martes, 28 de febrero de 2017
APUESTA: CAPITULO 27
Paula no había dejado aún de correr cuando, unos minutos más tarde, se chocó con Pedro, que salía de las oficinas del departamento forestal. Como si se hubiera topado con una columna, casi la derribó, pero él la sostuvo a tiempo.
—Caramba, Chaves, ya sé que estarías deseando verme, pero tampoco creo que haya prisa: solo iba a salir a comer un momento.
La joven alzó los ojos hacia su rostro sonriente, y se sintió horrorizada al darse cuenta de que si seguía mirándolo, rompería a llorar.
—Lo siento —murmuró bajando la cara—. No miraba por dónde iba.
Pero Pedro ya había visto las lágrimas que asomaban a sus ojos.
—Eh, ¿qué es lo que te pasa? —inquirió mirándola preocupado.
Paula se rió nerviosa.
—Nada, de verdad. Ya sabes cómo somos las mujeres, siempre al borde de una crisis emocional.
—Vamos, Paula, no me vengas con esas —le espetó Pedro tomándola de la barbilla para que lo mirara—. Cuéntame qué es lo que te pasa.
La joven estaba a punto de derrumbarse. Lo que menos necesitaba en aquel momento era que Pedro la tratase con dulzura y comprensión, solo lograría que se echase a llorar.
—No puedo, no puedo contártelo ahora —balbució negando con la cabeza.
De pronto, en la distancia, vio a Kieran mirando en una y otra dirección, como tratando de averiguar por dónde se habría ido.
Los ojos de Pedro siguieron la dirección que habían tomado los de Paula y la miró aún más preocupado.
—Paula, dime qué es lo que ha ocurrido —dijo agarrándola por los hombros.
Ella trató de zafarse de nuevo.
—Ahora no, Alfonso, por favor —le suplicó.
—Me parece que tengo derecho a saberlo, ¿no crees?
—¿Como el amigo que se preocupa por mí, o como el amante celoso que eres en este momento?
—Como ambas cosas —contestó él en un tono firme.
Paula suspiró aliviada al ver que Kieran se había ido por otro sitio, pero aun así se sentía todavía demasiado agitada como para hablar de lo ocurrido con Pedro.
—No puedo contártelo aquí. Más tarde, ¿de acuerdo? —le dijo mirándolo implorante.
Pedro la soltó.
—Está bien —murmuró quedamente, metiéndose las manos en los bolsillos. Se quedó un instante en silencio, con la cabeza gacha, antes de volver a alzar la vista hacia ella—, ¿Qué te parecería si saliéramos esta noche… los dos solos, como una pareja de verdad? Así podrás contármelo, y además podrás quitártelo de la cabeza por unas horas.
La propuesta, y el tono tímido en que Pedro la había hecho, hizo que una sonrisa aflorase a los labios de Paula.
—Me encantaría. Nos vemos luego.
Pedro sonrió también, pero, mientras la observaba alejarse, la preocupación volvió a ensombrecer sus facciones. ¿Qué podía haberle dicho Kieran para disgustarla de ese modo?
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