la voz—. Las mujeres con sentido común no dejan que hombres egoístas les hagan daño.


Otra vez ese hombre, pensó Pedro.


—¿Lo ves? Tienes sentido común. Has salido con ese hombre, él no ha valorado como se merece lo que podías ofrecerle y tú te vas. Me parece perfectamente lógico.


Pedro la vio tragar saliva antes de responder.


Pedro, me parece que voy a tener que decirte una cosa.



Él empequeñeció los ojos. Fuera lo que fuese lo que Paula iba a decir, sabía que no iba a gustarle. Lo presentía. Se metió las manos en los bolsillos porque, de no hacerlo, iba a abrazarla.


—Adelante, soy todo oídos.


—Lo que te he dicho respecto a por qué me voy a Londres es verdad, pero… —comenzó a decir Paula, pero se detuvo cuando alguien a sus espaldas la llamó—. Pedro, es el de la agencia inmobiliaria con los nuevos inquilinos. Tengo que marcharme.


—Espera —Pedro le agarró el brazo—. No te vayas todavía. ¿Qué ibas a decir?


—Da igual, no tiene importancia.


—Paula…


—Por favor, Pedro, vete. Tengo cosas que hacer —dijo ella en tono cortante.


—Está bien —respondió él súbitamente encolerizado—. Adiós, Paula.


—Adiós.


Y sin más palabras, Paula se dio media vuelta, se reunió con el agente inmobiliario y con los nuevos inquilinos, y entró en la casa.


Pedro se quedó inmóvil durante unos minutos, sintiéndose como si tuviera los pies pegados al pavimento. Pero el problema no eran los pies, sino su corazón. No sabía cómo, pero iba a tener que hacerse a la idea de no volver a verla nunca.


Respiró profundamente con intención de calmarse.


Y ahora, ¿qué?


Pedro se metió en el coche y se alejó de allí. No podía volver a vivir de la forma que había vivido antes de conocer a Paula; sobre todo, después de reconocer lo que Paula significaba para él.


Furioso, dio un golpe al volante. ¿Por qué Paula estaba tan obsesionada con ese hombre?


Se sentía como si le hubieran estrujado el corazón. No quería sentirse así, ahogado en su tristeza. Eso era justo lo que había intentado evitar durante años, encontrarse en una situación así. Quizá fuera una suerte que Paula estuviera enamorada de otro si así era como le hacía sentir. Le tenía en el bolsillo.


Y no sabía cómo iba a lograr pasar el resto de la vida sin ella.







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