miércoles, 22 de febrero de 2017

APUESTA: CAPITULO 7





Tras pasar toda la mañana intentando rehuir las preguntas de la curiosona de Cata, Paula se escapó a la orilla del lago a la hora del almuerzo para estar un rato a solas. Se compró en un puestecillo un par de sándwiches y un bote de zumo, y se sentó en la orilla, al calor del sol de principios de junio.


Se puso las gafas de sol, y miró en derredor, inspirando profundamente. Del embarcadero iban y venían las embarcaciones de recreo, repletas de turistas. De pronto, en medio de un grupo de veraneantes, divisó a Pedro, aparentemente dándoles indicaciones sobre un mapa, y se acordó de su conversación con Cata. «Increíblemente guapo» no era precisamente la forma en que ella lo habría descrito si alguien le hubiera preguntado cómo era. Alguien como Brad Pitt… pues sí, pero… ¿Pedro Alfonso? La sola idea casi le daba risa. Bueno, no era feo desde luego, pero… 


¿Pedro… increíblemente guapo?


Se quedó observándolo en la distancia, fijándose en sus anchos hombros y tórax. No estaba fornido, pero sí en buena forma, se dijo abriendo un sándwich y dándole un mordisco. 


¿Y el cabello? Tenía el cabello castaño oscuro, nada excepcional, pero no podía imaginárselo rubio o pelirrojo, y lo cierto era que el modo en que le caía sobre los ojos era bastante sexy.


El rostro… Tal vez no fuera perfecto, pero los rasgos en conjunto eran armoniosos, y le daban un aire honesto. 


Además era muy expresivo. Eso siempre le había gustado, el modo en que podía leer sus emociones al instante.


Los labios de Paula se curvaron en una dulce sonrisa al verlo acariciar la cabecita de una niña. Estaba hablando con ella y la chiquilla se reía. Pedro era así. siempre conseguía hacer sonreír a las personas. Y era un buenazo además, un pedazo de pan. Paula sabía que él detestaba que lo llamaran así. pero era la verdad.


Sus ojos verdes lo siguieron hasta que lo perdió de vista. 


Cata tenía razón: Pedro era un hombre maravilloso. Sí, era amable, y simpático, y cariñoso… Lástima que no fuera su tipo. Aunque, bien pensado, era más bien un alivio, porque si se hubiera sentido atraída por él, podría acabar haciéndose daño con aquella apuesta que habían iniciado.





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